La Palabra del Señor. Pedro Alurralde
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todo las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y éstos les dijeron: “Es verdad ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan» Lc 24,13-35
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«... Ellos preparan la mesa, presentan la comida, y Dios, a quien no le habían reconocido en la explicación de la Escritura, es descubierto en la fracción del pan. No fue escuchando los preceptos de Dios cómo ellos fueron iluminados, sino cumpliéndolos: No son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, esos serán declarados justos (Rm 2,13). Quien quiera comprender lo que ha oído, que se apresure a poner en práctica lo que haya podido captar. El Señor no fue reconocido mientras hablaba; él se ha dignado manifestarse cuando se le ha ofrecido algo para comer. Amemos, pues, la hospitalidad, hermanos queridísimos; amemos la práctica de la caridad. De ella nos habla Pablo: Permanezca entre ustedes la fraternidad; no se olviden de la hospitalidad, pues por ella, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Hb 13,1-2). Pedro dice también: Sean hospitalarios unos con otros sin murmuración (1 P 4,9). Y la Verdad nos habla de lo mismo: Peregriné y me recibieron (Mt 25,35)... Cuantas veces hicieron eso a uno de estos mis hermanos menores, nos dirá el Señor en el día del juicio, a mí me lo hicieron (Mt 25,40)... Y, a pesar de todo, ¡somos tan perezosos frente a la gracia de la hospitalidad! Midamos, hermanos míos, la grandeza de esta virtud. Recibamos a Cristo en nuestra mesa, a fin de poder ser admitidos en su festín eterno. Demos ahora hospitalidad a Cristo, presente en el peregrino, a fin de que el día del juicio no nos ignore como extranjeros, sino que nos reciba como hermanos en su Reino»20.
LA PEDAGOGÍA DEL CAMINO
La vida del hombre es habitualmente un largo camino. El hombre es tierra que anda. Pero cuando este camino se encara con óptica de fe, se convierte entonces en peregrinación, y el cristiano en peregrino.
El camino de los peregrinos de Emaús tiene un carácter ejemplar para nosotros los creyentes. Y la presencia del Señor resulta iluminadora.
Somos una iglesia pascual que peregrina en la fraternidad, y que se nutre de tres vivencias pascuales, claramente explicitadas por el Señor resucitado a través de sus palabras y de sus gestos.
La primera está relacionada con el sacramento de la palabra hecha letra. El discípulo tendrá que ser un hombre de la Palabra, primero por escucharla y conocerla, y luego, por anunciarla. “Les interpretó en todo las Escrituras lo que se refería a él”.
La segunda vivencia pascual, está íntimamente vinculada con la Eucaristía, sacramento pascual por excelencia; en donde nos alimentamos de la palabra hecha carne. “Tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio”.
La tercera está representada por el sacramento del hermano. “Nosotros sabemos que hemos pasado (pascua) de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos”.
Al asumir a nuestro hermano como un sujeto amable y no como un mero objeto de consumo, estaremos experimentando también una vivencia pascual. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
Cuenta el Papa Gregorio el Grande (siglo VI) en su vida de san Benito, que un sacerdote fue a visitar al monje en la solitaria ermita donde vivía; y recordarle que ese día era Pascua. El hombre de Dios, mirándolo le dijo: “¡Verte a ti hermano, ha sido pascua para mí!”.
20. San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,3 (23); PL 76,1182-1183 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, i 4).
DOMINGO 4º
«En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”» Jn 10,1-10
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«Si uno entra por mí, estará a salvo: entrará y saldrá y encontrará pasto (Jn 10,9). Entrará, en efecto, abriéndose a la fe, y saldrá al pasar de la fe a la visión, de la creencia a la contemplación, y encontrará pasto en el festín eterno. Las ovejas encontrarán su pasto, porque cualquiera que le siga con un corazón sencillo es alimentado con pastos siempre verdes. Y ¿cuál es el pasto de estas ovejas, sino los gozos íntimos de un paraíso siempre verde? Sí, el pasto de los elegidos es el rostro de Dios siempre presente. Contemplándole sin fin, el espíritu se sacia sin fin del alimento de vida...
Busquemos, hermanos queridos, este pasto para gozarnos en él con los ciudadanos del cielo. La alegría de los que se gozan en él nos invita... Arriba los corazones, hermanos, que nuestra fe se reanime en lo que ha creído, y que de lo alto se inflamen sus deseos. Amar así es ya ponerse en camino. Que ninguna adversidad nos desvíe del gozo de esta fiesta interior, porque, si alguno desea verdaderamente llegar al término que se propone, las asperezas del camino no detendrán su fervor. Que ninguna prosperidad lisonjera nos seduzca. Sería estúpido el viajero que durante el camino se detuviese en contemplar magníficos paisajes y se olvidara del término de su viaje»21.
LA VOZ DEL PASTOR
En la Palestina de los tiempos de Jesús, la figura del pastor de ovejas, tenía mucho relieve en la Escritura, y respondía a un contexto geográfico y cultural, no siempre familiar al hombre urbano. Sin embargo, su simbología y el mensaje que transmite, mantendrá siempre actualidad.
Los textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh como pastor de su pueblo, alcanzan ahora su plenitud a la luz de la pascua; presentándonos a Jesús como el buen Pastor. Y también como la Puerta, por donde entran sus ovejas al recinto de la iglesia: espacio de contención y de salvación.
Jesucristo muere por amor a sus ovejas, en un último y supremo acto de libertad. Su vida, libremente entregada y recuperada, se ha convertido para nosotros, en fuente de la que mana Vida en abundancia.
Años atrás una conocida empresa fonográfica, usaba como emblema la imagen de un perro frente a un antiguo gramófono, escuchando perplejo y asombrado la voz de su dueño reproducida en el disco de pasta.
Por eso, es bueno y necesario, recalcar la diferencia existente entre: el oír y el escuchar. Podemos estar oyendo distraídamente radio y al mismo tiempo estar hablando con una persona. Pero a la Sagrada Escritura no basta con oírla, sino que hay que escucharla; es decir, interiorizarla;