Libertad de expresión: un ideal en disputa. Owen Fiss
como lo fueron en el debate público— un desfile de temas, personajes, visiones, perspectivas e información que lo exponían y exponen, incluso involuntariamente, a realidades no buscadas, inesperadas y enriquecedoras. Sunstein, recurriendo a la teoría urbanística de Jane Jacobs40, compara estos “intermediarios de interés general” con la función que cumplen las calles de una gran ciudad cuando sus barrios no están segregados y permiten que las personas que las recorren sean invadidas por la diversidad del mundo que las rodea. En esas veredas las personas se exponen sin buscarlo a las realidades más diversas: personas pobres y ricas, de todas las razas y todos los colores de piel o conversaciones de todo tipo en bares y en el transporte público.
La segunda característica central de esos medios del siglo XX consistía y consiste en que sus contenidos son generalmente producidos por un equipo de editores, periodistas y columnistas profesionales que emiten un mensaje que es recibido pasivamente por los televidentes, radioescuchas y lectores. Sin embargo, con el surgimiento de las redes sociales y fundamentalmente de los filtros que hacen posible que en ellas solo interactuemos con quienes queremos y, como consecuencia de la homofilia que parece caracterizar nuestras decisiones41, lo hagamos solo con quienes se asemejan a nosotros mismos Estos filtros alteraron totalmente el intercambio de ideas, opiniones e información en el debate público. Ellos evitan que nos topemos con la diversidad que nos ofrecían los medios de comunicación que dominaron el siglo XX.
Las redes sociales nos convirtieron en productores de expresión, además de receptores. De este modo, aquellos que se expresan pueden hacerlo con una agenda y perspectiva cada vez más estrecha y, gracias a esa combinación de filtros y homofilia, los lectores pueden decidir exponerse solo al emisor que expresa del modo más estrecho y ajustado un punto de vista idéntico al del receptor. La “guetización” del debate público y el aislamiento exponencial de los grupos homogéneos impiden la deliberación política y exacerba la radicalización de las posiciones, lo cual profundiza la polarización hasta niveles peligrosos para el funcionamiento de la democracia. La única información que nos llega es la que diseminan aquellos que piensan como nosotros y las únicas opiniones que escuchamos son las de aquellos con quienes compartimos puntos de vista. Si bien esto sucedía ya con los medios de comunicación de masas del siglo XX, los filtros contribuyen hoy a que el grupo con el que interactuamos sea mucho más pequeño e idéntico a nosotros mismos que bajo el contexto previo al surgimiento de la internet y de las redes sociales. Según algunos autores, el ejercicio de la libertad de expresión bajo estos nuevos patrones se puede convertir —o ya se convirtió— en una amenaza significativa a la democracia tal como la concibe la tesis deliberativa42.
Resulta legítimo preguntarse si aquellas metáforas que guiaron nuestra discusión hasta ahora, la del mercado de ideas, la de Hyde Park o la de la asamblea de ciudadanos, siguen siendo útiles para comprender esta nueva realidad y actuar sobre ella. Creo que esos instrumentos que nos ayudaban a pensar los viejos problemas de la libertad de expresión continúan funcionando como inspiración de nuestras teorías y de nuestras propuestas de solución a los problemas derivados del ejercicio de la libertad de expresión. Algunos rasgos críticos de la libertad de expresión entendida a partir del modelo del mercado de ideas resultan potenciados con el nuevo contexto tecnológico. Aparentemente, ya no tenemos un solo mercado con góndolas que exponen diferentes opciones. A diferencia de lo que sucede en el mercado de bienes y servicios, donde los pequeños negocios desaparecen por el avance de los hipermercados, la oferta de ideas e información, definida a su vez por una demanda signada por la homofilia y exacerbada por las posibilidades que proveen los filtros, ha fraccionado el supermercado. Ahora cada góndola se ha convertido en una microtienda de nicho a la que se acercan exclusivamente los consumidores que además son proveedores de ese particular grupo de ideas e información. Mercados altamente especializados han reducido la oferta y se han aislado unos de otros creando pequeños monopolios informativos, lo cual, combinado con el fenómeno de las noticias falsas, genera consecuencias impredecibles y altamente peligrosas para el sistema político. Desde la perspectiva de Hyde Park, ya no hay una esquina donde se concentra el debate y desfilan las personas con sus diferentes ideas.
A diferencia de la tesis optimista de Balkin que ve en la multiplicación de esquinas la proliferación de espacios para que se desarrolle una cada vez más rica cultura democrática, también sería posible afirmar que hoy hay esquinas en cada barrio cerrado y en cada gueto, donde las ideas se parecen y ofrecen perspectivas diferentes y aisladas que no interactúan con las que se ofrecen en la esquina del gueto o barrio cerrado adyacente. Si Hyde Park ya ofrecía pocas posibilidades para el diálogo y la deliberación, la multiplicación de Hyde Parks y la homogenización de lo que se expresa en cada uno de ellos podría terminar definitivamente con la deliberación y, en consecuencia, con el autogobierno, degradando aquello que concebimos como democracia. De todas estas metáforas, la que quizá refleja de un modo más radical los nuevos desafíos, riesgos y peligros es la de la asamblea de ciudadanos, pues el nuevo contexto de guetización producido por la combinación de filtros y homofilia torna imposible la deliberación, radicaliza la polarización, aumenta la alienación de los diferentes grupos y hace imposible tanto la autonomía como el autogobierno. De avanzar esta tendencia, ya no habría una única asamblea de ciudadanos. Ya no lograríamos que la diversidad del colectivo se encuentre en el espacio comunitario donde se intercambian puntos de vista. Si cada uno se queda en su casa, con sus familiares y amigos regodeándose en sus visiones del mundo afines entre sí, entonces la sala donde antes tenía lugar la asamblea en la que todos confluían para tomar decisiones juntos más allá de sus diferencias corre el riesgo de quedar vacía.
III. LA DISPUTA SOBRE LOS ALCANCES DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN EL DEBATE LATINOAMERICANO
La libertad de expresión es uno de los primeros derechos cuyo ejercicio se apresuran a impedir los gobiernos autocráticos. El cercenamiento de la crítica es clave para asegurarles su continuidad. América Latina padeció, fundamentalmente en las décadas de 1970 y 1980, dictaduras y guerras civiles sangrientas. En aquellos años no solo se han contado por miles las personas desaparecidas o afectadas en sus derechos más básicos, sino que la censura fue el instrumento utilizado para acallar la disidencia y la exposición de las graves y sistemáticas violaciones de derechos humanos. Los ejemplos más dramáticos de aquellas experiencias dictatoriales fueron los de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay. Hacia el final del siglo XX se reinstalaron en la mayoría de los países de la región regímenes democrático-constitucionales y se suscribieron numerosos tratados internacionales de derechos humanos, entre los que se destaca la Convención Americana, cuyo artículo 13 establece la protección de la libertad de expresión, no solo en su dimensión individual, sino también en la social.
Sin embargo, el restablecimiento del Estado de derecho no implicó la vigencia automática de los mandatos expresados en constituciones y tratados. En 1997, por ejemplo, siete años después de que Pinochet abandonara la Presidencia de Chile, una sentencia de la Corte Suprema de ese país anuló la decisión del Consejo de Calificación Cinematográfica del año anterior que había autorizado la exhibición de la película La última tentación de Cristo, prohibida por la dictadura en 1988. El caso llegó a los estrados de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó en el 2001 a Chile en el caso Olmedo Bustos por incumplir con el compromiso internacional suscripto en la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sin embargo, los casos de censura directa como éste se volvieron muy infrecuentes en una América Latina gobernada predominantemente por autoridades elegidas por la vía popular.
No obstante este avance fundamental en cuanto a la vigencia y el ejercicio de la libertad de expresión en la región, el derecho a divulgar ideas e información se vio y se ve amenazado por normas y prácticas que conducen al despliegue de una nueva agenda en la materia. El casi total destierro de la censura directa tuvo como consecuencia el surgimiento de nuevos obstáculos al ejercicio de la libertad de expresión que podrían englobarse bajo el concepto de censura indirecta, recurriendo al lenguaje del artículo 13 de la Convención, cuyo inciso 3 expresa que “No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos,