Lunes por la tarde... 5. José Kentenich
como el fuego y el jinete con la espada, símbolo de la revolución.
– Cristo quiere vencer en los elegidos a través de un rápido asemejamiento a él por medio de la cruz y el sufrimiento.
Tercer sello:
El caballo negro y el jinete con la balanza, signo de carestía y hambre.
Cuarto sello:
El caballo gris y el jinete llamado «Muerte», símbolo de epidemias.
Quinto sello:
El altar y, debajo de él, las almas de los mártires.
Los mártires esperan se les haga justicia.
La respuesta de Dios:
Reciben una túnica blanca.
Deben esperar hasta que se haya completado el número de los mártires.
Por tanto, el Apocalipsis exige de nosotros espíritu de mártires:
Preparación al martirio.
Anhelo del martirio.
Disposición a morir.
Superación interior del miedo a morir mártir.
Deben esperar hasta que se haya completado el número de los mártires.
Al respecto tres referencias:
Pío XI: En nuestro tiempo nadie tiene derecho de vivir de forma mediocre.
Jacques Maritain: la forma normal de vivir del cristiano de hoy es la forma heroica.
Georges Bernanos: en tiempos extraordinarios, se hace obvio que el ideal es la santidad.
¿Qué tenemos que hacer, en nuestras circunstancias, a fin de prepararnos a morir como mártires?
Tenemos que vivir en serio cada segundo nuestro lema: «Patris atque Matris sum nunc et in perpetuum, vivat sanctuarium»
La tarea de nuestra vida es decir, cada segundo, «sí Padre»
Para expresar esto en Schoenstatt decimos:
vivir a partir del poder en blanco y de la inscriptio Vivir a partir del poder en blanco significa vivir en serio el padrenuestro.
Ejemplos
Felipe Neri.
Katharina Emmerick.
Buenaventura.
Lucie Christine.
Reina Cristina.
Teresa de Lisieux.
Reina Clotilde.
También nosotros debemos estar dispuestos a decir «sí, Padre» en todas las situaciones de la vida.
Mal que bien, una vez más tenemos que continuar. El tema es por el momento el mismo (que la vez anterior): el cristiano apocalíptico o el schoenstattiano apocalíptico. Ahora bien, yo pienso que no se nos hará aburrido, ya por el hecho de que la situación de la época nos conduce una y otra vez a cosas semejantes, a pensamientos y circunstancias semejantes.1
Probablemente habrán oído o leído que el presidente2, actualmente, está procurando hacerse con la totalidad del poder. Saben de inmediato lo que eso significa: lo hace para, llegado el caso, poder decidir autónomamente de forma inmediata. Como ven, en la práctica, eso significa que las cosas comienzan a oscurecerse. Algo así no se hace simplemente por jugar, y algunos de nosotros se habrán planteado probablemente ya a menudo la pregunta: ¿cómo podemos prepararnos realmente de forma inmediata a una situación tal? Es probable que ustedes hayan encontrado ya por sí solos una que otra respuesta a esa pregunta. Hoy queremos considerar también brevemente uno u otro aspecto, pero primero tenemos que establecer de nuevo el gran contexto. Por eso queremos plantear una vez más la pregunta: ¿qué entendemos por un schoenstattiano apocalíptico? La respuesta ya la conocemos, es siempre la misma: es un schoenstattiano que domina el tiempo apocalíptico según la norma del Apocalipsis, en el espíritu del Apocalipsis.
Como ven, tenemos allí las tres grandes secciones, los tres grandes pensamientos que queremos tratar. Por tanto, en primer lugar tenemos que decir algo sobre el Apocalipsis como norma de nuestro pensar y querer; en segundo lugar tenemos que decir unas palabras sobre el tiempo apocalíptico, y, en tercer lugar, sobre el espíritu apocalíptico. Gracias a Dios, los pensamientos se tocan una y otra vez. Desde que hablamos del libro del Apocalipsis hemos podido decir siempre de nuevo, en uno u otro lugar, algo sobre el espíritu y sobre el tiempo apocalíptico. Hagan memoria: ¿qué hemos dicho sobre el libro del Apocalipsis? Primero, que es un libro oscuro; segundo, un libro de luz; tercero, un libro de terror, y cuarto —esto tenemos que exponerlo todavía— un libro de consuelo.
Nos quedamos detenidos en el tercer punto: un libro de terror. ¿Por qué un libro de terror? El Apocalipsis nos narra acontecimientos aterradores, pero, en segundo lugar, sabe plantear también exigencias terriblemente elevadas. ¡Exigencias terribles! La vez anterior dijimos también con un par de palabras que el Apocalipsis exige de nosotros simplemente espíritu de mártires. De modo que el Apocalipsis no dice: no debéis cometer ningún pecado grave más. Tampoco dice, solamente: cumplid vuestra obligación así en general, para que lleguéis todavía allá arriba, al cielo —allí queda todavía un lugarcito para vosotros—. No dice, tampoco: Dios es un buen hombre, no se toma las cosas tan a mal, todo irá bien. No: el Apocalipsis dice, simplemente: ¿qué quiere Dios de vosotros en un tiempo apocalíptico? Respuesta: espíritu de mártires.
¿Qué significa espíritu de mártires?». Esto tienen que decírselo ustedes mismos a menudo. Se lo dice así rápido y sin pensar, «espíritu de mártires». En primer término, es la disposición interior que exclama: querido Dios, estoy dispuesto en todo momento a dejar que me corten la cabeza, si eso te alegra. Naturalmente, cuando se está sentado en el despacho o cuando se tiene todo bien cubierto para comer y beber puede decirse, muy alegremente: Querido Dios, estoy dispuesto. Y si se escucha que allá arriba, en la luna, se da eso, aquí en la tierra todo está tranquilo. O, por ejemplo, allá en Europa o en África se puede obtener la corona del martirio, pero ¿aquí en América? No. Entonces se puede decir alguna vez muy alegremente: querido Dios, sí, sí, yo estoy dispuesto también. Pero si se vive en una situación como la de hoy, en que se siente que mañana las cosas pueden ponerse serias, decir, entonces: Dios querido, estoy dispuesto a dejarme matar por amor a ti, es otra cosa.
No deben perder de vista lo que puede hacer especialmente difícil esta disposición de ánimo: tienen que imaginarse que, una vez, las cosas se pusiesen realmente difíciles. Entonces yo tendría que decirme: querido Dios, yo como hombre estaría dispuesto. Pero si no les caigo bien a esos,3 ¿qué sucederá con mi esposa, que sucederá con mis hijos si les hacen menos accesible el sustento? ¿Pueden imaginarse que eso puede representar una gran dificultad? ¡Cuántas mujeres de Alemania fueron heroicas en su tiempo al decir a sus maridos!: por mí no tienes por qué tener miramientos. Esto es heroísmo. Hay que situarse en la vida de familia, ¿verdad?
O piensen en uno de nuestros padres,4 que recibió siempre de nuevo el aliento de sus papás: ¡mantente firme! Después tuvo que sufrir la decapitación. Naturalmente, si se pertenece al estado virginal, en tales épocas se tiene la ventaja de que no es preciso tener miramientos por tales cosas. En síntesis, el Apocalipsis plantea exigencias heroicas. Por tanto, no es solamente algo así general, mediocre. Por eso, primero, la disposición a morir mártir, segundo, incluso el anhelo de ello.
¿Y qué significa tener anhelo de morir mártir? Basta que se pregunten: ¿de qué tiene anhelo mi corazón? Verdaderamente, la naturaleza humana no tiene ningún anhelo de ser asesinada; sería anormal. ¿Qué significa todo esto? El Señor tiene que intervenir muy profundamente en nuestro interior para que, de pronto, veamos las cosas de forma totalmente distinta a como las ve el hombre común. Y, por último, el Apocalipsis exige libertad interior del miedo a la muerte.
Abran, por favor, el capítulo cinco del Apocalipsis.
Primeramente tengo que indicarles el contexto. Lo que me importa ahora es demostrarles que el Apocalipsis exige realmente