Del big bang al Homo sapiens. Antonio Vélez
vale la pena señalar una diferencia esencial entre el diseño de los ingenieros y el que realiza la naturaleza: en el primero, por lo general se diseña una pieza para cada función; mientras que la naturaleza va acumulando más y más funciones sobre los mismos órganos. En otros términos, el diseño humano se caracteriza porque los elementos constituyentes son unifuncionales, mientras que la naturaleza los vuelve multifuncionales. Un ejemplo destacado lo proporciona el cerebro. En efecto, cada región o zona cerebral tiene asignada alguna función principal y un conjunto amplio de funciones accesorias adicionales.
Convergencia evolutiva
Un fenómeno muy interesante es el de convergencia evolutiva: especies que marchan evolutivamente por caminos apartados y, no obstante, llegan a poseer características semejantes. Puede comprobarse que, en no pocos casos, a igualdad de condiciones del nicho ecológico corresponde igualdad de resultados evolutivos, ya sea en el plano anatómico —el más visible—, en el fisiológico o, muchas veces, en el psicológico o de comportamiento.
El anticongelante que producen los peces del Ártico es parecido al de los de la Antártida, a pesar de la enorme distancia. Los picos de algunas aves que han evolucionado por líneas diferentes han llegado, cuando el tipo de alimento es semejante, a mostrar parecidos asombrosos. El ojo de los cefalópodos —pulpos y calamares— y el de los mamíferos son similares en todos sus detalles, a pesar de haber seguido rutas evolutivas o filogenéticas tan divergentes. Una función común, la visión, ha forjado la similitud. Hasta el momento se conocen más de cuarenta líneas evolutivas diferentes que han desarrollado ojos —o fotorreceptores— por caminos independientes (Salvini-Plawen y Mayr, 1977), pero, muchas de ellos, con diseños ópticos bastante similares. Los caminos evolutivos de mamíferos placentarios y marsupiales se separaron desde hace más de cien millones de años; no obstante, existía hasta hace poco un lobo marsupial muy parecido al placentario, y existe una ardilla voladora marsupial de características morfológicas semejantes a las de la ardilla común.
En la actualidad existen varias clases de mirmecófagos o comedores de hormigas (en realidad, sus dietas están constituidas fundamentalmente por termitas), pertenecientes a especies alejadísimas entre sí. El oso hormiguero de América del Sur es un mamífero placentario de la familia del armadillo y el perezoso, mientras que los pangolines de África y Asia, también placentarios, tienen la misma especialidad gastronómica, pero sus líneas filogenéticas están bastante alejadas de las del primero. En Australia existen dos especialistas de esta misma dieta: uno marsupial, el Myrmecobius, y uno monotrema, el oso hormiguero espinoso o equidna. Lo interesante del caso es que todos estos animales tienen garras fuertes para abrir los termiteros, un hocico tubular y una lengua larga, delgada y pegajosa, diseñada para extraer las termitas e ingerirlas. Asimismo, todos ellos han perdido los dientes, pues no los requieren, y son dueños de un metabolismo en extremo lento. Una dieta común e innumerables milenios de evolución han labrado la similitud entre las respectivas estructuras anatómicas y fisiológicas.
La sopa de nido de golondrina, un plato exquisito para los orientales, es confeccionada a partir de una sustancia blanca y traslúcida parecida a la goma arábiga, producto elaborado en las glándulas salivares de las salanganas —algunos las confunden con las golondrinas—, pájaros que viven en grandes y profundas cuevas en las que no penetra la luz solar. Para desplazarse en las zonas más oscuras, sitio preferido para sus nidos, las aves emiten una especie de chillido cuyo eco, debidamente interpretado, les permite reconocer los obstáculos y demás detalles topográficos del entorno (el mismo fundamento del sonar). En América del Sur existe otra especie de pájaro, el guácharo, también habitante de cuevas oscuras, que está dotado de estructuras acústicas para la ecolocalización muy similares a las de las salanganas. Los murciélagos completan el trío de especialistas en el manejo del eco como remplazo de la vista. Estos príncipes de las tinieblas son capaces de moverse con precisión en un recinto completamente oscuro y atravesado por obstáculos, y pueden cazar pequeños insectos en movimiento en medio de la oscuridad absoluta.
La localización utilizando las variaciones del campo eléctrico generado internamente es propiedad común a rayas, lucios y anguilas. Estas tres especies han desarrollado, cada una por su lado, la capacidad de generar un campo electrostático variable alrededor de su cuerpo, así como los mecanismos apropiados para interpretar las perturbaciones de este, con el fin de localizar las presas en sitios donde la oscuridad o la turbidez del agua hacen imposible la visión directa.
La observación atenta de la naturaleza siempre nos depara sorpresas nuevas. Una de ellas, en especial, está relacionada con las plantas carnívoras. Los jugos gástricos de estas especies vegetales (Luttge, 1985) contienen ácido clorhídrico, como ocurre en el reino animal, y unas enzimas, las proteasas, de naturaleza química semejante a la pepsina, encargadas de hidrolizar las proteínas. Las necesidades digestivas imponen condiciones evolutivas tan restringidas que las especies terminan convergiendo en un punto común.
3. Casos particulares del modelo darwiniano
La vida solo tiene una función: / nueva vida. / De vida en vida. / Vida transmitiéndose la vida. / Las lagartijas lo que hacen es hacer más lagartijas. / ¿Y no es la generación la razón de nuestra existencia? / Siendo todos hijos de un único engendrador
Ernesto Cardenal. Cántico cósmico
Tal vez el mayor impedimento para la propagación de una nueva teoría científica puede ser el que de ella se deriven conclusiones en desacuerdo con explicaciones ya existentes y aprobadas. Y el asunto es peor cuando hay estrechos contactos entre lo científico y lo religioso. Galileo sufrió en carne propia lo que se acaba de decir cuando trató de explicarle a la gente el sistema heliocéntrico, en desacuerdo completo con las creencias cristianas del momento. Copérnico no tuvo el atrevimiento de publicar en vida su obra magna, Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes, en la que establecía el modelo heliocéntrico, por temor a la Santa Inquisición. Darwin vivió una historia similar, pues propuso un origen para el hombre y las demás especies muy diferente del bíblico. Y hoy, más de un siglo después, la situación no parece haber cambiado sustancialmente: todavía son numerosísimas las personas que consideran que las enseñanzas evolutivas son contrarias a la fe.
Figura 3.1 El Beagle, barco en el que Darwin hizo su travesía
Fuente: imagen de Wikipedia.
Durante el siglo xx y en distintas oportunidades se han propuesto teorías o modelos de procesos evolutivos que, mirados superficialmente, dan la impresión de tratarse de propuestas completamente diferentes; sin embargo, como se mostrará en los párrafos siguientes, todos ellos son en realidad casos particulares del modelo general presentado en el capítulo anterior. Más aún, algunos pensadores le han dado a ese mecanismo de variación y selección el carácter de principio universal, el único capaz de crear complejidad sin necesidad de recurrir a ningún tipo de ayuda exterior. El filósofo vienés Karl Popper considera que dicho mecanismo está presente en la base misma de la creatividad del cerebro humano. Asimismo, como se demostrará más adelante, el mismo principio es el motor principal de toda la evolución cultural.
Adaptación y especiación
En el transcurso del proceso evolutivo pueden reconocerse dos etapas o fases bien definidas: la adaptación y la especiación. Durante la adaptación, los organismos se modifican en consonancia con las variaciones que presente el nicho a lo largo del tiempo; pero los distintos grupos que conforman una misma especie pueden cruzarse libremente entre ellos y compartir un conjunto de características fundamentales que permiten identificarlos como coespecíficos. Por otra parte, consideran los biólogos que ha ocurrido especiación, esto es, que ha aparecido una nueva especie o rama biológica, cuando un grupo particular de organismos se ha modificado hasta llegar a un punto en que ya sus individuos no pueden cruzarse de forma natural con sus antiguos compañeros. Dícese entonces que se ha producido aislamiento reproductivo, hecho que nos sirve de argumento para clasificar la rama recién aparecida como una nueva especie. En ocasiones, cuando los cambios ocurridos no son significativos, se habla de subespecie.
A veces el aislamiento reproductivo no es completo y, sin embargo, se habla de especies