La educación superior en perspectiva lasallista. Fabio Orlando Neira Sánchez
autoritarios durante los siglos XX y XXI. En ellas, con frecuencia, el “interés de la nación” se define ideológicamente por un líder o grupo. (Wasserman, 2012)
La universidad humboldtiana (por uno de sus creadores Wilhelm von Humbolt): una universidad fuertemente financiada por el Estado, pero al servicio del individuo. Con un perfil de investigación y gran libertad para el estudiante y para el maestro, se afianzó en los países con gobiernos democráticos y sociedades abiertas. Tuvo un inmenso impulso con los sistemas universitarios europeos y estadounidenses. (Wasserman, 2012)
Si miramos la multiplicidad de universidades que cubren el planeta, a primera vista podríamos decir que cada una es específica y única en sí misma. Pero si las examinamos con la lente de los modelos propuestos por la clasificación de Wasserman, es posible alinearlas más cerca de uno u otro modelo, o en una combinación de los tres con diversas intensidades. No es para nada extraño; todas beben en las mismas fuentes históricas de los siglos que las precedieron a través de los cuales se fue estructurando la universidad tal y como hoy la conocemos, como institución de educación superior y para lo superior.
Finalmente, de la mirada crítica que de la historia universitaria hace Santos destacamos su esfuerzo por caracterizar la idea perenne de universidad, por precisar cuáles son sus fines; para ello se apoya en Karl Jaspers y en Ortega y Gasset. Del primero asume los tres grandes objetivos que este propone para la universidad, a saber: 1. La investigación, porque la verdad solo es accesible a quien la busca sistemáticamente. 2. El ser un centro de cultura, porque el campo de la verdad es mucho más amplio que el de la ciencia. 3. La enseñanza, porque la verdad debe ser transmitida; incluso la enseñanza de las aptitudes profesionales debe ser orientada hacia la formación integral. También retoma de Jaspers su definición de la misión de la universidad: “es el lugar en donde por concesión del Estado y de la sociedad una determinada época puede cultivar la más lúcida consciencia de sí misma. Sus miembros se congregan en ella con el único objetivo de buscar, incondicionalmente, la verdad y solo por amor a la verdad”. De Ortega y Gasset hace eco de su enumeración de las funciones de la universidad: transmisión de la cultura, enseñanza de las profesiones, investigación científica y educación de los nuevos hombres de ciencia (Santos, 2011, p. 226).
Santos observa que no obstante las transformaciones contextuales tanto nacionales como globales a las cuales se ha visto avocada la universidad, esta ha conservado como fines fundamentales la investigación, la enseñanza y la prestación de servicios, complementándolos con la dimensión cultural y con los aspectos propiamente utilitarios y productivos. Pero a consecuencia del inmenso desarrollo universitario de las últimas décadas —aumento de su población estudiantil y de su cuerpo docente, aumento del número de universidades y de la expansión de la enseñanza y la investigación universitaria sobre nuevas áreas del saber— se ha generado una multiplicación de sus funciones.
Para ejemplificar este último aserto reseña las diez funciones que en 1987 les atribuye el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre las universidades. Estas son: educación general postsecundaria, investigación, suministro de mano de obra calificada; educación y entrenamiento altamente especializados, fortalecimiento de la competitividad de la economía, mecanismos de selección para empleos de alto nivel, a través de la certificación, movilidad social para hijos e hijas de las familias proletarias, prestación de servicios a la región y a la comunidad local, paradigmas de aplicación de políticas nacionales (ejemplo: igualdad de oportunidades para mujeres y minorías raciales), preparación para los papeles de liderazgo social (Santos, 2011, p. 227).
Concluye Santos su análisis advirtiendo sobre la acumulación de tensiones y contradicciones que constata a diario la sociología universitaria como consecuencia de ese cada vez mayor aumento de funciones, objetivos y fines que se le atribuyen a la universidad de hoy. En consecuencia, la idea perenne de universidad se ve cuestionada por nuevos desafíos que llevan a buscar transformaciones radicales del ser y del quehacer del ecosistema universitario.
En tal sentido, las universidades se ven confrontadas por las cuestiones fundamentales que sacuden de un modo u otro al mundo de la educación, entre otras, los nuevos contextos culturales, los desarrollos científicos y tecnológicos, los diversos estilos de vida sociales, las búsquedas de los Estados de nuevas formas de gobernanza, y, en primerísimo lugar, el modo de ser de los estudiantes que llegan a sus aulas (la generación pantalla). Ante estos procesos de cambio todavía en marcha, es natural la reconsideración de los objetivos y de las funciones de las mismas universidades. Todos estos cambios hacen necesario redefinir la idea clásica de universidad.
NUEVA IDEA DE UNIVERSIDAD PARA COLOMBIA
Frente al planteamiento de la existencia de una idea de universidad cuya naturaleza e identidad esenciales comparten unas dimensiones básicas comunes, generales y universales con toda aquella institución que se precie de llevar tal nombre, tendríamos que afirmar que no existe una especie de idea de universidad específica colombiana sino una forma diferente de plantear, asumir y responder algunos interrogantes básicos que se ajustan más a nuestra especificidad geográfica, cultural, histórica, ideológica y política. Problemáticas y horizontes que asumen en nuestro contexto un nuevo replanteamiento de la idea universal de universidad, con posibilidades inéditas de profundización y tematización, otorgándole un sello característico particular.
Pensar una identidad propia para una institución educadora en lo superior y para lo superior como lo es la universidad, la cual llegó de Europa, se implantó en América, se enriqueció con los desarrollos norteamericanos y rusos, y que busca su derrotero futuro hacia el siglo XXI en un país como Colombia, no es otra cosa que aceptar el reto de dejarse cuestionar y desafiar por la sociedad a la cual sirve y por el Estado que garantiza su autonomía, con el fin de responder a las novedosas, crecientes y complejas demandas del mundo contemporáneo.
A lo anterior tenemos que agregar lo que Ospina (2013) escribe:
La mayor parte de los países saben en lo esencial quiénes son, saben a qué tradición pertenecen; en cambio, en los últimos tiempos, el destino de Colombia ha sido secretamente envidiar a los que tienen conciencia clara de su origen y en esa medida una idea clara de su destino. No es extraño por ello que el país se debata, a comienzos del siglo XXI, en una desesperada búsqueda de su rostro futuro. (p. 13)
Hasta ahora no ha sido fácil para los colombianos lograr proyectos de conjunto, porque lo particular siempre se ha impuesto a lo colectivo. Es la hora de contar con propósitos sociales comunes. En este sentido, el Gran Diálogo Nacional por la Educación Superior liderado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN) y el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU) durante los años 2012-2013, y el documento de enero de 2014 fruto de estos —Acuerdo por lo Superior 2034, Marco de acción prioritaria de Política Pública para la educación superior en Colombia. Construido por todos los sectores sociales y académicos del país (CESU, 2014a)—, se constituyen en un hito significativo tras la concertación de los grandes propósitos nacionales.
En dicho ejercicio de construcción participativa como nación, ha quedado muy bien identificado el camino que en materia de educación superior debemos recorrer en los próximos 20 años. El CESU se impuso la tarea de resumir el documento original de casi 300 páginas en un texto corto y pedagógico, con el fin de informar a la comunidad académica y científica nacional, y a la opinión pública en general, de ese imaginario nuevo que los colombianos sueñan para su universidad. El escrito fue titulado Declaración del CESU sobre el estado de la construcción de la Política Pública para la Educación Superior en Colombia y la necesidad de orientar sus cambios para los próximos 20 años (CESU, 2014b), y fue aprobado en la sesión ordinaria del miércoles 19 de marzo de 2014 en Bogotá.
Extractamos y presentamos a continuación in extenso los apartes más significativos de tal declaración (visión, principios y acuerdos), cuya lectura de conjunto permite identificar los rasgos más sobresalientes de la nueva idea de universidad para Colombia que se prospecta para los años 2014-2034.
Visión:
Para el año 2034, el sistema de educación superior será el pilar sobre el cual los colombianos habremos construido