El tenis en la escuela (Color). David Sanz Rivas

El tenis en la escuela (Color) - David Sanz Rivas


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a)Justificación pedagógica

       b)Justificación del modelo integrador en la enseñanza del tenis en la escuela

      En nuestro ámbito profesional coexisten opiniones enfrentadas sobre la incorporación del contenido deporte a las aulas de educación física. Esta visión, por defender una u otra visión curricular, hace que cambien y se modifiquen las fronteras del área y por supuesto el enfoque del conocimiento que en ella se ofrece (Kirk, 1990).

      A raíz de esto Devís (1996) mantiene que “estos problemas y conflictos planean actualmente sobre los entresijos de nuestro cuerpo de conocimientos hasta el punto de no poder definir claramente cuál es el contenido de nuestra asignatura y arrancar de algunos autores la afirmación de que la educación física «es amorfa» por naturaleza (Proctor, 1984), ya que incorpora muchos contenidos diversos y, además, con finalidades que sirven para todo o casi todo” (Devís, 1996, p. 15).

      Pero lo cierto es que desde nuestra visión, el deporte es un contenido que hay que abordar dentro de la educación física escolar. Los motivos son variados y en diferentes momentos nos hemos hecho eco de éstos.

      No obstante, opiniones aparte, el currículo del área de educación física para la etapa de educación primaria otorga un espacio explícito al término deporte. Por un lado, en la introducción del do-cumento expone que el deporte tiene un valor social derivado de ser la forma más común de entender la actividad física en nuestra sociedad. Rechaza la visión competitiva selectiva y restringida del deporte, y apuesta por una práctica deportiva escolar identificada necesariamente con todos y cada uno de los siguientes principios: abierta, comprometida con valores educativos, no limitando la participación por razones de habilidad, sexo u otros criterios de discriminación. Por otro lado, como enuncian acertadamente Castejón y López (1997), el término deporte no aparece de forma explicita a lo largo de los cinco bloques de contenido que conforman el área de educación física para primaria, pero sí términos afines como actividades deportivas, actividades deportivas en el entorno inmediato, oposición y cooperación/oposición, actividades deportivas adaptadas. Incluso en los criterios de evaluación aparece el término iniciación deportiva.1

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       ¿No son éstos indicadores claros de que el deporte debe formar parte de las propuestas de intervención didáctica de los profesionales de la educación física?

       ¿No debe el área de educación física hacerse eco de las manifestaciones motrices que los niños/as practican en su tiempo de ocio y educar dichas manifestaciones para que el alumnado obtenga el máximo beneficio de ellas?

      La respuesta a estas preguntas es “sí”. Y es que nosotros apostamos por una práctica deportiva desarrollada en la educación física escolar, que entiende que la actividad física adecuadamente encauzada va más allá del puro hedonismo, abordando inexcusablemente unos objetivos específicos del enriquecimiento motor (Sánchez Bañuelos, 1987), pero que debe justificarse en el sistema educativo en la medida en que mantiene e incluso potencia la motivación intrínseca del niño por la acción motriz (La-gardera, 1989); transmite una serie de valores personales y sociales, y tienen lugar en condiciones moralmente aceptables el disfrute, la participación, la afiliación, la autoestima, el autoconocimiento y la salud “para todos” los escolares (Arnold, 1991; Tinning, 1992; Elías y Dunning, 1992; Devís, 1996); promoviendo, además, una práctica para toda la vida. (Generelo, Julián y Pradas, 1997).

      “No cabe duda de que uno de los objetivos de la educación es el de incorporar determinado tipo de hábitos entre los niños y niñas, jóvenes y adultos. En nuestro caso, un buen indicador de los resultados de la educación física y el deporte en la escuela es el número de jóvenes que realiza una práctica deportiva de manera habitual” (Hernández y Velázquez, 1996, pp. 30-31).

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      Por este motivo la práctica de actividad física escolar debe identificarse necesariamente con una serie de principios. Intentaremos promover una práctica abierta y comprometida con valores educativos (MEC, 1992a). Ésta debe ser creativa, polideportiva, saludable y lúdica, que fomente una práctica para toda la vida, considerando al niño en su globalidad y contemplándolo como el protagonista de la intervención docente (Generelo, Julián y Pradas, 1997). Más recientemente Águila y Casimiro (2001) se han manifestado en términos similares.

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      A lo largo del presente libro vamos a exponer los aspectos fundamentales que deben guiar nuestra intervención en el tratamiento del contenido deporte y la aplicación de aquéllos a una manifestación deportiva como es el tenis. Y es que estamos convencidos de que “el deporte en educación física debe ser entendido como un contenido que permite que los alumnos mejoren sus habilidades y les ayuda a consolidar y aumentar las capacidades necesarias en la etapa de educación primaria” (Castejón y López, 1997, p. 141).

      Nos parece oportuno precisar que dentro de los diversos planteamientos teóricos que existen actualmente en la iniciación deportiva (Devís, 1996), nuestra propuesta de trabajo se ubica de manera plena dentro del comúnmente denominado modelo alternativo o multipropósito, en el que la práctica deportiva está enfocada “fundamentalmente hacia metas educativas, de mantenimiento y desarrollo de la salud y de esparcimiento y recreación ” (Sánchez Bañuelos, 1996, p. 23).

      Añadiremos que nos sentimos identificados con la propuesta que realizan los profesores Devís y Peiró en diferentes momentos (Devís y Peiró, 1992 y 1995; Devís 1996) sobre el tratamiento de la enseñanza de los juegos deportivos, ya que está orientada a la educación física escolar y encaja dentro de los intereses de los centros educativos, siendo conocida como modelo metodológico comprensivo.

      No obstante, han aparecido opiniones que obedecen a la idea de apostar por un modelo integrado, en el que las demandas concretas del juego en un momento determinado y las características de las tareas que hay que enseñar van a justificar el empleo de una u otra orientación de la enseñanza (García Herrero, 2001).

      A este respecto, Seirul·lo (1995) argumenta que “lo educativo del deporte no es el aprendizaje de sus técnicas o tácticas... (lo) educativo son las condiciones en que puedan realizarse esas prácticas que permitan al deportista comprometer y movilizar sus capacidades de tal manera que esa experiencia or-ganice y configure su propio yo, logre su autoestructuración” (Seirul·lo, 1995, p. 63).

      Por todo esto, y tomando como base lo que afirma Blázquez (1995, p. 24), el proceso de iniciación deportiva se caracteriza por los siguientes aspectos:

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      1.Por ser un proceso progresivo, estructurado e intencional de enseñanza-aprendizaje, que tiene como finalidad el conseguir el dominio fundamentalmente del conocimiento teórico y práctico, como una parte importante de la adquisición del saber hacer (Arnold, 1991).2

      2.Por ser un proceso de adquisición de habilidades para desarrollar los instrumentos básicos de una manifestación deportiva.

      3.Por ser un período de la práctica deportiva en el que el individuo comienza a tener una operativi-dad básica en esa manifestación deportiva.


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