Peregrinaje al Bicampeonato. Gustavo Villafranca Cobelli

Peregrinaje al Bicampeonato - Gustavo Villafranca Cobelli


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equipo para ser campeón nos había costado mucho, y el hecho de que llegaran ofertas por jugadores no me hacía gracia. Pero, por otro, había pasado mucho tiempo para poder ver a un jugador de la “U” vendido al extranjero.

      Hasta entonces, el último gran equipo que la “U” había tenido era el cuadro dirigido por Leonel Sánchez en 1986, que arrasó con sus rivales del Grupo Norte de la Copa Apertura, con una racha de 7 triunfos y 2 empates en las primeras 9 jornadas; un registro extraordinario en ese oscuro período de los 25 años sin títulos. Tan bien andaba ese equipo, que desde México vino un llamado de la selección nacional para enfrentar a Universidad de Chile, con el objetivo de jugar contra un rival de categoría internacional, además de evaluar toda la logística para recibir a 120 mil personas en el estadio como ensayo general del Mundial en tierras aztecas. Aún recuerdo el murmullo de la multitud la tarde de ese sábado 20 de abril, en el audio de la transmisión que hizo Televisión Nacional de Chile, para el momento en que Patricio Reyes convirtió el 1 × 1. El problema fue que, a la vuelta de la gira, Carlos “Búfalo” Poblete se quedó en el Puebla, mientras Martín “Tincho” Gálvez fue al Cruz Azul, conjunto al que luego se sumaría Mariano Puyol. Con esas ventas, el equipo de Leonel se vino abajo.

      Pero volvamos a diciembre de 1994. En el segundo tiempo, la “U” sacó el pie del acelerador y el partido ante Concepción se transformó en un trámite. El marcador final sellaba el 3 × 1 con goles del Pato Mardones –penal–, Marcelo Salas y Rodrigo Goldberg. Con mi viejo nos fuimos del estadio con una extraña sensación de felicidad insatisfecha.

       LA RIVALIDAD CON CATÓLICA

      Mi permanencia en El Salvador me mantuvo incomunicado con respecto a lo que se comentaba en los medios, sin embargo, esto no impidió que más tarde viera cada detalle de lo vivido. En un vhs de 6 horas, me habían grabado la previa, todo el partido ante Cobresal, los comentarios en los noticiarios, Zoom Deportivo, Más gol y Futgol. Asimismo, tenía los especiales de Don Balón y Minuto 90, más los suplementos deportivos de El Mercurio y La Tercera.

      Luego de revisar todo el material del campeón 1994, mi rechazo hacia Universidad Católica se volvió más intenso, pues a los dichos de Pellegrini –que el campeonato estaba arreglado– se sumaban las palabras de Gorosito –quien disparó: “Yo salí campeón con Católica”–, además de la recusación al árbitro Carlos Robles por parte de los dirigentes del ex Club de Santa Rosa de Las Condes, como represalia a su conducción del clásico que se resolvió con gol de Salas. En ese contexto, desde Argentina llegaron los árbitros Javier Castrilli, Francisco Lamolina, Juan Bava y Ángel Sánchez para dirigir la Liguilla Pre Libertadores, que protagonizarían Católica, O’Higgins, Colo-Colo y Cobreloa.

      El mini torneo era crucial, pues quien lo ganara acompañaría a la “U” en el difícil grupo con los colombianos Millonarios y Atlético Nacional. Tras una primera fecha en que Colo-Colo y O’Higgins igualaron 2 × 2 y Católica goleó 4 × 0 a Cobreloa, decidí acompañar a un amigo hincha del Cacique para el duelo de la segunda jornada ante la UC.

      Ese 23 de diciembre de 1994, por primera y única vez, me ubiqué en el sector norte del Estadio Nacional estando Colo-Colo en cancha. Tras el preliminar, en que Cobreloa derrotó holgadamente a O’Higgins, me preparé para vivir la entrada de albos y cruzados a la cancha; tenía sentimientos encontrados. Ya me había tocado vivir partidos entre ambos rivales en un par de oportunidades y con empates: en 1987 –con goles de Osvaldo “Arica” Hurtado y Jaime Pizarro– y 1990 –a dos goles, con polémica mano de Rubén Martínez para el empate albo sobre la hora, en reunión doble a estadio lleno, donde los azules sufrieron las burlas de los rivales tras perder 1 x 2 con Cobresal, en el preliminar. Por entonces, fui testigo de esos partidos desde otras ubicaciones del estadio, que pese a estar pobladas de colocolinos, tenían un significado muy distinto al enigmático sector norte.

      A pesar de que 41.785 personas estaban en el estadio, sentí una pasividad enorme por parte de los hinchas del Cacique. La Garra Blanca no era más que una centena de muchachos con escaso colorido e incapacidad de contagiar al resto de sus seguidores, mientras el equipo en cancha mostraba muy poco. Vi el partido en silencio y casi sin interés, aunque mis palpitaciones subían cada vez que Alberto Acosta fingía faltas o Gorosito reclamaba a los árbitros, lo que me incitaba a gritarles una gran cantidad de improperios. Finalmente, la Católica se impuso 2 × 1 con un golazo extraordinario de Raimundo Tupper, que fue más lindo aún gracias al vuelo fotográfico del Rambo Ramírez. Con ello, la UC obtuvo su cuarto subcampeonato en los últimos 6 años.

       LLEGA 1995

      Luego de las celebraciones de año nuevo y de algunos días en el litoral central, donde estuve absolutamente desconectado, volví a Santiago para tomar los ramos correspondientes al cuarto año de periodismo, ocasión que aproveché para reinsertarme en el fútbol. A diferencia de otros años, en que enero era un período eterno de rumores y transferencias, rápidamente se concretaron las partidas de Fabián Guevara y Raúl Aredes al Monterrey de Arturo Salah. Sin embargo, la noticia que más me golpeó fue el anuncio de la partida de Rogelio Delgado para ser ayudante técnico de su compatriota Gustavo Benítez en Colo-Colo.

      Por un lado, el León Paraguayo para mí representaba la mística y el carácter que un jugador de la “U” siempre debía tener; por otro, era una inusitada mezcla de elegancia y dureza. Siempre había observado a centrales rudos o técnicos, pero ninguno que combinara los dos aspectos como Capanga. De los 126 partidos que Delgado había jugado con la camiseta azul desde su arribo a principios de 1992, yo había sido testigo presencial de la mayoría, así que, además de sus virtudes ya expuestas, daba fe de su completa vigencia y buen estado para seguir siendo el patrón de la defensa. No me cabía en la cabeza cómo uno de los mejores jugadores del equipo tomaba la decisión de retirarse para asumir un cargo de esa naturaleza. Su partida a Colo-Colo generó la indignación de muchos hinchas y pronto aparecieron varios rayados en diferentes murales de Santiago con la leyenda “Paraguayo, traicionaste al bullanguero por el sucio dinero”. El presidente de Universidad de Chile René Orozco estaba furioso con su salida y se escuchaba complicado buscando diferentes jugadores que quisieran venir a la “U” para reemplazar las bajas. Incluso respondía de muy mal humor a los periodistas cuando le preguntaban: “¿Es cierto que la “U” está interesada en Traverso, el jugador de Argentinos Juniors?”. “¿Traverso?”, respondía Orozco con ironía, “el único Traverso que conozco, es el vinagre”.

      Universidad Católica, en tanto, mantenía incólume su plantel de súper estrellas y, como si fuera poco, repatriaba desde el extranjero a dos argentinos que habían sido campeón y subcampeón de Copa Libertadores: Marcelo Barticciotto y Ricardo Lunari, además del promisorio volante de contención de La Serena, Carlos Barraza. Y Colo-Colo, aparte de sumar a los paraguayos en la banca, remecía el mercado con las llegadas de Fabián Estay y Marcelo Espina.

       MI PRIMERA VEZ

      Comenzó el mes de febrero y partimos de vacaciones con un grupo en el que íbamos tres amigos y dos amigas a conocer Chiloé y sus festivales costumbristas. Hicimos las correspondientes escalas antes de llegar a la isla, una de las primeras fue en Pucón. Aquellos días de verano, además de admirar la magnitud del volcán Villarrica, la tranquilidad del lago y el hermoso entorno, quedé marcado por la cantidad de gente con gorros y camisetas de la “U”. Era impresionante. De niño siempre me había fijado en los argentinos que llegaban a la quinta región a veranear, hinchas que lucían los distintos colores de los grandes equipos de ese país y su selección, pero nunca había observado a alguien usando los colores de algún club chileno. Sí se veían algunos fanáticos con la camiseta de Zamorano en el Real Madrid, del Milán o las selecciones que estuvieron en el Mundial de Estados Unidos 1994. Entonces, lo que estaba presenciando era un fenómeno de fanatismo único en la historia reciente de Chile: la gran notoriedad que estaban tomando los seguidores de la “U”.

      El día 15 de febrero de 1995 llegamos muy temprano a Puerto Montt y, mientras mis amigos se quedaron armando el camping, yo partí con ansiedad a recorrer el centro de la


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