Contribuciones a la criminología. Viviana Berger

Contribuciones a la criminología - Viviana Berger


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acto delictivo, la ley ha determinado la privación de su libertad y detención en una institución cerrada que les provea un tratamiento apropiado. El discurso jurídico les da también una nominación: se trata de personas privadas de su libertad – “p.p.l.”, en su versión abreviada; a partir del delito cometido, adquieren así un estatuto simbólico y una estructura que los contiene.

      Habría que probar si el pasaje al acto criminal no emerge, acaso, como un modo del sujeto de buscar alguna identificación que lo recupere de la condición de objeto resto en la que ha advenido su existencia y, en tal caso, pensar de qué manera la institución podría posibilitarle, además, una chance para reinsertarse luego en algún lazo social posible. El punto de impasse resulta en que, capturado en la propia tragedia de su origen, se termina auto-cumpliendo la identificación con el objeto segregado (de la que el sujeto aspiraría a separarse sin conseguirlo con éxito).

      Recuerdo el caso de una p.p.l. que tuvimos oportunidad de entrevistar, una mujer de la cual no se sabe su nombre exacto, podría llamarse con cualquiera de tres apellidos; tampoco se sabe su edad –“Es la que ella refiere”–, podría haber nacido quién sabe dónde ni cuándo. No hay información sobre ella, jamás recibe visitas, es alguien en completo estado de abandono, quien, además, manifiesta un retraso mental importante.

      Antes de su ingreso al Centro, jugando con una compañera en el albergue, ésta la abrazó, a ella le molestó, le dio una crisis, y le clavó un trozo de vidrio en el cuello que la desangró hasta morir. “Maté a mi compañera –dirá con un dolor horroroso–. Sólo recuerdo que la sangre estaba calientita”. Un efecto de humanización sorpresivo para los presentes y ¡también para la misma p.p.l.!

      A lo largo de la entrevista despliega su historia a pesar de las limitaciones de su discurso: recuerdos simples y primarios de su infancia (toda la familia reunida alrededor de un fuego, la abuelita cocinando en una olla), y otros, nefastos, y traumáticos (el hermano mayor golpeando con un palo de hierro a su hermana embarazada). ¡Y parecía que no había sujeto! Habría que apostar a un tratamiento por la vía de la palabra como medio para reconstituir su humanidad en cuanto ser parlante –quizás entrando en el programa de la civilización, se reducirían las crisis de violencia que la invaden–.

      ¡Qué falencias tan primarias para su inserción en algún discurso que le posibilite alguna identificación como sujeto! Ni siquiera lo básico, un S1 que le dé un nombre, una pertenencia a un grupo familiar, un ser parte de alguna estructura; tampoco hay punto de localización en el tiempo que le brinde alguna referencia desde donde orientarse para alguna contabilidad de años, edades, períodos. ¿Con qué inventarse algún recurso que le provea estabilidad frente a tal invasión de desasosiego?

      El sistema penitenciario acoge, entonces, a estos sujetos para su observación y recuperación de su funcionalidad social durante su aislamiento; la psiquiatría contribuye con su nosología y según el cuadro clínico, prescribirá el tratamiento y la medicación conveniente. Por las cualidades propias de la estructura (encierro, relegamiento socio-afectivo, el tedio de las rutinas), las probabilidades de objetalización del sujeto resultan muy altas, más aún si se trata de un sujeto psicótico con cierta inercia per se a esa condición. Es allí que la presencia de un analista en la institución resulta clave para encausar un soporte en la palabra que preserve al sujeto de la tendencia a caer en el lugar de desecho, tanto por parte de la familia como de la sociedad (“mujeres”, “locas”, y “criminales” –una combinación letal–).

       La función de la escansión

      El tiempo del encierro toma una dimensión de eternidad, en un automathón de rutinas y actividades, intervenido por los días de visita (para quienes las reciben) y eventos extraordinarios. En la lalengua del Centro, circula un significante: “El carcelazo”, a través del cual se nombra cierto acontecer que se suscita cuando se acerca la fecha en la que alguna de las personas privadas de su libertad se encuentra próxima a salir libre –¡ello sí introduce la discontinuidad!

      En el contexto, significa reconocer el encierro como un destino real y duradero, en


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