Los santos y la enfermedad. Francisco Javier de la Torre Díaz
140. Este tema del Christus medicus no es para mí un ejercicio académico, sino una oración personal con mi médico íntimo 141. El amor es una fuente de curación, es la salud en sí misma, donde la caritas es igual a la sanitas: «Es necesario […] que entre en primer lugar el temor, a través del cual tenga acceso la caridad. El temor equivale a la medicación, la caridad, a la salud» 142.
Cristo es el medicus humilis que cura las heridas del pecado 143. La humildad del médico es el gran antídoto contra el tumor del orgullo 144, que es la madre de todo pecado 145. Al mismo tiempo, nuestras heridas podrán ser grandes y numerosas, «aunque más grande es tu medicina» 146. Por tanto, «vino el médico [Cristo] a visitar a los enfermos, ofreció el camino, se alargó hasta los peregrinos. Dejémonos salvar por él, caminemos por él» 147. Y por encima, la muerte del Médico es verdadera medicina 148.
Asimismo, en el Tratado sobre el evangelio de san Juan decía que Cristo es la personificación del Buen Samaritano, así como la Iglesia es la posada para la curación:
Maltrechos, roguemos al Médico, seamos llevados a la posada para ser curados. Quien, en efecto, ha prometido la salud es el que se compadeció del dejado medio vivo en el camino por los bandoleros; derramó aceite y vino, curó las heridas, lo levantó hasta el jumento, lo condujo a la posada, lo encomendó al posadero. ¿A qué posadero? Quizá al que dijo: «Desempeñamos una embajada en lugar de Cristo». También dio dos monedas para gastarlas en curar al herido; quizá esos mismos son los dos preceptos en que se basan la Ley entera y los Profetas. También, pues, hermanos, la Iglesia, en que el maltrecho es sanado durante este tiempo, es posada de caminante; pero esa Iglesia misma tiene arriba la heredad del propietario 149.
También en un sermón repetí este asunto:
Recordáis, amadísimos, cómo aquel hombre al que los ladrones hirieron y dejaron medio muerto recibió el alivio del aceite y el vino vertidos sobre sus heridas. Sin duda ya se le ha concedido el indulto por su error, pero, no obstante, aún recibe cura su enfermedad en la posada. Esa posada, si lo advertís, es la Iglesia 150.
7. Una palabra para la situación presente
Todos los que trabajan en la Iglesia, que es la posada, tienen que servir a todos los miembros, especialmente los débiles 151. Dios está servido en la persona. Cristo esta todavía aquí en los necesitados, él habita todavía en el mundo, en los enfermos y en la prisión 152.
Para los médicos y los profesionales sanitarios tengo esta palabra sobre la confianza mutua. En la encarnación, Dios tomó la iniciativa de ganarse la confianza de los seres humanos bajando para ser más accesible a todos y haciéndose vulnerable hasta la muerte en la cruz. Por tanto, los agentes pastorales no tienen que perder la confianza de los pacientes 153.
Las comunidades tienen que ser como lugares de curación donde no se esconden nuestras heridas, donde la presencia de Christus medicus irradia de dentro afuera. La comunidad es un reflejo de la Iglesia quae nunc est, aquí y ahora, compuesta de miembros que tienen buena salud y también de enfermos 154. Por tanto, la comunidad, también aquella agustiniana 155, participa en el ministerio del Christus medicus, que es el Cristo que sufre enfermedad en aquellos enfermos. La curación, en una perspectiva trascendente, es un valor fundamental en la espiritualidad agustiniana. Es una curación que empieza dentro de nuestro corazón.
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• La piedad con los difuntos
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LA TRADICIÓN MONÁSTICA (BENEDICTINA) Y LA ENFERMEDAD
IGNASI M. FOSSAS, OSB
Monasterio