De Saint-Simon a Marx. Hernán M. Díaz
DE SAINT-SIMON A MARX
¿Cómo nació la idea de socialismo? No fue una iluminación momentánea ni el producto inspirado de un solo pensador, sino un lento proceso que involucró a dos o tres generaciones de luchadores, filósofos, reformadores y militantes, que culminaron en la síntesis elaborada por Marx y Engels en las vísperas de la revolución de 1848.
Este libro intenta dar cuenta de cómo ese conjunto de nociones nacieron como una crítica del régimen instaurado con la Revolución Francesa, en la pluma de Saint-Simon y sus discípulos. A ello le siguieron los intentos por llevar a la práctica los principios de la asociación de trabajadores, sin cuestionar las bases de la sociedad y confiando en que el Estado tendría un papel favorable o neutro frente a esos ensayos. Se analiza también la creación de un movimiento político feminista en el seno de ese incipiente socialismo, así como los primeros intentos por desarrollar una historia y una sociología compatibles con la nueva mirada sobre la sociedad. La historia se completa con las luchas de las sociedades secretas y el nacimiento de la idea de comunismo, y desemboca en la síntesis elaborada por Marx y Engels, que se refleja en las múltiples herencias observables en su obra y, particularmente, en el Manifiesto comunista.
Hernán M. Díaz se interna en el complejo mundo del socialismo anterior a Marx para concluir que el marxismo no fue sino el resultado de una serie de tanteos teóricos previos, que se enfrentaron a la realidad política de su época y se fueron modificando a partir tanto de la práctica política como de las transformaciones que el mismo sistema capitalista iba experimentando.
Hernán M. Díaz es licenciado en Letras y doctor en Historia. Ha publicado numerosos trabajos sobre el anarquismo y el socialismo en la Argentina de principios del siglo XX, sobre inmigración gallega y francesa y sobre los orígenes del socialismo y del feminismo en Francia. Es secretario de redacción de la revista Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda e integrante del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI).
HERNÁN M. DÍAZ
DE SAINT-SIMON A MARX
Los orígenes del socialismo en Francia
Prólogo para marxistas
La investigación que aquí presentamos trata de analizar cómo se fue conformando la ideología socialista en Francia desde sus pasos iniciales en los primeros años del siglo XIX, hasta que Marx y Engels recogieron la cosecha de todo lo que había sido sembrado en los treinta años previos. No es el intento de hallar en los orígenes del socialismo la pieza de oro, el engranaje faltante, el concepto central que Marx dejó de lado, y que a partir de allí lo llevó a construir una teoría, en algún sentido, unilateral, parcial o abstracta. No es nuestra intención aquí reivindicar políticamente el socialismo anterior a Marx para enmendar un supuesto marxismo incompleto, sino justificar históricamente el movimiento a través del cual una serie de conceptos del socialismo se fueron conformando y consolidando a través de tres generaciones anteriores a Marx y Engels. Los dos teóricos alemanes ya encontraron esas nociones instaladas como el lenguaje común y habitual del socialismo de su época, y por eso no pudieron o no quisieron discutirlas, pues eran ideas tan difundidas y arraigadas en su momento que sólo se podían visualizar una vez que desaparecieran del horizonte de conocimiento de su siglo. Se trata de nociones que imperceptiblemente se integraron a un cuerpo de ideas, el socialismo maduro de la segunda mitad del siglo XIX, que se nos presenta como original y autogenerado y, sin dudas, como mucho más sólido y coherente que todas las conformaciones ideológicas anteriores. Pero ese socialismo de los orígenes inscribió en su seno una serie de conceptos clave que subyacían al pensamiento político del movimiento proletario de la época y que pasaron a formar parte, con mayor o menor grado de conciencia, del ideario del marxismo de los próximos dos siglos. Al revés, si de algo puede servir este libro, a mi modo de ver, es para que los socialistas reconozcamos más claramente todo aquello que le debemos a los ideólogos anteriores a Marx y Engels, pues también somos eso, y no parece que haya sido planteado con la suficiente claridad.
Esta investigación, que inicié hace veinte años, significó para mí una gran sorpresa. Interesado inicialmente en saber cómo se habían desarrollado las formas organizativas del socialismo y del movimiento obrero antes de la forma partido centralizado que consagró el leninismo, descubrí un mundo de ideas al que yo creía conocer, pero que en rigor no se parecía en nada a lo que podía suponer por mis lecturas previas. Los marxistas interesados en la historia del socialismo sabemos que “Owen, Fourier y Saint-Simon” (con comillas, porque están siempre juntos) son los tres “socialistas utópicos” que precedieron a Marx y a Engels, con ensoñaciones morales y proyectos irrealizables, cuyo único valor fueron sus buenas intenciones. Pero la enorme mayoría de esos marxistas (entre los cuales yo me incluía) jamás ha leído una sola línea de esos tres pensadores. En general parece suficiente con las referencias de Lenin o de Engels, que nos tranquilizan en nuestra ignorancia ya que ese momento pertenecería a la “infancia” del socialismo, y ya se sabe que a los niños no hay que prestarles mucha atención.
Se transformó en un clásico la referencia de Lenin, en su artículo “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, de 1913, donde identifica que el aspecto filosófico del marxismo es una herencia de la filosofía clásica alemana de Kant y Hegel; los planteos económicos nacen con la economía política inglesa de Adam Smith y David Ricardo, y los aspectos políticos son tomados del socialismo francés, del cual no da mayores precisiones. En rigor, lo que dice no exhibe un conocimiento profundo de esos orígenes:
Este socialismo rudimentario era un socialismo utópico. Criticaba la sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción, fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la inmoralidad de la explotación. Pero el socialismo utópico no podía señalar una salida real. (Lenin, 1946 [1913], I: 10)
El lenguaje utilizado no deja lugar a dudas: eran unos niños malcriados, que “condenaban” y “maldecían”, gritaban por su impotencia, eran soñadores, pues no pensaban en la sociedad concreta que tenían ante sus ojos, tenían “fantasías” y, por añadidura, sólo querían convencer a los ricos para hacer un mundo mejor. Todo esto son verdades a medias, lo cual implica que son falsedades completas. ¿Sólo se encuentran fantasías, propuestas morales, quimeras, buenas intenciones? ¿Y quién “maldecía”? ¿Cómo de esa mezcla pudo nacer el socialismo maduro? ¿Acaso la teoría de Marx es la suma de Hegel y Ricardo más buenas intenciones? En nuestra lectura, el socialismo originario fue un lento y penoso trabajo de elaboración teórica y práctica, que implicó a por lo menos tres generaciones de militantes, generaciones que no tenían claridad acerca de cuál era su objetivo: actuaron a partir de la realidad que veían ante sus ojos, y los conceptos y las organizaciones que crearon se fueron depurando al calor de los éxitos y los fracasos. El producto de esa labor colectiva fue hallado por Marx cuando él contaba veinticinco años y su amigo Engels veintitrés, y elevado a un nivel muy superior. Pero gran parte de las nociones elaboradas por el socialismo previo ya formaban parte incuestionable del lenguaje y de la ideología política del proletariado de la época. Nuestra intención es rescatar ese sustrato, el cual, justamente por ser la doxa del momento, no siempre está incluido en las reflexiones de los fundadores del socialismo maduro.
El retrato de los socialistas anteriores a Marx que perduró en el movimiento del proletariado fue, lógicamente, el que trazó Friedrich Engels en su opúsculo Del socialismo utópico al socialismo científico, publicado por primera vez en francés en 1878. Se trató, en su momento, de una de las obras más traducidas y vendidas del pensamiento marxista, la que seguramente educó a buena parte de un movimiento socialista que, superada la organización europea de la Asociación Internacional de Trabajadores, empezaba a crecer a pasos de gigante en el marco de partidos nacionales que pugnaban por una representación parlamentaria. En ese instante preciso, el texto de Engels otorgaba a los nuevos militantes una explicación histórica del origen y la situación presente del socialismo europeo. Su texto fijó para siempre la expresión “socialismo utópico” para designar al conjunto de pensadores previos a la revolución de 1848 aunque, para ser más precisos, sólo habla en esa obra