Encuentros de contextos desde la reflexión bioética. Carolina Gómez García
niños, mujeres y ancianos del pueblo son llamados “insectos” por las fuerzas invasoras.
Como afirma Torralba (2005), la vulnerabilidad forma parte del ser humano: “El ser humano no es solo vulnerable, sino que también puede llegar a ser consciente de su vulnerabilidad (…) la vulnerabilidad está arraigada a su ser, a su hacer y a su decir” (p. 2). Todos estamos expuestos al caos y a la maldad. Si la constitución específica del ser no cuenta con una solidez ética, de criterio propio, la vulnerabilidad puede llegar a comandar la vivencia en el mundo, pues no solo son vulnerables el cuerpo y la existencia, sino también la propia condición humana.
En el contexto de Oscuro bosque oscuro, se accede a esa vulnerabilidad mediante la sistemática y repetitiva propaganda del poder. Podemos pensar que el autor, al detener su mirada en los niños del pueblo de Vosej, muestra cómo en determinadas circunstancias la sociedad agrede a los más vulnerables y a aquellos que apenas están construyendo su ser. Los llamados “insectos” son vistos como una amenaza en el futuro, por lo que se considera mejor asegurar su eliminación en el presente.
Gracias a la propaganda repetitiva, en el entrenamiento los hombres dejan a un lado su identidad, lo que son y lo que han sido, para aprender y convivir en un mundo nuevo, heterogéneo y sin identidad propia; se transforman en parte de un grupo que solo recibe órdenes que deben ser ejecutadas sin reparo. No se puede preguntar, no se puede reclamar, no se puede tener miedo; lo único que está permitido y a lo que se obliga es al cumplimiento de la orden.
Saludar, ya,
un paso al frente, ya,
paso veloz, ya,
flanco izquierdo, ya,
flanco derecho, ya,
presentar armas, ya,
saludar, ya,
un paso al frente, ya,
paso veloz, ya,
flanco izquierdo, ya,
flanco derecho, ya,
presentar armas, ya,
paso veloz, ya,
saludar, ya,
flanco izquierdo, ya,
paso veloz, ya,
saludar, ya,
saludar, ya,
saludar, ya. (Volpi, 2009, p. 75)
Según Volpi, degradar y reducir al rival a la condición de animal ha sido una estrategia común en la guerra, estrategia que busca negar la dignidad humana de los enemigos, aumentar la fuerza de los combatientes e instarlos a cometer hechos atroces (Padilla, 2011). “[Esta] idea de llamar ‘insectos’ a los judíos no viene de la época nazi, sino del genocidio de Ruanda donde, durante semanas, la radio se dedicó a decir que las minorías eran ‘cucarachas’ que estaban ‘haciendo daño’ a la nación” (Nieto, 2009, párr. 7).
La propaganda es uno de los más eficaces instrumentos para lograr la incorporación del discurso del poder. La enajenación y el autoritarismo alejan al sujeto de su condición social, su cultura, sus creencias y valores, y lo despojan de su integridad, su capacidad de decidir y su dignidad. La influencia de la propaganda, la presión social y el discurso del poder llevan a un comportamiento despojado de la dignidad individual, al servicio de un objetivo “común”.
De esta manera, la propaganda es el instrumento del cual se vale el ejército nazi para llegar al pensamiento de quienes podían ser débiles y modificar así su conducta y su ser. Los protagonistas, entonces, acaban por asumir como propio el discurso que desatará la tragedia a la que nos enfrenta el autor. En una entrevista, este refiere:
Cuando encontré el tema del libro, esta historia en torno a los genocidios, me di cuenta de que la propaganda y su repetición constante se hallaban, en buena medida, en el origen de estos terribles acontecimientos. Así que busqué un ritmo narrativo que recordara esas repeticiones constantes y obsesivas de la propaganda nazi o de los mensajes por la radio de Ruanda, y me di cuenta de que solo el verso libre, lleno de repeticiones, más que de rimas, podría servir para crear ese ambiente hipnótico en el lector. (Padilla, 2011, párr. 10)
A lo largo de la narración, se alerta de manera constante sobre la presencia de “insectos” y se establece la orden perentoria de acabar con ellos. La dignidad humana es desconocida, hecha a un lado, pisoteada; los otros ya no son personas, sino alimañas que deben ser exterminadas: “Matar a un insecto no es matar” (Volpi, 2009, p. 28), “Cuando veas correr a un insecto, persíguelo, cuando descubras a un insecto en su escondite, denúncialo, cuando un insecto te implore clemencia, aplástalo” (p. 42), “No son humanos los insectos” (p. 52).
En situaciones particulares, la propaganda emanada de los discursos del poder genera dudas, preguntas y culpas. También motiva luchas ajenas, en las cuales el individuo puede terminar inmerso aunque no esté de acuerdo con ellas. Y esto puede llevarlo a transformar el odio en torturas, delaciones o crímenes de personas a quienes quiere, respeta y admira, o simplemente, con las que ha convivido sin desprecio o violencia. La inmersión en el discurso del poder es tan intensa y la presión es tan potente que terminan afectando al individuo, y este deja de ser, para no ser. Cuando se deja de ser, ya no es posible reconocer el ser de otro.
Oscuro bosque oscuro nos sumerge en la Segunda Guerra Mundial, en la vida de hombres, mujeres y niños de un pequeño poblado, en sus trabajos cotidianos. Atrapados en la contienda, son sometidos a la propaganda constante del ejército invasor, que los convierte, finalmente, en actores; las armas no fueron su elección de vida y, sin embargo, se vuelven protagonistas de su deshumanización, su dolor y su silencio.
La propaganda, como se ha señalado, es uno de los más eficaces instrumentos para lograr la incorporación sin crítica ni preguntas, sin juicio ni compasión, del discurso del poder. “Los insectos se esconden por doquier, advierte otro cartel” (p. 16). Esos discursos de poder, enajenación y autoritarismo alejan al sujeto de su condición social, de su pertenencia a una cultura, a unas creencias y, sobre todo, a unos valores reconocidos, lo cual se traduce en un despojo de la integridad, la capacidad de decidir y la dignidad.
La propaganda se puede definir neutralmente como una forma sistemática e intencional de persuasión que intenta influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones de una audiencia específica con propósitos ideológicos, políticos o comerciales a través de la transmisión controlada de mensajes unilaterales (que pueden ser o no factuales) a través de medios masivos y canales directos. (Nelson, citado en Johnson, s. f., traducción propia).
Como forma masiva, repetitiva y sesgada, la propaganda puede generar actitudes, pensamientos y comportamientos que no están mediados por la razón; en otras palabras, lo que se procura con ella como arma política es anular o reemplazar la razón para generar conductas sin juicio. Está dirigida al “inconsciente colectivo”, que opera como regulador y ejecutor de sus objetivos. Por esa razón, se constituye en una poderosa arma de lucha o de guerra, que acompaña prácticamente todos los discursos del poder, con miras a ganar adeptos, fortalecer a los partidarios y debilitar a los contrarios. Esto puede explicar el hecho de que Volpi haya erigido la propaganda como uno de los ejes de su novela.
El uruguayo Eduardo Galeano nos habla de una dignidad colectiva, y de cómo esta se pierde en el discurso masivo del poder. El despojo de la dignidad colectiva no consiste tanto en convertirse en agresor, como en tolerar la agresión y a quien agrede. Aunque para Galeano el temor es la causa de la actitud pasiva frente al discurso del poder y sus ejecutores, no es menos cierto que el temor es generado, patrocinado y difundido ampliamente por este discurso.
En general, Galeano nos ofrece una mirada latinoamericana de la dignidad, contextualizada en el escenario social y político de donde parte, para definirla como la capacidad de libertad y de solidaridad que nos permite reconocer al otro.
Si bien esto se enmarca en