Del hombre a Dios. Omraam Mikhaël Aïvanhov

Del hombre a Dios - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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Aretz: la Tierra, o bien, Olam Iesodoth, es decir, el mundo de los fundamentos.

      Si los cabalistas han llamado Árbol de Vida a esta figura, es porque el conjunto que forman los sefirot debe ser comprendido, precisamente, teniendo en cuenta la imagen del árbol.

      ¿De qué se compone un árbol? Tiene raíces, un tronco, ramas, hojas, flores y frutos, que son solidarios entre sí. De la misma manera, los sefirot están relacionados entre sí mediante vías de comunicación denominadas “senderos”. Hay 22 de estos senderos, y son designados con las 22 letras del alfabeto hebreo:

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      Los 22 senderos y los 10 sefirot son llamados las 32 vías de la Sabiduría, que están situadas, simbólicamente, en Hochmah. Comprenderéis mejor la naturaleza y la función de estas treinta y dos vías si tratáis de ver una relación con el hecho de que tenemos 32 dientes. Sí, ¿y no se habla, acaso, de las “muelas del juicio”? Tenemos 32 dientes para masticar el alimento, y los 32 senderos son también, de alguna forma, dientes gracias a los cuales masticamos los alimentos psíquicos y espirituales que cada día recibimos. Gracias a esta masticación llegamos a adquirir la sabiduría. Volverse sabio consiste en masticar las experiencias que realizamos cada día para extraer de ellas el jugo nutritivo.

      Las 32 vías de la Sabiduría conectan los 10 sefirot, cada uno de ellos con sus 5 divisiones; por eso la Cábala dice que nos llevan a las 50 puertas de la Inteligencia, que son atribuidas simbólicamente a la séfira Binah. Para abrir puertas es necesario poseer llaves. Y la verdadera llave en la Ciencia iniciática, es el conocimiento del hombre mismo. El Iniciado puede conocerlo todo porque se conoce a sí mismo. En ciertas representaciones, en ciertos frescos egipcios, por ejemplo, el Iniciado tiene en la mano una especie de llave de forma idéntica al símbolo de Venus.

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      Sin duda vosotros os preguntaréis: “¿Por qué diez sefirot? ¿Acaso el universo está realmente dividido en diez regiones?” No, y con respecto a esto hay un punto importante que debéis comprender. El Árbol sefirótico no está destinado a enseñarnos astronomía ni cosmología. En realidad, nadie puede decir exactamente lo que es el universo, ni cómo ha sido creado. El Árbol sefirótico representa un sistema de explicación del mundo que es de naturaleza mística. Sus bases se remontan a miles de años atrás. Los espíritus excepcionales que lo concibieron, no poseían evidentemente telescopios, ni siquiera gafas astronómicas. Gracias a la meditación, a la contemplación, gracias a una vida interior intensa, lograron captar una realidad cósmica que tradujeron con ayuda de imágenes y de relatos simbólicos. Y es esta tradición que se ha ido manteniendo y meditando a lo largo de los siglos, la que, en lo esencial, ha llegado hasta nosotros. El Árbol sefirótico no es, por tanto, una descripción exacta de nuestro universo, lo que explica la ausencia de ciertos planetas, la posición del sol, etc...

      Volvamos a los diez sefirot. ¿Por qué diez? Porque este número representa una totalidad, un conjunto completo. Séfira, como ya os he dicho, significa numeración. Es a partir de los diez primeros números que todas las combinaciones numéricas son posibles. Dios creó, en primer lugar, diez números, los diez sefirot, y con estos diez números puede crear también otros, es decir, existencias hasta el infinito.

      Los cabalistas mencionan, aunque muy raramente, una undécima séfira: Daath, cuyo nombre significa: “saber”. La sitúan entre Kether y Tipheret, pero no figura generalmente en las representaciones del Árbol sefirótico.

      Este cuadro de sefirot, como veis, representa solamente las fuerzas del bien. Para vuestro perfeccionamiento, éstas son las únicas que debéis estudiar, sobre las que debéis concentraros. Pero la verdad es que la Cábala menciona también los diez sefirot tenebrosos, denominados kliphoth, y que representan el reflejo invertido de los sefirot divinos, exactamente como el Diablo es el reflejo invertido de Dios. Estos sefirot maléficos tienen también sus nombres, sus jerarquías de espíritus, pero no entraré en detalles, y no quiero pronunciar sus nombres porque no deseo conectarme con ellos.

      Finalmente, más allá de la séfira Kether, los cabalistas sitúan una región a la que llaman Ain Soph Aur: luz sin fin, que es la región del Absoluto, de Dios no manifestado.

      Para los cabalistas, el universo constituye una unidad de la que el Árbol sefirótico es la expresión perfecta. Pero en esta unidad, distinguen varias regiones.

      En una primera división aparecen 4 planos. De arriba a abajo son:

      – Olam Atsiluth, o mundo de las emanaciones, formado por los sefirot Kether, Hochmah y Binah.

      – Olam Briah, o mundo de la creación, formado por los sefirot Hesed, Geburah y Tipheret.

      – Olam Ietsirah, o mundo de la formación, compuesto por los sefirot Netzach, Hod y Iesod.

      – Olam Asiah, o mundo de la acción, formado por una única séfira, Malkut.

      Ahí también, entre el mundo de arriba y el mundo de abajo, existe una jerarquización que tiene también su correspondencia en el ser humano:

      – A Olam Atsiluth corresponde Neschamah, es decir, el plano divino del alma y del espíritu.

      – A Olam Briah corresponde Ruah, es decir, el plano mental, el intelecto.

      – A Olam Ietsirah corresponde Nephesch, es decir, el plano astral, el corazón.

      – A Olam Asiah corresponde Guph, el cuerpo físico.

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      Otra repartición, hace aparecer tres pilares:

      – A la derecha, el pilar de la Clemencia, llamado Yakin, que es un poder positivo, activo, y que comprende los sefirot Hochmah, Hesed y Netzach.

      – A la izquierda, el pilar del Rigor, denominado Boaz, que es un poder femenino, pasivo, y que comprende los sefirot Binah, Geburah y Hod.

      – Finalmente, el pilar central que equilibra a los otros dos, está compuesto por los sefirot Kether, Daath, Tipheret, Iesod y Malkut.

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      Esta división expresa la idea de que el universo está gobernado por los dos principios antagonistas, masculino y femenino, de atracción y de repulsión, de amor y de odio, de clemencia y de rigor y que, para armonizarse, estos poderes deben encontrarse en el centro.

      Ahí poseéis ya los elementos esenciales del Árbol sefirótico. ¿Qué haréis con ellos?... Para un Instructor, es una responsabilidad muy grave la de introducir a los humanos en el santuario de la Divinidad, porque sabe que muy pocas personas están preparadas para comprender estas nociones y utilizarlas correctamente. Sin mencionar a los que se servirán de ellas para prácticas mágicas totalmente censurables, muchos, por ignorar su carácter sagrado, se imaginan que pueden pasearse inmediatamente en medio de estos nombres como quien se pasea en un jardín público y jugar con los sefirot como si fuesen pelotas. Hay que abordar estos


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