Nuevos enigmas de la Biblia 1. Ariel Álvarez Valdés
la idea de que Dios había rescatado a Israel de aquella tiranía, dándole el pleno control del país que habitaban. Pero, en realidad, no habían salido de Egipto, sino de la jurisdicción de Egipto. En otras palabras: Israel nunca estuvo en Egipto, sino que Egipto estuvo en Israel. Los israelitas no salieron, sino que fue Egipto el que salió. No hubo cambio de geografía, sino cambio de soberanía. A esta liberación se referían ellos cuando recordaban su «salida de Egipto».
Aparece en los profetas
La memoria de aquella independencia se conservó de generación en generación en el pueblo de Israel, principalmente entre las tribus del norte, que formaban el pueblo de Israel, y que fueron las que más habían padecido la opresión.
Pero, con el paso de los siglos, el contexto de aquella dependencia y de su posterior liberación se fue perdiendo, y las generaciones posteriores comenzaron a pensar que la esclavitud «de» Egipto había sido una esclavitud «en» Egipto. Así, el recuerdo de la retirada egipcia de Canaán se transformó en una retirada hebrea de Egipto.
¿A qué se debió este cambio? En el siglo IX a. C. apareció en Oriente una nueva potencia internacional: Asiria. Su fuerza militar, sus técnicas de guerra y la crueldad de sus campañas, nunca vistas en la región, la convirtieron en el terror de los pueblos vecinos. Una de esas prácticas consistía en la deportación en masa de poblaciones enteras y el traslado de naciones conquistadas de un lugar a otro. Se hizo frecuente así ver a pueblos y reinos salir de sus tierras y dirigirse a sitios distantes, donde eran sometidos al nuevo poder político.
La estrategia asiria de deportación a gran escala habría llevado a los israelitas a pensar que también su antigua opresión había sido un «traslado» de Canaán a Egipto, y que, por tanto, su liberación había consistido en un regreso a su patria. Que es en esta época cuando nació la idea del éxodo «salida» lo comprobamos en el hecho de que la más antigua mención que existe del éxodo en la Biblia se encuentra en los profetas Amós (Am 2,10; 3,1; 9,7) y Oseas (Os 2,16-17; 9,10; 11,1-5; 12,10.14; 13,4-5), dos profetas del siglo VIII a. C., época de los asirios. Antes de esa fecha no existe ninguna alusión al éxodo.
La biografía calcada
Si el pueblo de Israel como tal nunca fue esclavo en Egipto ni hubo éxodo alguno, quedan dos enigmas por resolver.
Primero: ¿cómo es que hoy tenemos un itinerario tan detallado de su peregrinación por el desierto? En efecto, la Biblia menciona con tanta exactitud las etapas por las que los israelitas fueron pasando durante esos cuarenta años (Ex 13-19; Nm 20-25; 33) que es posible reconstruir su trayecto desde Egipto hasta la tierra prometida. Si la marcha no existió, ¿de dónde salió ese itinerario?
Los arqueólogos responden que la mayoría de los sitios mencionados en ese itinerario pertenecen al siglo VIII a. C., no antes. Eran las etapas de las rutas caravaneras de comerciantes nómadas de aquel tiempo. Por tanto, el éxodo y la peregrinación por el desierto son dos tradiciones independientes que se unieron siglos más tarde para formar la crónica del regreso de los israelitas a Canaán.
El segundo interrogante es: si el pueblo de Israel no salió de Egipto, ¿qué papel jugó Moisés?
También aquí los estudiosos responden que la figura de Moisés fue añadida posteriormente. Quizá fue un líder tribal, de cuya vida no sabemos nada, pero que luego fue convertido en guía y legislador del pueblo de Israel. La historia bíblica sobre su nacimiento, su milagrosa salvación en una cesta y su educación en la corte egipcia (Ex 2) está copiada de la biografía del rey Sargón I de Acad. Esta fue escrita en tiempos de Sargón II (721-705). Y solo se conoció en Israel en el siglo VII a. C. Por tanto, habría sido en esta época –quinientos años después de la fecha del éxodo– cuando se compuso la historia de Moisés y se añadió a la epopeya del éxodo, otorgándole un lugar central.
Las razones del relato
La historia bíblica del éxodo puede entonces reconstruirse de la siguiente manera. En un primer momento (siglo XII a. C.) Egipto, que llevaba siglos oprimiendo a Canaán, se retiró de allí dejando a los israelitas libres de su dominio. En un segundo momento (siglo VIII a. C.), a esa liberación administrativa se la transformó en una liberación física y se le añadió un itinerario con las etapas por el desierto. En un tercer momento (siglo VII a. C.) se gestó la figura de Moisés y se la agregó como el personaje central de aquella hazaña.
Faltaba la redacción final. Y esta tuvo lugar en tiempos del rey Josías de Jerusalén (640-609 a. C.), debido a razones políticas. En efecto, en esa época habían vuelto a surgir las aspiraciones expansionistas de Egipto, esta vez a cargo del faraón Psamético I (664-610 a. C.), quien intentaba extender nuevamente sus fronteras sobre Canaán. Entonces Josías ordenó tomar las tradiciones del éxodo, con sus tres elementos, y ponerlas por escrito para mostrar que Dios, con su gran poder, ya había liberado una vez a Israel del país del Nilo. Por tanto, ahora no había que temer en caso de un futuro enfrentamiento entre el rey Josías y los egipcios. Yahvé siempre protegería a su pueblo.
Primero hay que lanzarse
Quienes redactaron la crónica del éxodo nunca imaginaron que ella se convertiría en la epopeya más grandiosa de la historia de Israel. Y no solo de Israel. También los primeros cristianos la consideraron como un anticipo del suceso central de su fe. Porque, así como Dios liberó a los israelitas en una noche de Pascua sacándolos de la esclavitud, también Jesús liberó a la humanidad en una noche de Pascua sacándola de otra esclavitud: la del pecado. Así, su resurrección se convirtió para los cristianos en el nuevo éxodo, gracias al cual todos pueden pasar de la esclavitud del pecado a una vida más plena y de libertad.
El relato del éxodo no pretende enseñarnos que Dios va a intervenir en nuestras vidas cada vez que tengamos un problema, sino que Dios nos acompaña para que nosotros nos liberemos. Dios quiere nuestra libertad; pero trabajar por ella está en nuestras manos, no en las de Dios. Él no anda abriendo las aguas para que nosotros caminemos a través de ellas.
Todos recordamos la película Los diez mandamientos, en la que Moisés, genialmente interpretado por Charlton Heston, levanta su bastón para abrir las aguas y hacer cruzar al pueblo hebreo. Pero, en realidad, la Biblia no cuenta eso. En la Biblia, Dios ordena a Moisés: «Di a los hijos de Israel que caminen» (Ex 14,15-16). Y solo después de que ellos empezaron a andar Moisés levanta el bastón para abrir el mar. Solo si empezamos a caminar se abren las aguas. Solo la valentía de emprender el camino hace que el camino se manifieste. Es la audacia de salir a buscar la que nos hace conseguir lo que queremos. Porque, en el fondo, no hay metas inalcanzables; solo hay gente que decide rendirse a mitad del trayecto.
PARA CONTINUAR LA LECTURA
FINKELSTEIN, I. / SILBERMAN, N. A., La Biblia desenterrada. Madrid, Siglo XXI, 2003.
LIVERANI, M., Más allá de la Biblia. Historia antigua de Israel. Barcelona, Crítica, 2005.
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