Un vaquero difícil. Erina Alcalá

Un vaquero difícil - Erina Alcalá


Скачать книгу
/>

      UN VAQUERO DIFÍCIL

      Erina Alcalá

Imagen que contiene dibujo Descripción generada automáticamente

      Primera edición en ebook: octubre, 2020

      Título Original: Un vaquero difícil

      © Erina Alcalá

      © Editorial Romantic Ediciones

       www.romantic-ediciones.com

      Diseño de portada: Olalla Pons – Oindiedesign

      ISBN: 978-84-17474-88-1

      Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

Imagen que contiene dibujo Descripción generada automáticamente

      Yo, siempre te quiero,

      hasta cuando finges no quererme,

      hasta cuando no te dejas querer.

      CAPÍTULO UNO

      Por fin acababa sus estudios. Ese era el último día y no podía ser más feliz. Emma llevaba a casa las notas de su máster en Derecho Financiero. Y ya por fin, tras cinco años de estudio a conciencia intensivos, estaba preparada para encontrar trabajo y adentrarse en el mundo laboral.

      Aunque quizá, se tomara julio y agosto de vacaciones en la casa que tenían en Torremolinos, al lado de la playa y donde vivía con su padre desde que tenía tres años. Los dos solos. Toda la vida. Ahora tenía veinticuatro años.

      Si su padre se tomaba un mes de vacaciones iban a disfrutar los dos juntos. Y en septiembre empezaría a enviar currículums. No hacía falta que fueran de viaje lejos, ni fuera de España, ella ya había ido a Londres y a Irlanda todos los veranos y sabía inglés a la perfección.

      Ya no necesitaba ir de nuevo, pero si su padre quería ir a algún lugar, irían, y si quería ir solo, se quedaría en casa, bañándose en la playa y paseando por la arena. Descansando, porque estaba agotada de esos años de estudios intensivos.

      Su padre, Juan Carlos Sánchez, era un neurocirujano de prestigio. Trabajaba en una clínica particular que era suya y en la que tenía acciones con otro socio.

      Era un hombre alto y atractivo. Lo había sido más en su juventud, educado y con clase, tenía los ojos verdes como ella y el pelo castaño oscuro. Llevaba gafas y era un hombre tranquilo y paciente.

      La clínica en la que trabajaba y de la que era socio, era grande e importante en el centro de Málaga y trabajaba más horas de la cuenta.

      Emma estaba deseando llegar a casa y esperar a que su padre terminara su jornada laboral y contarle que había sacado un sobresaliente en el máster.

      Cuando llegó, tomó algo que la chica que tenían para limpiar la casa había hecho, y se echó una siesta. Estaba cansada. Bajaría a la playa más tarde.

      La señora de la limpieza se fue a su casa y ella se quedó tumbada en el sofá con las cortinas echadas, dejando el salón en penumbra.

      La casa a oscuras y en silencio. Y pensó en su padre. Tenía sesenta y dos años. A ella la tuvo con treinta y ocho años y era hija única. Provenía de una familia adinerada y tenía mucha clase. Era todo un señor. Y Emma estaba muy orgullosa de él.

      No entendía cómo no había encontrado a otra mujer ni había querido vivir con ella. Suponía que había tenido relaciones, pero imaginaba que, para su padre, ella era lo más importante y nunca quiso traer a casa a ninguna mujer.

      Su padre era todo su mundo, su vida, y lo quería más que a nadie en la vida. Cuando sus abuelos murieron, al ser hijo único, se quedaron solos, sin más familia, pero había procurado que nada le faltase a su hija.

      Era un hombre risueño y amable, tranquilo y cariñoso con ella y no recordaba que su padre le riñera nunca.

      Su padre conoció a su madre, Marina, una noche en que ambos salieron por las discotecas de Marbella, por primera vez. Su padre era diez años mayor que su madre, tenía treinta y siete años y su madre veintisiete, y se acostaron juntos. Su madre quedó embarazada y se casaron a los tres meses, sin apenas conocerse. Solo por el hecho de estar embarazada, o sea, por ella.

      Su padre, por lo que le contaba, sí que le gustaba su madre, pero para ella solo había sido una noche loca.

      Y cuando ella cumplió tres años, conoció a un americano y los abandonó a los dos, dejando a su padre sumido en el dolor de verse solo, con una niña pequeña. Pero había hecho un buen trabajo.

      Nunca se hablaba de su madre en casa. Solo Emma le preguntó por su madre cuando estaba en el instituto y su padre le dijo la verdad. Y hasta ahí.

      Habían sido muy felices durante esos años. Su padre compró la casa en la playa y allí vivieron años tranquilos, y metió a una mujer para cuidar a su hija, la casa, y ahora le tocaba a ella buscar trabajo.

      Cuando despertó de la siesta, se tomó un refresco y bajó un rato a la playa. Solo tenía que cruzar una pequeña carretera y estaba en el mar. Su casa estaba en primera línea de playa y era maravillosa. Por las noches, en verano y en invierno, podía oír el mar, el arrullo de las olas y disfrutar de los sonidos del baile del agua.

      Tenía cinco escalones que subían a una terraza o porche a la entrada de la casa, bastante amplia. En la terraza, tenían su padre y ella largas conversaciones, sobre todo en verano. Sacaban los balancines y una mesa, y allí se contaban de todo, cenaban, leían.

      La casa tenía dos despachos, un gran salón y comedor, una gran cocina y un patio amplio con todo, incluso una piscina mediana.

      Y en la parte alta de las dos plantas que tenía, cuatro dormitorios amplios y dos baños.

      Era preciosa y tenía acceso al bus para ir a Málaga, aunque ella ya no lo necesitaba. Se sacó el carné el año que terminó el instituto y su padre le compró un coche para ir a la Universidad. Tenían dos plazas de garaje, una para su padre y otra para ella.

      Cuando subió de la playa, estaba tan contenta… Se dio unos largos en la piscina y se duchó, esperando que vinera su padre a cenar.

      Su padre vino a las ocho de la tarde. Serio y taciturno.

      ―¿Qué pasa, papá? Hoy tengo muy buenas noticias. He sacado sobresaliente en el máster. Ya he terminado por fin. ―Y lo abrazó.

      ―Me alegro tanto por ti, pequeña… ―lo dijo con cierta tristeza, abrazándola.

      ―¿Papá, qué pasa?

      ―Voy a ducharme y hablamos, hija.

      ―¿Es algo serio?

      ―Ahora hablamos.

      Y se quedó preocupada. Su padre siempre se alegraba tanto de sus logros… Seguro que alguna operación había ido mal. ¡Pobrecillo!

      Cuando bajó de ducharse, ella estaba impaciente y se sentaron en el salón.

      ―Hija, ya eres una mujer, tienes veinticuatro años, has terminado los estudios que elegiste. Creo que he hecho un buen trabajo contigo. Eres una hija maravillosa que nunca me has dado problemas, ni siquiera te he visto salir con chicos, solo has estudiado.

      ―Lo sé, papá. Y tú eres el mejor padre.

      ―Ya no volveré a trabajar. Hoy es el último día. He estado arreglando documentos esta semana. Llevo días haciéndolo.

      ―Pero, papá, ¿te jubilas?

      ―Forzosamente, hija, sabes que mi pasión es la neurocirugía.

      ―¿Entonces? Eres joven. Tienes sesenta y dos años.

      ―Lo sé. Tú ya estás preparada


Скачать книгу