Libertad para Belén. Soledad Deza

Libertad para Belén - Soledad Deza


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por el Derecho a Decidir, que queremos ayudarla. Le cuen­to de “María Magdalena”, un caso similar del año 2012 en el que la Justicia absolvió por violación de secreto profe­sional a una joven tucumana que fue acusada de aborto por sus médicas. le explico que quienes la atendieron en el Hospital tenían la obligación de cuidarla. le hablo de la confidencialidad. Le hablo mucho. Ella llora y se tapa la cara. Me dice que no da más. Extraña a su familia.

      Se calma. Me cuenta que está presa desde hace más de dos años y que los médicos dijeron cosas horribles de ella el jueves pasado en el “juicio”. Que la acusaban de cosas que ella no había hecho. Vuelve a llorar: “¿Cómo van a pensar que yo hice algo así?”. Yo le agarro la mano y lloramos las dos.

      Le pregunto qué pruebas hay. Me mira sorprendida y me contesta que nunca vio su causa. Que nunca leyó un escrito de su expediente. Solo vio una vez a su abogada Defensora de oficio y la recuerda mal, le pedía que se haga cargo de lo había hecho. Me cuenta que le pidió que se fuera.

      Pasan 3 horas sin que nos demos cuenta. Sin que yo al menos me dé cuenta. Me pide que tome su defensa, pero le explico que no leí el expediente y al ser día de alegato, no podría defenderla. Le aseguro que estaré ahí para acom­pañarla. Ella le hablará mañana a los Jueces me dice. Yo le digo que esté tranquila que todo se va arreglar y que ha­brá justicia para ella.

      Subo a mi auto y manejo automáticamente bajo la llo­vizna que no para. Pienso con pesar que es muy común hablar de la deshumanización de la relación médico-pa­ciente, este caso transparente de falta de humanidad. Pero ¿Qué pasa con la relación abogado-cliente? ¿En qué mo­mento asumimos que los operadores del derecho pueden deshumanizarse y eso no está mal? Una persona enjuicia­da que no conoce las pruebas que hay en su contra y que no ha leído una sola presentación que se ha hecho en su nombre es la viva imagen de una puerta “minúscula” de acceso a la justicia.

      Después las dos recordaríamos muchas veces ese día con cariño. Ella me imita: “Hoooola” y abre los brazos, pa­rece que así me presenté yo.

      Lunes 18 de abril de 2.016. Son las 10. Conozco a una de sus hermanas y a dos tías. Nadie más se encuentra en la Sala de Juicio.

      Llegan puntuales los Jueces: Dante Ibáñez, Fabián Fradejas y Rafael Macoritto. Está el Fiscal Carlos Sale. Está Belén esposada y su custodia penitenciaria se ubica a su lado. Están esperando que llegue su Defensora. Todos la es­peramos, no sólo Belén. Media hora después, el Presidente del tribunal se muestra muy molesto -como no estarlo- y pide a su Secretario busque urgente a la Dra. Norma Bulacios. “No es posible esta demora, estamos todos esperando a ella” dice a viva voz el Dr. Ibáñez.

      La Defensora aparece al rato y pide disculpas. Comienza su alegato y argumenta que Belén “estaba en estado de shock”. Se queja que no le permitieron hacer una prueba de “junta médica” para probarlo. Pasa por alto sin ni siquiera mencionar que su Defendida negó haber cometido el deli-to que se le imputaba. la Defensora habla de “estado puer­peral”. nada dice sobre las contradicciones de las pruebas documentales que se recolectaron en la etapa de investiga­ción. Y promediando el final de su exposición monocorde sobre un estado de ánimo, como una especie de posdata, la Dra. norma Bulacios lanza al tribunal su última frase “y además, no hay ADN”.

      Belén me mira. Yo la miro. Siento que cada vez entien­do menos.

      Hace su alegato el Fiscal. De sus dichos sólo me parece importante registrar que citó la “convención americana Belem do Pará” como instrumento para proteger la vida del feto. A partir de ese solo dato, creo que todo sobre abunda­ría a la hora de describir la exposición y la mirada del caso que presentó el Fiscal Sale.

      Finalmente habló Belén en su juicio:

      “Antes que nada, le quiero decir que yo no sabía que es­taba embarazada, no me pueden decir que yo cometí seme­jante atrocidad. ¿Cómo pueden decir que corté el cordón? Es imposible cortar un cordón, presencié el parto de mi so­brino. Me pusieron un calmante por una vía; y cuando me despierto, estaba llena de sangre, un empleado policial me estaba mirando mis partes. ¿Dónde hay un ADN que diga que es mi hijo? me sentí dos años de mi vida lejos de mi fa­milia; estuve cinco días internada en el Hospital ¿y dicen que hice eso? Yo no hice daño a nadie, ellos no me pregun­taron si como estaba o si necesitaba ayuda. Las psicólogas se arrimaron, cuando me llevaron a la sala de parto no me cuidaron, después entró una empleada y me empezó a tra­tar mal como si fuera una asesina, me acusan sin pruebas. ¿Dónde están las pruebas que digan que soy una asesina, como piensan que soy? Yo necesito estar con mi familia, des­de el primer día me alejaron. Yo, lo único que pido, no soy ninguna asesina. Yo no maté a nadie, estoy mal, pido que me tengan piedad, estoy destrozada. Ver a mi mamá que se va del penal, a mi sobrino, ¿Cómo piensan que yo voy a matar a alguien? Nunca hice daño a nadie, es injusto lo que están haciendo, es injusto lo que dicen de mí, ellos no saben cómo estoy yo. Lo único que les pido es que tengan piedad, yo jamás maté a nadie, no me pueden acusar de semejan­te cosa. Denme la oportunidad de estar con mi familia. No aguanto más, No doy más.”

      Ella vuelve llorando a su lugar, se da vuelta y mira a su hermana que también llora. Los Jueces dicen que pasarán a cuarto intermedio hasta el día siguiente y dictarán recién sentencia.

      La verdadera sorpresa no fue constatar que la Defensora oficial de Belén no daba muestras de conocer el expedien­te. tampoco fue una verdadera sorpresa la ignorancia del Fiscal al citar legislación para la erradicación de la violen­cia que sufren las mujeres y eludir valorar la violencia de la investigación que su Ministerio Público había llevado a cabo sobre Belén. La verdadera sorpresa fue comprobar que Belén se defendía mucho mejor a sí misma de lo que ha­bían hecho sus Defensas anteriores.

      Los alegatos son importantes en cualquier juicio, pero sobre todo en los juicios penales porque son orales y las partes -acusadora y defensora- tiene oportunidad de ha­blarle directamente al tribunal que dictará la condena. Es una argumentación meticulosa sobre las pruebas que exis­ten en contra de la imputada -sobre ello alega la Defensa- y un repaso sobre las pruebas que apoyan la acusación -so­bre ello alega el Fiscal-. técnicamente se llaman “alegato de bien probado” y se supone que es la oportunidad cúlmine en que cada parte cierra su idea. lo vimos en muchas películas.

      Lo llamativo es que la Defensa de Belén no haya mencio­nado nada sobre el desastre probatorio con el cual se estaba envolviendo para regalo a su defendida: vicios de la inves­tigación como es la inclusión de testimonios recolectados ilegalmente o contradicciones en los tiempos, los lugares y los modos de los hechos. Quizás ese silencio fue llama­tivo solamente para mí. Quizás ese silencio de la Defensa no fue casual, sino que fue funcional para consolidar una cosmovisión moral que se vería reflejada luego en la sen­tencia. No lo sé.

      Martes 19 de abril. a las 10 hará conocer el tribunal su sentencia.

      De vuelta los pocos de ayer: dos tías, una de sus herma­nas, las guardia cárceles que la rodean, sus Jueces, el Fiscal y yo. Llega Belén con su Defensora. llegan juntas. Esta vez me acompaña una médica amiga. Conoce el Hospital des­de adentro y está muy mortificada con el caso.

      Nos sentamos. Toma la palabra el Presidente del tribunal, el Dr. Dante Ibáñez: “Este ha sido tal vez el caso más complejo que nos ha tocado resolver. Sabemos de la ausencia de políticas del Estado para combatir el embarazo no deseado, sabemos de la au­sencia del Estado para la Educación Sexual, pero nos hemos visto en la obligación de atender el valor vida del NN…” (en los puntos suspensivos va el apellido verdadero de Belén, el que 4 me­ses después el mismo Juez revelaría sin razón a la prensa).

      De ahí en más lo que ya se conoce por la prensa, Belén

      Es condenada a 8 años de prisión por “homicidio agravado por el vínculo en circunstancias especiales de atenuación”. Esto último, sabríamos días después cuando dieron los fun­damentos del fallo, porque consideraron que obró en esta­do puerperal. Belén me mira


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