Rosas estadista. José Massoni

Rosas estadista - José Massoni


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en la derrota de Huaqui sino, por ejemplo, sobre haber tenido trato carnal con mujeres, ingerir bebidas fuertes o jugar de modo escandaloso. También si nuestra religión santa fue atacada en sus principales misterios por el libertinaje de miembros del ejército. Se le imputaron también actos de ferocidad y crueldad, sin particularizar. La totalidad de los testigos dijeron que nada de lo que se le endilgaba —cuando era discernible en la confusa demanda— había ocurrido, ni en su conducta personal ni como jefe militar, dando explicaciones y fundamentos a sus manifestaciones exculpatorias. Nicolás Rodríguez Peña dijo que cualquiera que quisiera cumplir con los mandatos que le diera la patria hubiera actuado como Castelli… «que fuimos crueles ¡Vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está ya en el compromiso de serlo. La salvamos como creímos que había que salvarla… nosotros no vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa a la cara y gocen los resultados… nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres». Bernardo de Monteagudo —que estuvo a la cabeza en el levantamiento de Chuquisaca de 1809, junto a Castelli como su secretario en el Alto Perú y fuera luego muy estrecho colaborador de San Martín y finalmente de Bolívar— fue otro de quienes lo defendieron con enjundia en el juicio.

      En Buenos Aires, Mariano Moreno, el principal ideólogo de la Junta, trabajó febrilmente por la extensión y consolidación de la revolución independentista con libertad e igualdad para los pueblos. No ignoraba los peligros internos. Premonitoriamente decía que en el nuevo camino «… después que la nueva autoridad haya escapado a los ataques a que se verá expuesta por sólo la calidad de ser nueva, tendrá que sufrir los de las pasiones, intereses e inconstancia de los mismos que ahora fomentan la reforma. Un hombre justo que esté al frente del gobierno será tal vez la víctima de la ignorancia y de la emulación». Fue el autor de la proclama del día 28 de mayo, por la que la Primera Junta anunciaba su instalación a los pueblos del interior y a los gobiernos del mundo, y convocaba a los representantes de las demás ciudades a incorporarse a la misma. En sólo siete meses, estableció una oficina de censos y una Biblioteca Pública Nacional; reabrió los puertos de Maldonado (Uruguay), Ensenada y Carmen de Patagones; mediante varios decretos, liberó de restricciones monopólicas coloniales al comercio y las explotaciones mineras, dictó ordenanzas militares para los oficiales y cadetes y organizó la policía municipal. Fundó y dirigió el periódico oficial la Gazeta de Buenos Ayres, donde publicó la traducción de El Contrato Social de Rousseau y casi todas las semanas detalladas notas de gobierno, que reunidas llenan cientos de páginas. Publicó un decreto de libertad de prensa según el cual se podía publicar cualquier cosa que no ofendiera la moral pública, ni atacara a la Revolución. En política económica procuró desarticular el entramado monopólico colonial y en lo exterior buscó a Inglaterra como aliado contra el más poderoso imperio de la época, justamente el de España del que nos liberábamos. Pero advertía en La Gaceta, sobre los ingleses o cualquiera otro, que «El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas. Pero miremos sus consejos con la mayor reserva, y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes, que se dejaron envolver en cadenas en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios…». Con decisión revolucionaria, no descuidaba formar fuerzas efectivas contra los enemigos internos y creó un nuevo regimiento de milicias, llamado Regimiento de la Estrella, con sus seguidores French y Beruti al mando, debilitando relativamente a las fuerzas de Saavedra, a quien también limitó la autoridad exclusiva como presidente de la Junta ordenando que las resoluciones a adoptarse debían contar con la firma de cuatro miembros incluida la del secretario, lo cual le daba a él capacidad de veto en cualquier asunto de gobierno o de índole militar que pasara por su Secretaría.

      Pero a fin de año acontecieron hechos que cambiarían el rumbo del gobierno. Llegaron los diputados del interior, convocados el 28 de mayo. Como era la letra y espíritu del llamado, la intención de Moreno era la integración de un Congreso constituyente pero, dirigidos por Gregorio Funes, deán de la catedral de Córdoba y con el apoyo de Saavedra, adujeron que si bien eso era cierto, a ese momento lo conveniente era que se incorporaran a la Junta para que dejara de ser solo porteña. Los influjos conservadores de la cultura colonial, bajo una excusa antiporteñista, se conjugaron en una acción continuista que desechó la luego bien demostrada opinión de Moreno sobre la inoperancia de un ejecutivo colegiado tan amplio. La votación sobre el punto, en la que por decisión de Saavedra participaron los mismos diputados del interior, selló la suerte política de Moreno, que debió renunciar. Bajo la forma de una misión diplomática a Londres partió al exilio y murió en el viaje, envenenado según fuertes indicios y las palabras de su hermano y Tomás Guido, que lo acompañaban(13). Tenía 32 años.

      Los tres grandes de Mayo dejaron para los tiempos los objetivos de la revolución de los argentinos, y aunque no fuera su intención pero sí su previsión, cavaron una grieta entre el futuro rumbo del pueblo y quienes pugnaron sin tregua por impedirlo y, cuando les fue posible, hacerlo retroceder al pasado.

      Veamos cómo fue el tránsito por una y otra vera, la de la izquierda y la de la derecha, aceptando la posición en las bancas en la Asamblea de 1789, dado que nuestros mentores del conservadorismo «insultaron» a los revolucionarios tildándolos de «afrancesados y jacobinos».

      Desde 1810 hasta 1820

      Durante esta década las disputas dentro de los sectores independentistas consistieron en vaivenes incesantes protagonizados por patriotas cautelosos y conservadores reaccionarios. El Primer Triunvirato intentó corregir la parálisis ocasionada por la Junta Grande, que mutada a Junta Conservadora se encargó de dictar un Reglamento Orgánico, una suerte de constitución. Los triunviros tuvieron actitudes contradictorias: por un lado disolvieron la Junta Conservadora porque se había reservado demasiados poderes, frustró el golpe saavedrista del «Motín de las Trenzas» protagonizado por el regimiento de Patricios y expulsó a los diputados del interior por haberlo alentado, aniquiló una conspiración realista encabezada por Álzaga y españoles a los que fusiló y colgó, aprobó el uso de la escarapela celeste y blanca, creó el regimiento de Granaderos a Caballo con el mando de San Martín y fundó la Comisión de Inmigración para fomentar la inmigración y colonización del territorio. Pero, con contenido opuesto, adoptó una actitud estratégica defensiva: en el litoral, cuando fuerzas de Portugal/Brasil avanzaron sobre la Banda Oriental en apoyo de los realistas de Montevideo, el Triunvirato negoció con el virrey y puso fin al sitio de Montevideo; y le ordenó a Belgrano que, en caso de un avance realista por el norte, replegarse hasta Córdoba, abandonando la totalidad de la provincia de Salta, que en ese momento incluía también las actuales provincias de Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca (Belgrano, fiel a su ideario, desobedeció esa orden y cuando los realistas avanzaron los venció en Tucumán y Salta, sucesivamente, llevándolos hasta la frontera altoperuana). Estos últimos sucesos derrumbaron un prestigio menguado y la acción conjunta de la Logia Lautaro que integraban San Martín, Monteagudo, Alvear y otros, junto a la Sociedad Patriótica (morenista), la movilización de vecinos y la ocupación de la Plaza de Mayo por los Granaderos y los Arribeños determinaron el fin del Primer Triunvirato y la designación del Segundo. Éste a fines de 1812 creó una comisión para redactar una constitución; convocó y reunió la Asamblea General Constituyente, conocida como Asamblea del Año XIII; creó la Escuela de Medicina bajo la dirección de Cosme Argerich y la Intendencia de Cuyo, decisión vinculada a los planes de San Martín, y también la escuadra, que en 1814 acabó con la armada española en el Río de la Plata.

      La realización de la Asamblea del año XIII fue el más destacable logro del Segundo Triunvirato aunque los diputados del congreso no llegaran hasta su objetivo principal, que era dictar una Constitución para el estado independiente, porque sí decretó medidas históricas conducentes a ese fin. Tales fueron el establecimiento de un escudo nacional, un himno nacional, la libertad de vientres, la eliminación de los mayorazgos y títulos de nobleza, la liberación a los indígenas del pago de tributo, la acuñación de la primera moneda nacional, la abolición de la inquisición, la tortura y el tráfico de esclavos, y la instauración del 25 de Mayo como fiesta


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