Oficio de lecturas. Francisco Rodríguez Pastoriza

Oficio de lecturas - Francisco Rodríguez Pastoriza


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en su legitimidad. También a la Iglesia, al Parlamento e incluso al Papa, quien había condenado la obra. También enemigos internos, como Le Bretón, que llegó a mutilar decenas de artículos sin conocimiento de Diderot. Pero todas estas acciones aumentaban el talante desafiante de los enciclopedistas y alentaban la continuidad de su trabajo. Además, había personas en puestos de poder que simpatizaban con la Encyclopédie, como el director del Comercio del Libro, Lamoignon de Malesherbes, que escondió los ejemplares y los manuscritos, que el rey había mandado secuestrar, en el único lugar que no iba a ser registrado: su propio despacho.

      Fue la economía la que iba a salvar la Encyclopédie, porque editores y libreros amenazaron con publicar los últimos volúmenes en Viena o en Moscú, si se les prohibía hacerlo en Francia. La gran riqueza que había reportado a la industria editorial francesa (daba empleo a un millar de impresores, grabadores, dibujantes, encuadernadores, entre otros oficios) y el prestigio internacional de la obra, decidieron al nuevo rey, Luis XVI, a permitir que se terminara su publicación.

      A pesar de sus ideas progresistas, de su anticlericalismo y de sus críticas a la política oficial, muy pocos enciclopedistas tuvieron un papel activo en la Revolución francesa, con la excepción de Alexandre Deleyre. Es verdad que en 1789 la mayoría eran de edad avanzada, y algunos habían muerto, pero, por otra parte, más que en la Revolución, los enciclopedistas confiaban en la evolución. Los revolucionarios aplastaron algunos de los valores de los enciclopedistas e incluso llegaron a ejecutar a uno de ellos, Antoine Allut, y también a Malesherbes, que había sido su protector. El objetivo de la Encyclopédie era el de la revolución intelectual más que la social y económica, así como la contribución al triunfo de las nuevas ideas sobre la intolerancia y la ortodoxia, aunque sus autores no supieran ver la llegada de la revolución industrial, cuyo germen tanto habían contribuido a plantar.

      Lo que Gianni Vattimo, Jean-François Lyotard o Gilles Lipovetsky llaman “la condición posmoderna” comenzó a gestarse en la actual civilización europea desde poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial y hoy es ya la cultura predominante en occidente. Vino a sustituir a la cultura moderna nacida durante la Edad Media y consolidada durante los siglos XV al XIX, época durante la que se habían construido los principios sobre los que esta descansaba: la tradición clásica y las creencias religiosas de raíz judeocristiana. Durante todos estos siglos la fe y la razón fueron los principios sobre los que discurrió la cultura occidental, dos formas de conocimiento basadas una en la revelación y la otra en la inteligencia.

      A través de la razón, la Ilustración va a introducir en el siglo XVIII un componente secularizador en los valores cristianos de la modernidad. Provoca una primera ruptura con la antropología religiosa al sustituir el concepto del pecado por el de error. Para los ilustrados el mal deriva de la ignorancia de personas e instituciones. Para subsanar el error, el instrumento sería la razón.

      Durante el siglo XIX esta cultura alcanzó su culminación con los avances de la ciencia y la técnica y con los logros de la revolución industrial. Va a ser el romanticismo el que se enfrente a la hegemonía racionalista de los ilustrados a través de la exaltación de lo emotivo, lo sentimental (lo irracional) del ser humano, un enfrentamiento que van a reforzar las ideas de Nietzsche, Marx y Freud en el siglo XX, autores que plantean la primera gran crisis de la cultura de la modernidad. Posteriormente, los totalitarismos nazi y fascista y las dos guerras mundiales van a resolver esta crisis rompiendo con las raíces clásicas y judeocristianas de la modernidad y dando lugar al nacimiento de la cultura posmoderna. El crecimiento económico que alumbró la sociedad del bienestar, el desarrollo de los medios de comunicación de masas que propició la democratización del consumo de ideas, y el protagonismo de una nueva generación de jóvenes que rechazaba los valores heredados fueron los protagonistas principales de este cambio de paradigma cultural.

      Este es a grandes rasgos el recorrido que va de la modernidad a la posmodernidad, que Manuel Bustos resume en su ensayo La paradoja posmoderna. Génesis y características de la cultura actual (Ed. Encuentro). El profesor Bustos, catedrático de Historia Moderna, aborda aquí la crítica a la posmodernidad advirtiendo de los peligros que supone la deriva de una cultura que prescinde, entre otros valores, del sentido de la Historia y del componente de trascendencia que tenía la vida en la cultura de la modernidad. En cuanto al abandono de los valores de la tradición cultural de occidente, se critica aquí su sustitución por culturas ajenas idealizadas no siempre de manera sincera, ya que «solo unos pocos no dudarían en abandonar las conquistas de la cultura occidental de que disfrutan para adoptar los modos de vida ajenos».

      LA MUERTE DE DIOS

      En cuanto al abandono de la idea de trascendencia, la línea argumental de este ensayo es la de la crítica a la nueva cultura posmoderna por haber sustituido el cristianismo por una variedad de religiones sincretistas que obtienen en el supermercado de las religiones aquello que mejor se adapta a sus circunstancias. O por la apostasía, verdadera novedad, esta, de la cultura posmoderna. Así, la angustia que provoca la “muerte de Dios” se trataría de superar con el hiperconsumo, la cronolatría (la adoración por lo último), y la ocupación del tiempo, dedicaciones que dejan cada vez menos espacio a la reflexión y al silencio. El objetivo último de la cultura posmoderna sería el de acostumbrarse a vivir sin traumas la ausencia de Dios.

      11 Originalmente publicado el 3 de julio del 2010.

      Fue el filósofo alemán Johann Gottfried Herder (1744-1803) el primer autor que empleó por primera vez la palabra cultura con el significado aproximado que atribuimos en la actualidad a este término. Lo hizo en su obra Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad: hay una vieja edición de la editorial Losada (Buenos Aires, 1959) que convendría reeditar en estos años en que la cultura parece recuperar parte de su antiguo interés. Herder empleó por primera vez la palabra cultura para referirse a aquello que no da la naturaleza, sino que se consigue a través del esfuerzo humano (sobre esa ruptura del hombre con el mundo natural versa también la obra de Freud El malestar en la cultura).

      El concepto de cultura que hoy manejamos es, pues, relativamente reciente. Nació con la sociedad burguesa, aunque su existencia se remonta a los primeros años de la historia. Los artistas y los filósofos griegos concebían lo que hoy entendemos por cultura desde una perspectiva naturalista, de imitación a la naturaleza. El término griego paideia (educación) sería el que en el mundo clásico se acercaba más a lo que hoy entendemos por cultura. Una interpretación similar a la de los romanos: la del cuidado, el cultivo de las cosas, también del ciudadano. El mismo Cicerón utiliza este término en las Disposiciones Tusculanas para referirse a la formación del hombre, a su educación, en la que situaba la diferencia con los bárbaros. En la Edad Media el cristianismo centró el sentido de cultura en el culto a Dios. Todas las manifestaciones culturales estaban orientadas en ese sentido: el arte se concebía para ensalzar a Dios tanto a través de la arquitectura (construcción de templos y catedrales) como de la escultura (la imaginería religiosa) o de la pintura, siempre de escenas bíblicas y vidas de santos. La música estaba compuesta principalmente para los oficios religiosos, la literatura era casi siempre de carácter sagrado (no así la poesía) y hasta la variedad de idiomas se consideraba, fiel a la maldición bíblica, como una consecuencia del castigo de Dios en respuesta al proyecto de la torre de Babel. El Renacimiento recupera el sentido clásico de la cultura como educación y de la belleza del cuerpo humano como motivo principal para el arte, pero no va a proporcionar ninguna nueva dimensión al concepto global de cultura. Antes de Herder, en el siglo XVIII fueron los filósofos de la Ilustración quienes más se acercaron a un nuevo concepto de cultura a través de las distintas interpretaciones sobre la civilización.

      PARA ACERCARSE A LA CULTURA

      Últimamente el creciente interés por la cultura, debido a diversos factores entre los que no es el menos importante el auge del mercado y de las industrias culturales, ha propiciado la


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