La Filosofía en Quito colonial 1534-1767. Samuel Guerra Bravo
al Rey escrita el 1 de Julio de 1550: “Había cuatro años que para acabarse de perder esta tierra, se descubrió una boca de infierno por la cual entran cada año, desde el tiempo que digo gran cantidad de gente que la codicia de los españoles sacrifica a su Dios y es unas minas de plata que llaman Potosí” (En Vargas, 1948, p.134)
9 Carta de Fray Francisco Morales al Rey: “Los ingenios de azúcar y minas son sepultura de infinitos indios” (En Vargas, 1948, p. 227).
10 Se habla aquí de evangelización como método de cristianización (revelación entre un “yo” y un “Tú”, aunque el indio nunca fue un “Tú” sino un “ello”), como pedagogía del dominador. Queda totalmente a salvo el contenido doctrinario. Bajo esta perspectiva piénsese, por ejemplo, en la conquista pacífica emprendida por Bartolomé de las Casas en Venezuela y que fracasó por los condicionamientos provenientes de la cristiandad como totalidad dominadora.
11 Para una comprensión del discurso político, ver El discurso filosófico y el discurso político, tesis doctoral de Carlos Paladines, Quito, 1975.
12 Durante la colonia el Curso de Filosofía (3 años) se llamó Curso de “Artes”. Esta denominación tenía que ver con las “Artes Liberales”, que servían de base a los estudios existentes en la época. El rastreo del origen de esta denominación, en su vertiente filosófica, tendría que pasar necesariamente por Raimundo Lulio y su Ars Magna, por Pedro Hispano como propulsor de la Lógica Modernorum y por el grupo que desarrolló la nueva lógica en oposición a la antigua Lógica de Aristóteles: Juan Escoto Eriúgena, San Anselmo, Abelardo, Nicolás de Amiens, Juan Duns Scoto, etc. Dentro de la Pedagogía y de la Política educacional de la época, esta dominación de “Artes” tiene también su historia. Puede verse: Esteban Fontana, Los Centros de Enseñanza de la Filosofía en la Argentina durante el Período Hispánico en Cuyo, Anuario de Historia del Pensamiento Argentino, 1971, pp. 83-146.
III VISIÓN PANORÁMICA DE LA FILOSOFÍA COLONIAL
Quito fue fundado en 1534. El Cabildo, que entonces definía a una ciudad como ciudad, se reunía lunes y viernes “para entender las cosas cumplideras al seruicio de Dios Nuestro Señor e de su magestad e bien e pro desta dicha cibdad” (Bayle, 1968, p. 29). La organización de la ciudad se llevó a cabo en unos tres lustros. Para 1550 Quito estaba ya suficientemente organizado en los campos administrativos, judicial, económico, social, político, etc., y la dominación hispánica se había institucionalizado de manera eficaz a través de las encomiendas y la explotación de las minas.
En 1535 los Franciscanos establecieron su convento en Quito; en 1537, los mercedarios, y en, 1541 los dominicos. Estas órdenes religiosas, y posteriormente los agustinos (1573) y los jesuitas (1586), fundarían sus noviciados y estudentados en la segunda mitad del siglo XVI. Y fue justamente en los noviciados y estudentados de las órdenes religiosas donde se implantó la filosofía como ciencia académica.
3.1. La Escolástica renacentista en Quito: 1534-1594
Hacia mediados del siglo XVI la filosofía académica constituía en Quito el curso de “Artes” destinado, fundamentalmente, a la preparación de los aspirantes al sacerdocio. Por eso, la Filosofía se sitúa físicamente dentro de los conventos religiosos o dentro de las instituciones académicas regentadas por los religiosos; y, como ciencia, solo encuentra su sitio dentro de un horizonte teológico. La Filosofía estaba, pues, al servicio de la Teología (Ancilla theologiae) y apuntaba, a fin de cuentas, a convertirse en el elemento racionalizante de la fe.
Esta dependencia de la Filosofía a la Teología constituía un carácter marcadamente medieval del que no pudo escapar en Quito sino hasta fines del siglo XVIII. Esta subordinación era un condicionamiento histórico (y hasta político) que determinaba el quicio en el que habría de moverse la filosofía escolástica, así como el cauce de problemas y soluciones que se adoptaría. La escolástica no asimiló, ni en España ni en Quito, los motivos sustanciales del auténtico Renacimiento que consistieron principalmente en el criticismo, la ciencia experimental y una nueva visión del hombre y del mundo. Sin embargo, tampoco pudo evitar que se filtraran ciertos elementos renacentistas, sobre todo humanísticos, incentivados por realidades sociales nuevas que necesariamente tenían que considerarse. No se llegó a abandonar, por supuesto, el enfoque teocéntrico y religioso del medioevo; al contrario, el Concilio de Trento (1545-1563) y la Contrarreforma solidificaron estos fundamentos teológicos de la filosofía, pero esta no pudo escapar a un ambiente de inquietudes humanísticas y de temáticas sociales que condicionaron de algún modo la escolástica quiteña del siglo XVI.
Esto justifica también que llamemos Escolástica renacentista a la filosofía que se impartió en Quito durante este período. Y si bien la escolástica llegó a Quito como actividad académica al amparo de las órdenes religiosas, tuvo también sus manifestaciones en campos extraacadémicos, como en la Revolución de las Alcabalas, por ejemplo.
La Escolástica había sacado de Aristóteles los presupuestos fundamentales, pero también había sufrido diversas sistematizaciones a través de Santo Tomás, Escoto y Suárez, dando origen a diversas corrientes dentro de la misma escolástica. Estas diversas vertientes escolásticas se implantaron en Quito desde el mismo momento en que las diversas órdenes religiosas abrieron sus noviciados y estudentados: la escuela tomista se enseñó dentro de la Orden Dominicana; la escotista, dentro de la Orden de San Francisco, y la suarista, en los centros jesuíticos. Poco después del Concilio de Trento, la Iglesia había declarado Doctor de la Iglesia a Santo Tomás; esto le dio cierta hegemonía sobre todo en Teología; en filosofía había más libertad, lo cual originó no pocas disputas en Quito entre las diversas corrientes escolásticas.
Escasean los documentos históricos que permitan reconstruir y valorar la escolástica renacentista en Quito. Por el momento no se pueden hacer sino afirmaciones de carácter general. Merecen atención, sin embargo, el manuscrito de 1584 que reposa en el Convento de Santo Domingo y que revela, al menos en la Lógica, el carácter medieval de nuestra filosofía del siglo XVI. Merecen también un estudio detenido los documentos que revelan las inquietantes humanísticas de la Escolástica frente a la situación del indio y frente a la Revolución de las Alcabalas.
Finalmente, habrá que esclarecer la significación que tuvieron para la filosofía personajes como fray Pedro Bedón, entre los dominicos; el grupo de religiosos que dieron pareceres a propósito de la Revolución de las Alcabalas; fray Gabriel de Saona, entre los agustinos, fray Antonio de Zúñiga, entre los franciscanos, y el padre Juan de Frías Herrán, que fue el primer jesuita que dictó Filosofía en Quito.
Los contenidos filosóficos medievales y las ciertas inquietudes renacentistas constituyeron, al parecer, las características más notables de nuestra escolástica en el siglo XVI. El esclarecimiento de estos aspectos iluminará, sin duda, puntos controversiales como los presupuestos filosóficos de la conquista y colonización de nuestras naciones americanas.
3.2. La restauración escolástica en Quito: 1594-1688
La venida al nuevo mundo de religiosos como fray Alonso de la Vera Cruz y el padre Antonio Rubio extendió a América la Restauración escolástica española del siglo XVI y principios del XVII. “Vera Cruz tiene como principal significación histórica –dice Ismael Quiles- el mérito de haber trasplantado a México en forma adulta el espíritu de la filosofía escolástica, tal como lo había renovado la escuela de Salamanca” (1953, p. 51).Y más adelante añade:
Otra figura descollante de este periodo (1550-1630) fue el Padre Antonio Rubio… Su Cursus Philosophicus en cinco volúmenes, del cual en la “Lógica