Así se murió en Chile. Liborio Justo

Así se murió en Chile - Liborio Justo


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personalmente al Centro de Estudios Sociales de Santiago, en ómnibus, como siempre le gustaba viajar. Decía que los largos viajes en ómnibus le daban tiempo para pensar y, al mismo tiempo, disfrutar del paisaje...

      Por falta de fondos y no de interés, el Centro no pudo concretar el proyecto de edición del manuscrito en vida de mi padre que falleció en el 2003 a los 101 años sin verlo publicado.

      Recién ahora, en vísperas del 45° aniversario de la caída de Allende, del golpe del 11 de septiembre de 1973, gracias al entusiasmo y la energía de Maximiliano Thibaut de la editorial Cienflores, este manuscrito que tardó varias décadas en salir a la luz, se convertirá en palabra viva.

      Espero que ayude a recordar y entender este singular proyecto político y su trágico desenlace, sobre todo para las generaciones que no lo han vivido directamente, pero han sufrido sus repercusiones hasta el día de hoy.

      Mónica Justo

      Londres, 14 de julio de 2018

      Breve semblanza de un hijo rebelde del siglo XX argentino

      A pocos hombres les calza tan bien como a Liborio Justo la expresión “fue un hijo de su siglo”. La historia de su vida es, en cierta medida, la historia del siglo XX, con su vértigo modernista, sus esperanzas revolucionarias y sus trágicas frustraciones. Nació a la vida política e intelectual con la Reforma Universitaria, la que según sus propias palabras traía “un impulso vital incontenible”. No tardó en identificarse con esa Nueva Generación que “se sentía dueña del mundo” y aspiraba a transformarlo.

      Este impulso romántico y renovador vino a dar, efectivamente, un sentido vital a ese adolescente solitario, angustiado y rebelde que exploraba una y mil formas de escapar al círculo de hierro de su medio. Solitario, individualista pertinaz, dotado como él mismo decía de un “bárbaro orgullo”, participó intensamente del espíritu moderno de su siglo: fue un viajero incansable, deportista tenaz, fotógrafo aficionado y escritor modernista. Pero el encumbramiento de su padre, el general Agustín P. Justo, primero al frente del Ejército argentino y luego como presidente de la República, abrumó al joven que no quiso aceptar el hecho de tener que jugar en la historia el rol ancilar de hijo de su padre.

      Liborio Justo nació, en 1902, en el barrio porteño de Palermo en un hogar tradicional de la oligarquía argentina, el primogénito de varios hermanos. Tanto su padre, el general Justo, como su madre Ana Bernal, eran descendientes de familias patricias cuyos linajes se remontaban a los tiempos del Virreinato del Río de la Plata. Poco tiempo después de su nacimiento, la familia se trasladó a una quinta en la localidad de Bella Vista y años después a otra en la localidad de San Martín, escenarios donde, según su propio testimonio, transcurrió su “niñez solitaria y salvaje”. Cursó los estudios primarios y secundarios en el Colegio La Salle de Buenos Aires. Por entonces, se destacaba en el deporte, acompañaba a su padre en expediciones y a diversos destinos a lo largo del país (Córdoba, Mendoza) y nacían sus inquietudes literarias.

      A comienzos de 1919, siendo estudiante de la Carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, toma parte en las primeras luchas de la Reforma Universitaria que se había iniciado el año anterior. Milita en el Centro de Estudiantes de Medicina y publica sus primeros artículos en su órgano, La Nota. Lector de Jack London, Joseph Conrad, Rudyard Kipling y Horacio Quiroga, anhela una vida de viajes y aventuras, lo que lo lleva a abandonar en cuarto año sus estudios de medicina para recorrer Perú, Bolivia, el sur argentino, Misiones y el Paraguay (1924-25). En 1926, inicia un viaje por Europa y luego otro por los Estados Unidos, para retornar a Buenos Aires en 1927.

      Entre marzo y abril de 1928, realiza un viaje por la Patagonia. En 1929, viaja a Paraguay para trabajar como encargado de una empresa forestal. En 1930, viaja por Tierra del Fuego y Chile. Este mismo año obtiene una beca del Institute of International Education de New York, pero su voluntad rebelde le cierra el camino de investigador en Estados Unidos cuando fustiga la política panamericanista en un discurso en la Universidad de Williamstown. En 1931, está de regreso en Argentina, donde su padre había participado junto al Gral. José Evaristo Uriburu en el golpe militar de septiembre de 1930 y poco después, en 1932, asumiría la presidencia de la República por la Concordancia, una alianza entre conservadores y radicales antipersonalistas.

      Liborio Justo se aleja todavía más del universo familiar, buscando a través de sus viajes el modo de forjar su propio destino. Mientras realiza sus primeras lecturas marxistas, viaja a Misiones (1929) y luego a las Islas Orcadas y a los mares antárticos (1932), experiencia que nutre los relatos de su primer libro, La tierra maldita (1932), publicado con el seudónimo de Lobodón Garra. En julio de 1933, vuelve a Misiones y se instala en la casa del escritor Horacio Quiroga. Como muchos de los vínculos de amistad que solía entablar, la plácida convivencia misionera desemboca apenas cuatro días después en una ruptura de relaciones.

      Liborio Justo sigue buscando su propio destino. Retorna, en 1934, a Nueva York, vinculándose a los medios obreros, intelectuales e izquierdistas: el Partido Comunista de los Estados Unidos, el John Reed Club y el Socialist Workers Party (trotskista). Este hijo de un presidente argentino llega a trabajar brevemente como vendedor callejero del Daily Worker, el periódico de los comunistas americanos. Toma, por entonces, una serie de fotografías en las calles de una Nueva York azotada por la crisis y la desocupación, que expone en Buenos Aires en 1935.

      De retorno en Buenos Aires, a fines de 1934, se vincula a los intelectuales comunistas locales. En 1935, viaja por Chile, Uruguay y Brasil. Para casarse, debió fugarse a Uruguay, en 1936, con su novia de ascendencia judía, Nina Dimentstein, que sería la madre de sus tres hijos. Rompe con los comunistas en noviembre de 1936, a través de una “carta abierta” aparecida en la revista Claridad, en desacuerdo con la política de “frentes populares”. Rodolfo Puiggrós le responde en el número siguiente defendiendo a la política comunista y a la Unión Soviética. Liborio Justo seguía sin encontrar su propio lugar.

      Hijo dilecto de la tradicional oligarquía argentina, descendiente de una larga prosapia de comerciantes, estancieros y militares, el joven Liborio solo podía salir espectacularmente de esa escena. Rompió definitivamente con su medio social y familiar en diciembre de 1936 con motivo de la visita del presidente Franklin D. Roosevelt a Argentina, evento del cual su padre era anfitrión. A fines de 1936, cuando el presidente de Estados Unidos, Roosevelt, que había llegado al país para inaugurar la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, iba a pronunciar su discurso en el Congreso, Liborio Justo —confundido entre la multitud de asistentes— lo interrumpe al grito de “¡Abajo el imperialismo!”. No llegó a repetir el grito en inglés como tenía previsto porque fue detenido y recluido durante varios días en el Departamento Central de Policía.

      Instalado en La Pampa en una suerte de autodestierro, escribe Prontuario (1940), una suerte de autobiografía precoz cuando todavía no había cumplido los 40 años. En 1937, comienza, con el seudónimo político de Quebracho, un intenso ciclo de seis años de acción y publicaciones en el seno de las formaciones trotskistas. En noviembre de mismo año, lanzó dos periódicos sucesivos: España Obrera, dedicado a cuestionar la política comunista en la guerra civil española, y Piquete, subtitulado “Por un partido obrero marxista y por la Cuarta Internacional”. En 1938, se sumó a la Liga Comunista Internacionalista (LCI), un grupo trotskista que promueven Antonio Gallo, David Siburu y Aquiles Garmendia y que edita la revista Nuevo Curso. En 1938, cuando el obrero trotskista argentino Mateo Fossa entrevistó a Trotsky en México, este le preguntó por la franqueza de la adhesión del hijo del presidente al movimiento trotskista: “¿Es sincero?”.

      Liborio Justo tampoco encontró, en este pequeño grupo, su lugar, donde apenas le correspondía el lugar de recién llegado. Se separó de la Liga que lideraba Gallo, lanzando un balance crítico de dicha experiencia en un folleto que publicó en enero de 1939: “¿Cómo salir del pantano?”. Tres meses después constituía, con el apoyo de Mateo Fossa, Aquiles Garmendia, un grupo que lideraba el abogado Esteban Rey en Córdoba y un grupo de La Plata que inspiraba Reinaldo Frigerio, su propia organización trotskista, el Grupo Obrero Revolucionario (GOR). Por sugerencia del último, el GOR lanzó, en 1939, un periódico titulado La Internacional, que retomaba el nombre del


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