Enamorado de la secretaria. Noelle Cass
pero el muy cretino todavía no se ha atrevido a pedirme una cita.
—¡Nooo! —exclamó Stacy, fingiéndose escandalizada.
—Como lo oyes. Hago todo lo posible por llamar su atención cuando lo tengo cerca, pero el muy idiota es más obtuso de lo que creía.
—No te lo tomes tan a pecho, Lana. Ya verás cómo al final Dylan se dará cuenta de la gran mujer que eres y hará todo lo posible para no perderte.
—Ojalá tengas razón, Stacy.
Pidieron otra ronda de cafés y siguieron charlando y riendo mientras las horas pasaban. No había duda de que ambas disfrutaban de su mutua compañía, perdieron completamente la noción del tiempo.
Empezaba a anochecer, cuando regresaron al parking de la empresa para recoger sus coches. Se despidieron con un abrazo y después cada una subió a su respectivo coche y se fueron a casa.
Tiempo después, Stacy aparcó el coche en el garaje. Estaba entrando por la puerta que conectaba con la cocina cuando el móvil empezó a sonar. Lo sacó del bolso y comprobó que era Marcia, su madre, que la estaba llamando.
—Hola, mamá, ¿cómo estáis papá y tú?
—Estamos perfectamente los dos, cariño. ¿Y tú cómo estás?
—Estupendamente, mamá. Siento mucho no haber podido llamaros antes, pero estaba de viaje.
—¿Has estado de viaje y me lo dices ahora?
—Lo siento mucho, mamá. Pero ha sido un viaje que surgió de imprevisto a última hora.
—¿Con quién has hecho ese viaje, Stacy?
—Con mi jefe, mamá. Soy la secretaria de Alessandro Márquez y hemos tenido que viajar por motivos laborales a El Cairo.
—¡Me estás diciendo que mi hija ha viajado a solas con un hombre a otro país!
—¡Mamá, no es necesario que me trates como a una niña! —exclamó Stacy, frustrada.
—Stacy, cariño. A tu padre y a mí no nos importa que hagas tu vida lejos de nosotros. Soy tu madre y me preocupo por ti, eres muy joven y cualquiera se puede aprovechar de una joven tan hermosa como tú.
—Mamá, no tienes que preocuparte por nada. El señor Márquez es un buen hombre y se ha comportado como un auténtico caballero conmigo. Durante el vuelo tuvimos a una azafata que estuvo pendiente de nosotros en todo momento, y en el hotel reservamos dos habitaciones, así que puedes estar tranquila.
—Confío en ti, Stacy, pero no bajes la guardia, cariño. Los hombres están siempre al acecho y deseando llevarse a la cama a chicas jóvenes como tú.
—Lo tendré, mamá. —De ninguna manera iba a contarle a su madre que ya sabía esa triste realidad de mano de Alessandro, aunque no hubieran llegado hasta el final. Una lección que siempre tendría presente en su mente y que estaba más que decidida a que no se repitiera lo que había pasado en El Cairo.
—Te tengo que dejar, cariño. Tu padre va a llevarme a la peluquería y llegamos tarde. Te manda muchos besos.
—Dale un beso enorme a papá de mi parte. —Y cortaron la comunicación.
Stacy entró en la cocina sin dejar de pensar en sus padres. Tyler Petersen, adoraba a su esposa y nunca dejaba de mimar y de consentir a Marcia. La cuidaba como si de una reina se tratara, y siempre estaba pendiente de sus necesidades. Ambos regentaban una joyería en Los Ángeles. No eran una familia tan adinerada como lo era Alessandro, pero el negocio era próspero.
Fue al salón y dejó el bolso sobre el sofá. Luego, regresó a la cocina a mirar qué le había dejado Betty en el horno. En cuanto abrió la puerta, el olor de un delicioso pollo a la parmesana asaltó su nariz y se le hizo la boca agua. Sin perder tiempo, se sirvió en un plato una generosa ración. Estaba sabroso.
Después de cenar, se puso su camiseta de dormir y fue a sentarse al salón a ver la tele. Pero la mente de Stacy no podía olvidar todo lo sucedido a lo largo del día. Aunque había pasado la tarde entretenida con Lana, no era capaz de sacar de la cabeza la discusión con Alessandro. Stacy estaba decidida a que él la dejara de tratar como a una prisionera. Alessandro no era nada suyo y no tenía por qué darle explicaciones de lo que hacía o dejaba de hacer. Pero su amenaza seguía latente y no solo ella sería el blanco de esa ira, también lo sería Brody, y no podía permitirlo.
Dos horas más tarde, apagó la tele y fue al dormitorio a acostarse. Pero antes, fue al cuarto de baño a lavarse los dientes y alisarse el pelo. Ya en la habitación, apartó las mantas y se tumbó en la cama. Como no tenía sueño, cogió el libro que estaba leyendo e intentó concentrarse en la historia, pero iba pasando las páginas y no lograba saber de qué iba la trama.
Al ver que le era imposible seguir el hilo de la historia, cerró el libro y lo dejó caer sobre la cama, apagó la lámpara que había sobre la mesilla de noche y se arrebujó entre las mantas para intentar dormir.
Bien entrada la madrugada, logró quedarse profundamente dormida. Poco a poco, los nubarrones empezaron a ocultar la luna, un rayo iluminó la estancia y poco después se escuchó el retumbar de un trueno, la lluvia empezó a caer con fuerza, pero Stacy estaba tan agotada que siguió durmiendo profundamente durante largo rato.
Esa noche, soñó con Alessandro. Su sueño era muy diferente a la realidad, y en él, Alessandro era el hombre más cariñoso, amable y maravilloso sobre la faz de la Tierra. Ambos vivían felices, enamorados y disfrutando plenamente de su amor. Alessandro y ella se amaban sin reservas. Stacy nunca se habría podido imaginar ser tan dichosa al lado de un hombre como él, junto a Alessandro era la mujer más feliz del mundo.
Pero de pronto se despertó y volvió a la realidad. Dándose cuenta de que la esta era muy diferente. La tormenta en la calle arreciaba y seguía siendo fuerte. Stacy separó las mantas de la cama, se levantó y fue a la cocina a prepararse un té. Mientras, no dejaba de pensar en el maravilloso sueño que acababa de tener. Ella deseaba con todas sus fuerzas que algún día no muy lejano su sueño se hiciese realidad. Pero de momento se conformaba con soñar, pues sabía que Alessandro y ella no podrían tener nunca un futuro juntos. Le hubiera gustado poder enamorarse de otro hombre que no fuera Alessandro. Pero su corazón lo había elegido a él y Stacy no podía hacer nada al respecto. Su instinto le decía que Alessandro le iba a seguir haciendo mucho daño y lo único que podía hacer era mantenerse lo más alejada posible. Aunque sabía que eso sería imposible trabajando tan cerca de él.
Siguió perdida en sus pensamientos mientras se llevaba la taza de té a la habitación y se la fue bebiendo poco a poco sentada en la cama. Escuchando cómo seguían cayendo la lluvia y los truenos. Luego se acostó y ya volvió a quedarse profundamente dormida de nuevo. Esta vez, el sueño ya no tuvo nada que ver con Alessandro y Stacy se alegró. Pues ese hombre hasta en sus sueños más íntimos la seguía perturbando.
Alessandro no fue capaz de pegar ojo en toda la noche. Se levantó varias veces de la cama a servirse de beber algo mucho más fuerte que el whisky o el brandy. Seguía atormentado por la forma en que estaba tratando a Stacy. Pero esa mujer despertaba la fiera que anidaba dentro de él. Se sentía posesivo con respecto a ella y no podía evitarlo.
Se volvió a levantar por enésima vez de la cama. Y se pasó las manos en señal de rendición por el pelo. Luego, se acercó a la ventana, separó la pesada cortina, y se quedó observando cómo seguía lloviendo y los truenos que caían sin cesar.
Se quedó largo rato sumido en sus pensamientos y sin saber qué iba a hacer. Pero si de algo estaba seguro, era de que si Stacy lo desafiaba él cumpliría su amenaza, ni Brody ni ella volverían a trabajar en San Francisco. Utilizaría todas sus influencias para arruinar la vida de los dos. Y no se iba a arrepentir por ello.
Cerró la cortina y volvió a la cama, se fijó en el despertador que había sobre la mesilla de noche y comprobó que ya eran las cinco y media de la mañana. Se acomodó entre las mantas para intentar dormir por lo menos un par de