Las alas del reino I - Cuervo de cuarzo. Tamine Rasse

Las alas del reino I - Cuervo de cuarzo - Tamine Rasse


Скачать книгу
y tenía un bigote demasiado grande para su cara. Luego le habló a los demás— ¿Cómo la ven chicos? Una moza.

      Genial. Al menos no se había detenido en el hecho de que los buenos días habían pasado hace ya un rato.

      —Una mujer —añadió otro, un hombre rechoncho con la calva quemada por el sol—, serías la primera.

      —A ver cuánto dura —sumó un cuarto hombre, parecía el más joven de todos, pero con la sonrisa más amarga.

      —Soy muy buena con los caballos —me defendí antes de que pudieran seguir hablando como si no estuviera allí—, además aprendo rápido.

      —Ya veremos —dijo el joven.

      —Ya basta muchachos —los reprendió el caballerizo mayor—. ¿Dónde están sus modales? Están en presencia de una dama.

      De alguna manera, eso me hizo sonrojarme todavía más.

      —Empezarás con algo sencillo —dijo, dirigiéndose a mí—. Esta tarde limpiarás el suelo del establo de la derecha, y cuando termines le darás de comer a los caballos de ese mismo establo. Lo quiero tan limpio que pueda comer de él.

      —¿Y los otros establos?

      Los tres hombres estallaron en risas, pero el jefe se quedó muy serio. Supe de inmediato que no había hecho la pregunta correcta.

      —No les va bien aquí —-me advirtió muy serio—, a los que no saben seguir instrucciones.

      —Lo siento —dije, pero no lo sentía. Había sido tan sólo una pregunta.

      —Ahora vete a trabajar. Ah, y no vuelvas a llegar tarde, niña.

      Forcé una sonrisa y me di media vuelta. El desprecio con el que había pronunciado la última palabra me picaba en la nuca, tentándome a volverme y decirle unas cuantas cosas. No lo arruines, Bo, me dije a mí misma con esa voz en mi cabeza que se parecía poderosamente a la de Eli. Tan sólo olvídalo.

      Gracias a la Estrella, había algo más fuerte que mi rabia, y esa era mi curiosidad. Si antes me había parecido una mala idea forzar la cerradura de los establos, ahora me parecía aún peor, lo que significaba que tendría que hacerlo entrada la madrugada, y con mucho cuidado.

       XII Novedades de una vida monótona

      —Cepíllalo bien, Lily —le pedí a mi doncella—. Quedaron un montón de nudos con esa horrible trenza que me obligaron a usar.

      —La verdad, su alteza —empezó Selma, mi otra doncella, quien nos miraba desde uno de los sofás—, creo que le sentó bien el cambio de estilo. Además, Lily trabajó muy duro en esa trenza, su cabello no es cosa fácil.

      —Agh, Lily ¿sabes que no me refería a eso verdad? —Selma siempre estaba intentando hacerme quedar mal, pero a pesar de lo que ella creía yo apreciaba el trabajo de ambas—. Le habría quedado preciosa a cualquiera que no fuera yo.

      —Lo sé, su alteza —sonrió Lily, sin darle importancia al comentario. Por eso Lily era mi favorita—. Me recomendaron una nueva loción para su cabello, supuestamente, le dará brillo y lo refrescará, ¿le gustaría probarla?

      —¿La probaste tú?

      —Así es, sí se siente muy refrescante.

      —Entonces hazlo, nunca son demasiados mimos.

      —Sí, su alteza.

      Lily sacó una botella pequeña de su delantal, al abrirla, un fuerte aroma a eucalipto llenó la habitación, puso un poco en sus manos y comenzó a hidratar mis rizos uno por uno.

      —¿Uh? ¿Qué es ese ruido? —le preguntó a Selma cuando se armó un alboroto afuera.

      —¿Son los caballos? —-me parecía extraño. Mi padre prácticamente nunca usaba a los caballos, y que yo recordara, nunca habían paseado cerca del palacio. Para eso teníamos grandes explanadas de pasto.

      —Sí, su alteza. Ayer llegó una nueva tanda de personal desde el pueblo, por el ruido, diría que la guardia está formando a los nuevos cadetes.

      —No sabía que vendrían novatos —comentó Lily.

      —Yo tampoco —me levanté para asomarme por la ventana. A veces podía llegar a molestarme el hecho de que Selma pareciera saber mucho más de la vida en el palacio que yo misma, y aunque constantemente me repetía que era debido a la gran cantidad de años que llevaba allí antes que yo, eso no evitaba el sabor amargo que luchaba por no sentir en la boca.

      —No sabía que la guardia se formaba en el jardín invernal —admití. Al menos nunca lo había visto.

      —Sólo lo hacen cuando nuevos integrantes entran a las filas. La última vez que ocurrió, usted era apenas una bebé, su alteza.

      Con qué nuevos integrantes. Eso sonaba prometedor.

      —Ven Lily, vamos a ver.

      —Pero señorita, su cabello…

      —Puedes terminarlo después, anda, vamos.

      A pesar de la evidente desaprobación de Selma, Lily me abrió la puerta y prácticamente corrimos escaleras abajo hasta uno de los portales que daba al patio interno.

      —Espere, su alteza —apuró Lily.

      —Ya te lo dije Lily, no es necesario que me llames así cuando Selma no está cerca.

      —Sí, señorita —contestó. No había manera de que lograra llamarme por mi nombre—. Déjeme arreglarla un poco, se despeinó corriendo hacia aquí.

      —Está bien —acepté—, pero date prisa, por favor.

      Desde mi ventana no se veía el jardín invernal, sino el patio exterior por el lado del jardín de peonías, y aunque las flores eran muy bonitas, rápidamente aburrían. Pero ¿la guardia real aceptando nuevos miembros? Probablemente sería la única vez que lo vería en una o dos décadas.

      Tan pronto como Lily hubo terminado con mi cabello, le pedí que abriera la puerta tan sólo un poco, para no interrumpir la reunión. Tenía la impresión de que a mi padre no le gustaría que estuviera entrometiéndome en asuntos de la Guardia, y a pesar de que explícitamente no lo tenía prohibido, pensé que era mejor andarme con cuidado.

      Pero no estaba lista para lo que vería.

       Oh, Estrella.

      Ahí estaba. El chico del solsticio de invierno, de pie en mi propio jardín, derecho como un álamo y con la mirada fija en el general.

      Cerré la puerta tan rápido como pude sin hacer ruido, y tomé a Lily de la mano.

      —Vámonos de aquí —dije, sin ofrecer más explicación.

      —¿Señorita? ¿Se encuentra bien? —quería saber Lily mientras trotaba escaleras arriba, tratando de seguirme el paso.

      —Estoy bien.

      No lo estaba. En ese momento sus ropas sencillas de la noche anterior cobraban sentido, su forma de bailar que aún necesitaba perfeccionarse, sus zapatos lustrados, pero definitivamente viejos. El muchacho del baile había venido a mi hogar en busca de un mejor futuro, uno en el que se quedaba aquí por una gran cantidad de años. No quería admitir que me ponía nerviosa, que había pasado gran parte de la noche anterior viendo su rostro en mi ventana, y que desearía no haberlo sabido, ya que ahora no podría sacármelo de la cabeza.

       ¿Podría ser que…?

      No. E incluso si existiera algo como el amor a primera vista, no


Скачать книгу