Así se murió en Chile. Liborio Justo
Palacio de la Moneda. Sin embargo, la respuesta popular fue contundente: la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) llama a ocupar todos los lugares de trabajo, más de 500 fábricas. El general Prats dirigió la represión al Tancazo, logró desarmar a los sediciosos y detuvo al jefe del levantamiento.
Pero los acontecimientos de junio, sostiene el autor, desencadenaron “la guerra civil” abierta, el enfrentamiento y lucha armada de una clase contra otra. Los Cordones Industriales organizaron brigadas, prepararon explosivos, hubo grandes movilizaciones populares, se confiscaron radios y otros medios. El movimiento estudiantil organizado en escuadras, decidió abandonar las facultades y colegios situados en la ciudad y dirigirse todos juntos (secundarios, universitarios y profesores) hacia los Cordones Industriales y poblaciones populares de los cerros.
Liborio Justo documenta extraordinariamente los últimos meses de Allende hasta el golpe militar de septiembre de 1973 y postula la hipótesis de la “guerra civil” que cierra el libro. En este período, los propietarios de camiones volvieron a declarar la huelga general. Las Fuerzas Armadas, en abierta beligerancia, realizaron la requisa de armas y brutales allanamientos, como el de carabineros en la TV de la Universidad de Chile, en el local de la CUT, fábricas estatizadas, operaciones contra los Cordones Industriales, todos operativos castrenses que se realizaban bajo la aparente legalidad de la Ley de Control de Armas. Eduardo Frei denunció en el Senado que los Cordones “se estaban armando” y el diario El Mercurio afirmó: “cuentan con arsenales”. Mientras el presidente Allende se pronunciaba contra “la guerra civil” y volvía a incorporar militares a su gabinete.
En su crónica de los hechos, Liborio Justo fue incorporando distintas voces, declaraciones de las fuerzas políticas y partidarias, publicaciones de izquierda,5 los testimonios de obreros partícipes de los Cordones Industriales,6 periódicos y corresponsales extranjeros para dar cuenta de la agonía de “la vía socialista” y del gobierno popular de Salvador Allende.
Es importante destacar que en el momento de esta interpretación de los acontecimientos (redactados en 1975) aún no se conocían el Plan Cóndor, ni la metodología represiva que fue antesala de las dictaduras del cono sur, con sus técnicas de la “guerra sucia”, el papel de la CIA y de la DINA, los métodos de la lucha antisubversiva y de “acción psicológica”7 contra una población desarmada, que por lo tanto no podía asumir el nivel de enfrentamiento que el autor postula como “guerra civil”.
Como intento de explicación y, tal vez subestimando la relación de fuerzas, Liborio Justo postula a los Cordones Industriales como verdaderos órganos de “poder obrero”, de ahí sus conclusiones para entender la tragedia chilena. El gobierno de la Unidad Popular desarmó a los Cordones y propició la devolución de las industrias ocupadas durante el “Tancazo”.8 Así su lectura crítica es coherente: apunta a las propias contradicciones de la coalición oficial que en su póstumo intento de construir “poder popular” ya había socavado la única posibilidad de sostener al gobierno de Salvador Allende, que “pagaría con su vida la lealtad del pueblo”.9
1 Escrito en 1975 a raíz de una carta que recibió de un profesor de la Universidad de Chile pocos días después del golpe militar.
2 Justo, L. Bolivia, la revolución derrotada, Buenos Aires: Razón y Revolución, 2007. (La primera edición es de 1967).
3 Liborio Justo analiza estos Cordones Industriales en el capítulo 5, como órganos nuevos de poder obrero, resultado de la ocupación de fábricas. Reunían representantes gremiales de un mismo sector geográfico y funcionaron al margen de la organización sindical, aunque ésta aspiraba a convertirlos en organismos de base de la CUT, para la defensa colectiva de empresas y de sus territorios. El primer Cordón fue el de Cerrillos, que coordinaba las luchas de todas las fábricas incautadas o intervenidas por el Gobierno.
4 El programa de la UP anunciaba que 245 era el número de empresas que debían expropiarse para constituir el área social, que ahora sería reducida a 49. Esto representaba una concesión a la gran burguesía industrial chilena.
5 Por ejemplo, citas de reportajes y notas de “Chile hoy”, cuyo Comité editor integraban Marta Harnecker, junto a Theotonio dos Santos, Pío García, Ruy Mauro Marini, y del periódico Marcha de Montevideo.
6 Liborio Justo destaca el papel que hubieran podido jugar los Cordones Industriales al final, en el capítulo 7, en la antesala del golpe, sino hubieran sido subordinados a la política allendista de devolución de fábricas.
7 Es decir, la llamada “Doctrina francesa” y la doctrina de Seguridad Nacional, los archivos hallados en 1992 Paraguay de la Operación Cóndor. Ver: Robin, M. Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, Buenos Aires: Sudamericana, 2005.
8 En el capítulo 7, narra la caída de Allende y el autor reproduce el relato vivido desde una fábrica ocupada (Sumar Nylon) e intervenida, como se vivió el 11 de septiembre de 1973.
9 Palabras del presidente Allende en su última alocución por radio el 11 de septiembre de 1973.
¡Los trabajadores en Chile estamos en estos momentos revolucionados! Tenemos cientos de empresas en poder de nosotros, administradas por los trabajadores, dirigidas por nosotros, con participación. Creemos que en 150 años de la Independencia de Chile, nunca se había visto esto.
Declaraciones del obrero metalúrgico Armando Cruces, presidente
del Cordón Industrial Vicuña Mackenna, Santiago, agosto de 1973.
La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los pueblos amantes de la libertad (...) las Fuerzas Armadas y Carabineros asumieron el gobierno inspiradas en la noble misión que, como hombres de armas, les dispone la ley, la que no solo es preservar fundamentalmente la soberanía de la nación cuando esta se ve amenazada interna o externamente, sino velar por mantener el orden interno y la seguridad, física y moral de todos los conciudadanos (...) Pedimos a Dios su ayuda y a nuestro pueblo
su abnegación y patriotismo.
Mensaje del general Augusto Pinochet, jefe de la Junta Militar que derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende por medio del más sangriento golpe de Estado latinoamericano y uno de los mayores en lo que va del siglo, Santiago, septiembre de 1973.
Sobre los acontecimientos históricos no se hacen lamentaciones; debe buscarse, en cambio, comprender sus causas.
Friedrich Engels
Dos palabras
Extendido en un extremo del continente a lo largo de una estrecha franja entre el mar y la montaña, es decir, entre albatros y cóndores, Chile desarrolló toda su vida encerrado en sí mismo, como en una isla. Para quienes lo conocemos desde Arica al Cabo de Hornos, en años de convivir y llevar en lo hondo de nuestro afecto este ámbito de la gran patria sudamericana, Chile siempre nos atrajo con la fuerza que emana de su paisaje escueto y áspero, así como de la virilidad de su pueblo, en buena parte del cual se refleja la dura lucha por una existencia que no conoce treguas ni blanduras, bajo una existencia inmisericorde, dando a su problema social una violencia dramática que nunca deja de golpear a quien la contempla, aunque la haya visto muchas veces. Y esa impresión perdura hasta cuando se la lleva en el recuerdo.
Es por eso que los sucesos de septiembre de 1973 nos hirieron tan profundamente, y aún nos parecieron increíbles en su bestialidad y degradación, para quienes nos habíamos acostumbrado a ver en