Educar para amar. María del Carmen Massé García
espirituales a la Iglesia» 7. Se trata, como dice Francisco, de engrandecer con la castidad la libertad de entregarse a Dios y al mundo, «con la ternura, la misericordia y la cercanía de Cristo». Será mejor dejar a hablar al papa jesuita con la claridad de sus expresiones:
Pero, por favor, una castidad «fecunda», una castidad que engendre hijos espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, debe ser madre y no «solterona». Perdonadme si hablo así, pero es importante esta maternidad en la vida consagrada, esta fecundidad. Que esta alegría de la fecundidad espiritual anime vuestra existencia: sed madres, como figura de María Madre y de la Iglesia Madre.
Cuando, a lo largo de estas páginas, hablemos de defender la vida, no podremos ya decir legítimamente que estemos hablando solo de la vida biológica, de los hijos. Como vemos, la fecundidad para los cristianos es algo mucho más grande, más profundo, más eterno.
4. La verdad
Pocas cosas molestan tanto a los adolescentes y jóvenes como la mentira. Es una especie de resorte común a todos que les hace saltar y por el que se puede perder definitivamente toda la confianza o la amistad ganada durante mucho tiempo, con esfuerzo y tesón. Pareciera que, con los años, vamos aprendiendo a convivir con la mentira; no solo eso, esta puede llegar a formar parte indispensable de la construcción social.
La verdad en el amor es el mejor proyecto educativo que podemos ofrecer a nuestros chicos: conocer y reconocer la verdad de lo que somos y amamos para, en un segundo momento, expresar con el lenguaje verbal y erótico la verdad de lo que sentimos y a lo que nos comprometemos. Esa es la clave de comprensión de las infinitas expresiones de amor que caben en una pareja, con desbordante creatividad y libertad entregada.
La verdad del amor adolescente es precisamente esa: un amor que «adolece» de entrega, definitividad y compromiso. No puede ni debe ser un amor definitivamente entregado y generosamente gratuito, porque no están preparados ni física ni psicológicamente para ello. La verdad del amor joven tiene también sus peculiaridades, como las tiene el amor en períodos de enfermedad física, vivido en la ancianidad o expresado en la discapacidad.
Descubrir la verdad del propio amor es una tarea que nos llevará toda la vida y que requiere un esfuerzo redoblado: por un lado, conocernos y reconocernos en la verdad que soy y que amo, y, por otro, conocer y reconocer la verdad del amor de la pareja. Un mismo canto de amor a dos voces, afinadas, armónicas, acordes, preparadas para expresar –también eróticamente– el amor que les une.
Para trabajar
Es bueno poner experiencia, vida, carne a algunos conceptos que difícilmente pueden comprenderse de otro modo. Hemos visto cómo algo tan maravilloso como es el amor puede presentarse a otros como algo tan desencarnado que contradice en su esencia a aquello que pretende definir 8. Curiosamente, ocurriría lo mismo si recurrimos al Diccionario de la Real Academia para conocer qué es el amor, la vida, la verdad, el tú.
Pongamos como ejemplo a Leola, protagonista de una preciosa novela de Rosa Montero, Historia del rey transparente 9. Esta campesina adolescente del siglo XII, cuando aprende a leer y escribir, decide escribir lo que ella llama el «Libro de todas las palabras», donde va anotando, a modo de estribillo que atraviesa todo el libro, las definiciones de las grandes palabras. Pero, eso sí, unas definiciones diferentes, nacidas de la experiencia y de los afectos. Veamos algunas:
El amor: sueño que se sueña con los ojos abiertos. Dios en las entrañas (y que Dios me perdone). Vivir desterrado de ti, instalado en la cabeza, en la respiración, en la piel del otro; y que ese lugar sea el paraíso.
La vida: un relámpago de luz en la eternidad de las tinieblas.
Quizá invitar a escribir el propio «libro de todas las palabras» pueda ser un buen ejercicio para reconocer quiénes somos, qué deseamos fervientemente y qué experiencias nos han marcado el sentido de todas las cosas. Hemos de ser modestos; quizá podemos comenzar con estas que aquí hemos desarrollado –tú, amor, vida, verdad– y, quién sabe, continuar regalando al mundo una palabra, «la mejor de todas», como hizo Nyneve a Leola, haciéndole una recomendación: «Acuérdate de esta palabra, mi Leola. Y, cuando te acuerdes, piensa también un poco en mí».
Es un ejercicio fascinante que suele hacer sufrir y disfrutar al mismo tiempo. Hoy aún recuerdo el rostro de algunos chicos al escuchar algunas palabras. Es gratificante ayudar a otros a sacar su tesoro escondido, presentarlo al mundo y reconocer que es maravilloso. Algunos regalos de alumnos de 1º de Bachillerato:
La verdad: terrible espejo que abre los ojos al mundo, mano invisible que ayuda al honesto y desenmascara al mentiroso. Cubo de agua que despierta al mundo y refresca al sabio (Germán D. C.).
El amor: vivir prescindiendo del suelo. Necesitar la felicidad del otro para conseguir la tuya propia. Confiar y compartirlo todo. El amor son los cimientos de la felicidad (Beatriz A. P.).
Sueño: lugar donde todo vale y todo se puede (Miguel Ángel F. I.).
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