Oficio de lecturas. Francisco Rodríguez Pastoriza

Oficio de lecturas - Francisco Rodríguez Pastoriza


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poderes, que, para mantener a raya a los rebeldes, explotaron la credulidad humana imponiendo la idea de que el derecho a gobernar les llegaba del cielo. La afirmación más revolucionaria de los ilustrados estaba basada en Pensamientos diversos sobre el cometa, una obra de 1682 de Pierre Bayle, un católico convertido al calvinismo, en la que se afirmaba que la religión y la moral eran cosas diferentes e independientes y que no se necesitaba creer en un dios para ser una buena persona. Basándose en Bayle, Hume afirmaba que las leyes morales son producto de sociedades humanas y no imposiciones de un dios. Hume fue quien más se esforzó en aplicar la racionalidad humana contra la religión, negando la certidumbre de los milagros, las resurrecciones y las profecías. Afirmaba que lo único que han hecho las religiones por los seres humanos ha sido atontarlos, corromperlos y complicarles la vida: no es el hombre quien está creado a imagen y semejanza de dios sino los dioses los que se han creado a imagen y semejanza del hombre. Las ideas de Hume, junto con las de Diderot y D’Alambert, de Voltaire, de La Mettrie, de Helvetius, de Holbach y de Condorcet, desacreditaron la pretensión de que las creencias religiosas aportaran alguna fuente de conocimiento. Lucien Offray añadía que no habían sido los ateos quienes habían cometido las mayores atrocidades contra sus semejantes, sino los creyentes, como habían demostrado de sobra las guerras de religión. Los pensadores ingleses, Bacon, Locke, Hobbes y Newton, fueron aún más radicales.

      EL COSMOPOLITISMO COMO ORIGEN DE LA GLOBALIZACIÓN

      La lustración fue un proyecto transnacional y transcultural. Para alcanzar su objetivo tendría que basarse en el cosmopolitismo, en el reconocimiento de las necesidades de la humanidad y en el hecho de que no se pueden establecer distinciones entre los pueblos en función de la raza. El destino final de la humanidad tenía que ser la creación de una civilización universal y cosmopolita. Para Shaftesbury, más allá de la patria estaba la humanidad. El cosmopolitismo fue el principio más importante de la Ilustración, del que derivan muchos de sus postulados.

      Kant, que acuñó el término “patriotismo mundial”, afirmaba que la tendencia a reunirse en sociedad era una constante en la historia de la humanidad y por ello la asociación internacional entre los pueblos sería lo único que terminase con las guerras. Esa unión vendría a través del comercio, en el que Emerich de Vattel veía el estadio final del proceso.

      Muchos historiadores atribuyen a la Ilustración y a sus figuras más radicales la génesis de la Revolución francesa de 1789, incluidos Robespierre y el Terror, y las guerras napoleónicas. Los liberales de la época (Tocqueville, Benjamin Constant, Stuart Mill) vieron en la Revolución un mal necesario que había abierto el camino al orden liberal democrático que sustituyó al antiguo régimen en toda Europa y, como consecuencia, al régimen político en el que vivimos la mayoría, un régimen que por lo tanto es también hijo de la Ilustración.

      En la actualidad, el cosmopolitismo es el fundamento teórico de los conceptos de justicia internacional, gobierno mundial, sociedad civil global o patriotismo constitucional. Y también el principio animador de la Sociedad de Naciones, de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y de una Unión Europea que cumple muchas de las condiciones que Kant atribuía a su “Liga de naciones”.

      10 Originalmente publicado el 28 de noviembre del 2015.

      LA ILUSTRACIÓN EXTRANJERA

      Tenemos una deuda de agradecimiento con la editorial Acantilado por haber difundido entre nosotros, en poco tiempo, los libros del intelectual francés Marc Fumaroli, cuya obra era prácticamente desconocida en España. Desde estas mismas páginas hemos reseñado algunos de sus ensayos (París-Nueva York-París, Las abejas y las arañas, La república de las letras) y traemos ahora la última de sus publicaciones aquí, Cuando Europa hablaba francés. Extranjeros francófilos en el Siglo de las Luces.

      EL LATÍN DE LOS MODERNOS

      Hubo un tiempo, efectivamente, en que toda Europa (y también en buena medida la América anglosajona) llegó a tener al idioma francés como lengua universal de la cultura, hasta convertirlo en el latín de los modernos. A ello contribuyeron sobre todo los filósofos de la Ilustración, los autores de L’Encyclopédie, pero también, en cierto modo, una serie de personajes menos conocidos, muchos no franceses, que promovieron su utilización en el mundo de las artes y de las letras. A estos últimos dedica Marc Fumaroli este ensayo que revela cómo algunos acontecimientos de la historia de aquellos siglos fueron tejidos con los hilos de la influencia del mundo de la cultura, a veces en forma de conspiraciones de sociedad que discurrían al margen del poder político. Fumaroli elabora en este libro una galería de retratos de extranjeros francófilos que a veces se entrecruzan: reyes y reinas, caudillos militares, embajadores, aventureros, grandes damas que, desde los salones en los que reinaban, influían sobre nobles, intelectuales y artistas. Todos fueron testigos de la Europa francesa del Siglo de las Luces, cuando París se convirtió en la capital del mundo.

      MONARQUÍAS ILUSTRADAS

      El último rey electo de Polonia, Estanislao II Poniatowski (hasta él, los reyes eran elegidos por una Dieta entre los aspirantes de las grandes familias monárquicas), fue educado por los padres trentinos, que le enseñaron el francés culto y elegante en el que escribió sus Mémoires, que Fumaroli califica de obra maestra de la lengua francesa. Una de sus primeras medidas fue invitar a Voltaire a Varsovia y enviar mensajes de amistad a intelectuales como Diderot y Friedrich Melchor Grimm. Amante en su juventud de la Gran duquesa Catalina, con el tiempo Catalina II de Rusia, que le apoyó en su elección, aunque más tarde influyó decisivamente en su caída, contagió a esta su francofilia, que la zarina practicó con vehemencia hasta el punto de adoptar en Rusia los principios de la Ilustración e importar la moda de los salones. Otro rey poderoso, Federico II de Prusia, solo quiso tener como única lengua el francés. Su hermana Sofía Guillermina también relató sus memorias en un francés del que Saint-Beuve hizo grandes elogios, como hiciera con el de Anthony Hamilton, un exiliado británico de la corte de los Estuardo. Otro de los influentes reyes europeos de aquel momento, Gustavo II de Suecia, se rindió a los encantos del idioma francés hasta el punto de crear en 1783 la Academia sueca, a partir del modelo de la Académie Française. Era un gran admirador de Voltaire y de la reina María Antonieta. Esta había tenido como amante a otro sueco, el aristócrata Hans Axel Fersen, quien, tras la revolución de 1789 consagró su actividad y su fortuna a preparar una fuga frustrada de la prisión en la que había sido encarcelada por el Terror. Tras la ejecución de la reina, su odio a la revolución le costó la vida: murió masacrado a pedradas y bastonazos al ser atacada su carroza por el populacho cuando acudía a los funerales del príncipe heredero de la corona de Suecia. Se pensaba que Fersen lo había envenenado para influir con más libertad en su padre Gustavo IV Adolfo contra la Francia revolucionaria.

      UN IDIOMA PARA LA INTELECTUALIDAD

      De los intelectuales de las Luces fue Voltaire quien más influencia ejerció entre los francófilos europeos y anglosajones. Catalina II de Rusia mantuvo una estrecha amistad con el filósofo, paralela a sus contactos con D’Alembert y Diderot. En una de sus cartas a Voltaire escribía: «Al leer vuestra Encyclopedie repetía lo que he dicho mil veces, que antes de vos nadie lo hizo como vos, y que dudo mucho que venga alguien después que os iguale». Por su parte, además de la zarina, Diderot mantuvo una amistad íntima con Ekaterina Románovna Vorontsova, princesa Dáshkova, cabeza del complot que apartó del poder a Pedro III, el incapaz esposo de Catalina II asesinado por Alékséi Orlov. La princesa también escribió sus memorias en francés, influida por la obra de Montesquieu, Boileau y Voltaire.

      El veneciano Francesco Algarotti, crítico de arte que ejercía como uno de los corresponsales europeos de Voltaire, lo presentó a Federico II de Prusia a quien enseñó el francés académico que el rey llegó a manejar con soltura. También fue Voltaire quien hizo los mayores elogios del británico Henry Saint John, vizconde de Bolingbroke, a quien el filósofo francés dedicó su tragedia Bruto. Hombre de Estado tory, filósofo político y enemigo jurado del whig Robert Walpole, Bolingbroke llegó a tener mayor prestigio en Francia, donde se exilió de 1715 a 1725 tras la llegada al poder de


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