¿Qué es un maestro espiritual?. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
¿Qué es un Maestro espiritual?
Izvor 207-Es
ISBN 978-84-934649-6-7
Traducción del francés
Título original:
QU’EST-CE QU’UN MAÎTRE SPIRITUEL ?
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I
CÓMO RECONOCER A UN VERDADERO MAESTRO
Para un discípulo, encontrar a su Maestro es encontrar a una madre que acepta llevarlo nueve meses en su seno para hacerle nacer al mundo espiritual. Y una vez que ha nacido, es decir, que se ha despertado, sus ojos descubren la belleza de la creación, sus oídos oyen la palabra divina, su boca saborea alimentos celestiales, sus pies le llevan a los diferentes lugares del espacio para hacer el bien, y sus manos aprenden a crear en el mundo sutil del alma.
Muy poca gente sabe lo que es realmente un Maestro. Algunos han leído libros que cuentan unas historias inverosímiles: un Maestro es perfecto, omnisciente, todopoderoso... No tiene necesidad de comer, de beber, ni de dormir... Está al abrigo de todas las tentaciones, y, sobre todo, se pasa el tiempo haciendo milagros. Como en el libro de Spalding: La vida de los Maestros. Cuánta gente se ha entusiasmado con este libro sin sospechar que contiene todo tipo de anécdotas inverosímiles. Realmente los grandes Maestros tienen poderes excepcionales, pero no los utilizan para hacer prodigios ante los curiosos. Aparecer y desaparecer, caminar sobre las aguas, volar por el espacio, materializar alimentos, atravesar las llamas de un fuego, hacer aparecer casas... aunque sea capaz de todo eso, un verdadero Maestro no lo hará, porque el hecho de contemplar semejantes espectáculos no puede ayudar a los humanos a transformarse...
Un Maestro, es preciso que lo sepáis, está hecho como todos los demás hombres: tiene los mismos órganos que le hacen sentir las mismas necesidades y los mismos deseos. Y si le cortáis un pedazo de carne, veréis que su sangre mana, ¡y de color rojo, como la de todo el mundo! La diferencia está en que la conciencia de un Maestro es mucho más vasta que la de la mayoría de los humanos: tiene un ideal, unos puntos de vista superiores, y, sobre todo, ha llegado a un perfecto dominio de sí mismo. Evidentemente, para eso hace falta mucho tiempo y un trabajo gigantesco; por eso nadie puede llegar a ser Maestro en una sola encarnación.
Si encontráis a un Maestro, sabed que todas las cualidades y virtudes que manifiesta no las ha adquirido únicamente en esta vida. No, ha debido trabajar durante siglos, y hasta milenios, y como las cualidades que uno adquiere con su propio trabajo no desaparecen cuando debe abandonar la tierra, al regresar trae consigo de nuevo estas cualidades. Así, de encarnación en encarnación, va acumulando nuevos elementos espirituales, hasta el día en que llega a ser un verdadero conductor de la luz y de las virtudes divinas.
Desgraciadamente, hay también seres que se han preparado durante siglos para llegar a ser conductores del mal: son los maestros de la magia negra. El ser humano es libre para escoger el bien o el mal. Claro que, cuando ha escogido el mal, aunque la Inteligencia cósmica se lo consienta durante un cierto tiempo, en la medida en que haya desafiado con su comportamiento el orden universal, acaba siempre siendo aniquilado. Pero al comienzo puede elegir. Mientras esté vivo, es libre para determinarse en un sentido o en otro.
En algunos casos, muy raros, encontramos a seres que, a pesar de esta libertad que les ha sido dada, están definitivamente determinados. Los grandes Iniciados, por ejemplo, están determinados para la luz y para el amor. Algunos, desde luego, han podido caer, pero la mayoría han seguido siendo espíritus de la luz. Y además, cuanto más tiempo pasa, menos posibilidades tienen de cambiar de dirección, porque gracias a su trabajo espiritual han logrado transformar, divinizar la materia de su cuerpo, que se ha vuelto como un metal inoxidable, como oro puro. Pero, hasta que un ser no ha llegado a este grado de evolución, siempre es posible que cambie de dirección, y en la historia se han dado casos de magos blancos que se han convertido en magos negros.
Os preguntáis cómo llega uno a convertirse en mago negro... En realidad, es muy fácil, hasta para vosotros: basta con que deis vía libre a vuestra naturaleza inferior. Si transgredís sin cesar las leyes de la bondad, de la justicia y del amor, tratando de triunfar a expensas de los demás, de despojarles, de destruirles, no podéis hacer otra cosa que convertiros en magos negros. Esto es simple y claro. Muchos se imaginan que para llegar a ser mago negro hay que tener un maestro diabólico que enseñe el arte de los encantamientos y de los conjuros maléficos. Eso puede suceder, pero para que uno se ponga al servicio del mal no es en absoluto necesario que tenga un maestro; sin instructor, sin receta, sin nada, puede uno llegar a ser mago negro si se deja guiar demasiado por su naturaleza inferior. Y lo mismo ocurre con un hombre que no piense más que en ayudar e iluminar a los demás: aunque no tenga Maestro para instruirle, se está convirtiendo en mago blanco.
En realidad todo ser humano tiene un Maestro, si no es un Maestro visible es un Maestro invisible. Los criminales tienen, en el mundo invisible, un maestro que sin cesar les aconseja que dañen a los demás. Y aunque digan: “¿Nosotros, un maestro? ¡Nunca!” Pues bien, estos ciegos deben saber que tienen un maestro cuyos perniciosos consejos siguen día y noche.
Evidentemente, cuando os hablo de maestros, me refiero siempre a los verdaderos grandes Maestros espirituales, a los magos blancos. Ya sé que se da este título de Maestro a muchos artesanos para demostrar que destacan en su profesión, y también a los notarios, a los magistrados, a los artistas, etc. Es una manera de ver las cosas y yo no les niego este título. Pero debéis saber que un verdadero Maestro, en el sentido espiritual del término, es un ser que, en primer lugar, conoce las verdades esenciales, no las que los humanos han escrito, creado o contado, sino lo que es esencial según la Inteligencia cósmica. En segundo lugar, debe haber tenido la voluntad de dominarse, dirigirse y controlarse totalmente a sí mismo, y haberlo conseguido. Finalmente, esta ciencia y este dominio que ha adquirido sólo deben servirle para manifestar todas las cualidades y las virtudes del amor desinteresado.
Reconoceréis a un verdadero Maestro por su altruismo. Cada Maestro viene a la tierra para manifestar una cualidad, de forma predominante: hay, pues, Maestros de sabiduría, Maestros de amor, o de fuerza, o de pureza... Pero todos los verdaderos grandes Maestros tienen obligatoriamente una cualidad en común: el altruismo.
¡Existen tantos impostores y charlatanes dispuestos a aprovecharse de la ingenuidad de los humanos! No han leído más que algunos libros de ciencias ocultas, a menudo escritos por ignorantes, y he aquí que se presentan por todas partes como grandes Maestros. No llevan sobre sí ningún signo de que el Cielo les haya reconocido; ellos mismos se han declarado Maestros y creen que con esto es suficiente. En cuanto a los demás, en vez de estudiar un poco a semejante ser, para ver cómo se comporta, le siguen con los ojos cerrados. Les van a engañar, a despojar, a esclavizar, pero ni siquiera se darán cuenta. ¡Pues bien, magnífico! ¡Ahí tenéis, al menos, a un ser inteligente! Los tontos son los demás. ¿Por qué no se preguntan de dónde viene, cómo ha vivido, quién era su Maestro, quién le ha enviado?... ¡Ah no, no! Es inútil plantearse la cuestión; puesto que promete iniciarles en tres días – a cambio, claro está, de unos cuantos miles de dólares – lo creen. Tienen prisa, ¿comprendéis?, la Iniciación no debe durar más de tres días. El mundo está lleno de gente así, de tramposos, de estafadores que se aprovechan de la credulidad y de la estupidez de los demás. ¡Pero ellos, al menos, son inteligentes!
No niego que estas personas puedan tener ciertos poderes – cualquiera que se ejercite puede obtenerlos – pero la cuestión es saber cómo los emplean y con que fin. Sobre esto el Cielo se pronuncia. El Cielo no se preocupa de los medios que poseéis, sino del uso que hacéis de los mismos. Lo que para él cuenta no es vuestra ciencia, vuestra clarividencia o vuestros poderes, sino vuestro altruismo. Podéis poseer ciencia, clarividencia y poderes; mientras no seáis altruistas, aunque los humanos os reconozcan como Maestros, el Cielo no os reconoce como tales.