Relaciones familiares. María Hilda Sánchez Jiménez
traducir e interpretar aristas de un evento y una experiencia cotidiana; de algo que ocurrió en el pasado, en una forma de vida que tuvo su propio contexto y que en el momento de la narración se hace verbo y se reconoce una historia articulada al contexto sociocultural de las personas y familias. Arfuch, desde una visión bajtiniana se refiere a los lenguajes de la entrevista como:
El funcionamiento del lenguaje en la entrevista nos remite a formas de las cuales tenemos una experiencia cotidiana: el diálogo, la conversación. A pesar de que el principio dialógico determina aquí que “uno pregunta y otro responde”, los recorridos son siempre azarosos. Pensar en la entrevista como género discursivo es atender a la situación comunicativa, sus interlocutores, el “pacto de cooperación” que se establece entre ellos (aun cuando sea para discernir), sus reglas y sus infracciones. Pero también es considerar los sentidos de esa interacción, los sistemas de valoración del mundo que se ponen en juego, la relación con otras formas discursivas, el modo en que se articula al contexto sociocultural. (Arfuch, 1995, p. 27).
En este sentido, hablar del lenguaje de la entrevista implica registrar las voces, las entonaciones o los sonidos polivocales y polifónicos expresados por el hablante, quien nos remite a una trama con sus tiempos, con sus personajes dialógicos porque estos interactúan con el hablante y también nos remite a contextos relacionales particulares en función del evento que narra. Con cada recuerdo las personas buscan la manera de presentar un fragmento de su vida cotidiana en la que estuvieron involucrados junto con otros integrantes de sus familias como con otras personas de sus familias extensas y aquellas quienes por la cercanía o solidaridad del momento deciden ser parte del apoyo y la búsqueda de salida a lo que han identificado como situación de crisis. También, en cada recuerdo aparecen los personajes centrales o periféricos con quienes su relación y sus formas de acción configuraron la trama de lo que se identificó como algo doloroso, traumático, difícil que les ocurrió y en el presente se expresa como una historia pasada por imágenes que el hablante narra y de la cual algo se ha aprendido. Como plantea Gergen (1996),
Si uno pudiera interpretar la propia vida ahora como el resultado de una “larga lucha ascendente”, como un “declive trágico”, o como una continuada epopeya o saga, en la que uno sufre derrotas o renace de sus cenizas para conseguir el éxito, estaríamos plenamente preparados para creer. (p. 247)
La consigna inicial fue también la introducción para que cada persona trajera su propia realidad y la historia de ella, solo condicionada por la intención del hablante de narrar la situación de crisis y su papel, así como el de las otras personas con las que compartió este fragmento de vida. No era necesario un marco teórico que les explicara qué significaba una crisis, por el contrario, el desarrollo de cada historia en particular, las semejanzas y diferencias con otras, fue lo que provocó que viera cada historia como un evento por la importancia que cada hablante le daba y por la huella personal y familiar que dejaba haber vivido esta experiencia y su recuerdo al traducirla.
A partir del proceso de la entrevista, las realidades contadas agregaron nuevos saberes al entrar en conversación. Es decir, llenaron de vida una forma de relación en la que se combinaron significados, sentidos e intenciones para saber más sobre “algo”, que aun en el medio investigativo consideramos como “realidad” (virtual o ficticia) dentro de sus propios contextos. Estas “realidades” navegaron en las narraciones entre las personas al crear fragmentos sobre experiencias de vida, conectados en el desarrollo de entrevistas, a través de preguntas, respuestas, recuerdos, diálogos, conversaciones e historias. En fin, estas realidades se manifiestan en conexiones sociolingüísticas que señalan la manera como las personas traducen formas de lenguajes y, por ende, las formas de vida creadas en las relaciones interpersonales y sociales, ausentes de cualquier forma de calificativo desde el punto de vista de la acción ética investigativa. Estas formas de vida son representaciones de un sujeto y otro, del yo, tu, él, nosotros, ellos con quienes se co-construyen y se recrean las prácticas dialógicas y los códigos sociolingüísticos.
Sistematización y categorización de la información
Es importante resaltar que la lectura de cada entrevista tuvo como techo los conceptos centrales de los objetivos, por ser comunes a las dos categorías del estudio. Pero, a medida que avanzaba el estudio, el análisis y la interpretación de la información, los conceptos que emergieron, enriquecidos por las categorías y subcategorías, fueron lo que permitió explicar estas categorías a la luz de las experiencias vividas por las familias que lucharon –desde y para sí– por cambiar una situación problema, porque en este proceso las personas y las familias resignifican sus formas de vida. En este sentido, en la primera parte me guie por un método deductivo, mientras que en la segunda fue tomando fuerza el método inductivo, el cual es un principio de la teoría fundamentada.
Estos dos métodos se enriquecieron mutuamente, por cuanto una cosa es decir en el marco de las prácticas dialógicas que en el trabajo con familias, organizaciones y psicoterapia hay saberes transformativos en las personas y en el campo social que se da progresivamente mientras se exploran condiciones novedosas y generativas (o creativas): qué hacer, cómo hacer, cómo expresarse, cómo posicionarse en el contexto, cómo manejar las emociones y las relaciones, cómo reconocer los recursos, desempeños y potencialidades a futuro (Fried Schnitman, 2013), y otra cosa es cómo lo hacen las familias desde la co-construcción de sus saberes. Así mismo, una cosa es decir que en las conversaciones, por ejemplo en la psicoterapia, las personas crean conexiones y señales sociolingüísticas (códigos) que configuran pautas de interacción particulares cuando el foco es el problema (predominancia de códigos de contrastación, rebote, circular perceptivo), cuando el foco es la redefinición (principalmente los códigos de reconocimiento y suspensión) y cuando el foco es el cambio (con mayor frecuencia la presencia de códigos imaginativo, integrativo y de complemento) (Sánchez, 2016), y otra cosa es identificar las señales sociolingüísticas creadas por las familias para dar salida a las crisis.
Las características de las prácticas dialógicas y de los códigos sociolingüísticos fueron tomadas de las narraciones de los integrantes de las familias, en el contexto de los procesos y las acciones que cada hablante identificó como la manera en la que lograron la superación de la situación de crisis. Ambos conceptos (prácticas y códigos) fueron unidos, combinados o transformados en la interacción social y en las formas de lenguajes de las personas que dialogaron sobre su propio evento. Un evento que fue nombrado como situación de crisis en el contexto de los procesos vividos por las familias, en un intervalo de tiempo. Este proceso de investigación se distingue por mostrar treinta (30) historias demarcadas por tres momentos que se entrelazaban durante la narración: un comienzo, un nudo y un desenlace que iban y regresaban de acuerdo con los hipervínculos o conexiones narrativas que hacían las personas entrevistadas.
Estos tres momentos de las historiasno fueron previstos antes de las entrevistas, sino que emergieron como estructura metodológica para ampliar el contenido de las prácticas dialógicas y los códigos sociolingüísticos más allá de la mirada sobre el cambio y la transformación, es decir que, si bien este es el sentido de la presente investigación, el hecho de mirar solo el cambio con relación al punto de partida denominado como situación de crisis, era terminar en lo que se encontró en el contenido de los antecedentes investigativos y de proyección revisados: un salto entre el problema y el no problema, entre el diagnóstico y la solución, sin el reconocimiento del proceso. Por ello, el método de la teoría fundamentada, junto con procesos del microanálisis, se convirtió en la base para seguir paso a paso el proceso dialógico e interactivo para la co-construcción de un contexto sociofamiliar que, en el momento de la entrevista, le permitió afirmar tanto a la familia como al entrevistado que la situación fue “superada exitosamente”.
El punto de partida en algunos momentos fue reforzado con expresiones como: “una experiencia que perciben como una crisis que lograron superar o aquello demasiado traumático, difícil o muy duro que la familia afrontó con éxito”. Este punto de entrada y de llegada (crisis y superación) permitió, por un lado, hacer visibles los procesos que desarrollaron y las rutas que emprendieron para ir del problema a la superación del mismo y, por