Enamorado de la secretaria. Noelle Cass
de comer en la cafetería con sus compañeros, Stacy regresó a su puesto y siguió con su trabajo; le estaba costando, pero creía que con un poco más de esfuerzo lograría tener listo el informe a última hora de la tarde. Stacy tenía ganas de ver la cara de póker que pondría Alessandro cuando ella le entregara el trabajo y una diablilla risa apareció en su rostro. Cómo iba a disfrutar haciéndole la vida imposible a su jefe, tanto, que él mismo se arrepentiría de hacerla cumplir con su contrato.
Con ese pensamiento en la mente, siguió trabajando mientras introducía datos en el ordenador y de vez en cuando comparaba las notas de su bloc. Pero ahora que tenía mucha más información sobre el contrato que tenía firmado Alessandro y Hakim, se dio cuenta de que era un proyecto ambicioso e importante para dejarlo escapar, así como así. Hakim había contratado a la empresa de Alessandro para construir muchos edificios en su país. Stacy se quedó asombrada por la gran nobleza de Hakim al querer ayudar a la gente de su país mejorando su calidad de vida. Se decía, mientras seguía tecleando en el ordenador y se concentraba en el trabajo.
Cuando Stacy se dio cuenta, ya era noche cerrada y ella todavía seguía concentrada en el trabajo. Ni siquiera se dio cuenta de que era la única que quedaba en planta. Guardó los cambios en el ordenador y dio la orden a la impresora para imprimir los documentos. Se levantó del asiento y se estiró para desentumecer los músculos agarrotados. Luego, se acercó a la impresora, con las copias en la mano se aseguró de que estaban bien ordenadas antes de dejárselas a Alessandro en su oficina.
Sin pensarlo, abrió la puerta del despacho de Alessandro pensando que él ya no estaría. Pero se quedó de piedra al ver que él seguía sentado en su sillón trabajando en el ordenador.
—Lo... siento mucho, Alessandro. No era mi intención molestarte, pensé que ya te habrías ido a casa.
—Estaba a punto de apagar el ordenador e irme a casa, ¿querías algo, Stacy?
Por un momento, ella se quedó sin saber qué decir. Fue entonces cuando recordó los papeles que tenía en la mano.
—Solamente... quería dejarte el informe que me has pedido.
—Estupendo, déjamelo y mañana lo leeré con calma. Parece que has hecho un buen trabajo, puedes irte a casa.
—Buenas noches, Alessandro —respondió ella, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, él la llamó.
Stacy se giró para mirarlo a la cara y preguntó:
—¿Quieres que haga algo más antes de irme a casa?
—No, solo quería saber cómo volverás a casa, sé que no tienes tu coche en el aparcamiento y ya son casi las once de la noche.
—No te preocupes por eso, Alessandro. Cogeré un taxi para ir a mi casa y asunto resuelto.
—Yo te llevaré, tengo el coche en el parking, me niego a dejar marcharse a una mujer sola a estas horas de la noche, es muy peligroso.
Stacy hizo un amago de protestar, pero Alessandro ya se estaba poniendo la chaqueta del traje, cogió el maletín del ordenador portátil y sujetó suavemente el brazo de Stacy para incitarla a que lo siguiera. Al notar el contacto de los dedos de Alessandro sobre su brazo, el pulso se le aceleró. Pero intentó quitar esos pensamientos de la mente mientras Alessandro la sacaba de la oficina y la conducía por el pasillo hasta las puertas del ascensor. Minutos después, ya estaban en el parking y Stacy abrió mucho los ojos cuando Alessandro apretó el mando y las luces de un Lamborghini se encendieron.
—¡Vaya... veo que no te privas de nada! Una limusina, un Mercedes y como colofón un Lamborghini.
—¿Impresionada, eh? —respondió él, mientras acompañaba a Stacy a la puerta del acompañante, le abrió la puerta y la ayudó a entrar en el lujoso coche.
Cuando Alessandro se sentó detrás del volante, a Stacy le pareció que el interior del vehículo se hacía más pequeño por la presencia de él.
—Alessandro... esto es una tontería. Hay una parada de taxi a la vuelta de la esquina de la siguiente calle. —Hizo amago de salir del coche, pero él se lo impidió sujetándola con firmeza, pero sin hacerle daño.
—Stacy, te vienes conmigo y punto.
A ella no le quedó más remedio que claudicar y se arrebujó en el asiento, mientras Alessandro sacaba el deportivo del parking.
—Este coche es mi favorito —empezó diciendo Alessandro, para romper el tenso silencio—. Únicamente lo puedo conducir yo. —Y cuando estuvo incorporado a la carretera aceleró y Stacy no tuvo más remedio que sujetarse al reposabrazos.
—No hace falta que me hagas una demostración de lo rápido que puede ir, solo me conformo con llegar sana y salva a mi casa.
—Por cierto... ¿dónde vives?, todavía no me has dado tu dirección.
Ella le dio la dirección y a Alessandro no le quedó más remedio que hacer un cambio brusco de sentido en el que hizo chirriar las ruedas del coche.
—¡Estás loco! ¡Pretendes matarnos o qué! —dijo Stacy, furiosa.
—Tranquila, cariño, conmigo no tienes nada que temer.
Stacy se quedó estupefacta, Alessandro la había llamado «cariño». Ese hombre iba a volverla loca, si antes no la mataba en un accidente de tráfico.
Ella lo miró con un destello de rabia en los ojos, pero como Alessandro estaba concentrado en la carretera no se dio cuenta.
—Y no vuelvas a llamarme cariño, yo no soy tu «cariño», eso que te quede muy claro.
—Solamente estaba siendo amable. No tengo interés ninguno en que seas mi pareja. Cuando esté interesado en casarme y formar una familia, desde luego que buscaré una mujer decente y no una cualquiera como tú.
Alessandro quiso darse de cabezazos al darse cuenta de lo que acababa de decir, lo había dicho sin pensar, pero la reacción de Stacy no se hizo esperar.
—¡Detén el coche!
—¿Perdón?
—¡He dicho que detengas el coche, me quiero bajar!
Alessandro frenó en seco el coche y Stacy agarró la manilla para abrir la puerta del coche. Esta vez fue más rápida y él no se lo pudo impedir. Ella se puso a correr por la calle mientras Alessandro maldecía intentando alcanzarla, pero le fue imposible y la perdió de vista. Completamente frustrado regresó al coche con una larga ristra de juramentos en la boca. Si quería irse, allá ella. Volvió a cambiar el sentido del coche y esta vez se dirigió a su ático.
Stacy seguía corriendo por las oscuras calles, intentando que Alessandro la perdiera de vista. Cuando se dio cuenta de que él no la seguía, se relajó y se puso a caminar más tranquila. En la próxima calle todavía podría coger un taxi que la llevara a casa, ya que aún estaba bastante lejos de donde ella vivía.
Quince minutos después, estaba sentada en el asiento trasero de un taxi. Entonces las palabras de Alessandro asaltaron de nuevo su mente y las lágrimas afloraron a sus ojos. Se sentía demasiado herida por todo lo que le había dicho, pero intentó ser fuerte y contenerse. No podía dejar que ese hombre la hiriera con sus palabras. Pero por mucho que lo intentara negar, le dolía que Alessandro pensara de ella de esa forma.
El taxista carraspeó cuando llegaron a la dirección que Stacy le había dado, sacó del bolso la cartera y, tras pagarle, bajó del vehículo.
Entró en casa, dejó el bolso sobre el sofá y fue al dormitorio a por el albornoz. Necesitaba darse una buena ducha para relajarse. Pero mientras dejaba que el agua caliente corriera por su cuerpo, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Alessandro ya le había hecho demasiado daño y no podía permitir que la siguiera insultando. Como pudiera, tendría que sacarse a ese hombre del corazón cuanto antes, si no lo hacía, iba a sufrir mucho por culpa de él. Stacy nunca se imaginaba que el amor pudiera hacer tanto daño a una persona.
Salió