Zoncoipacha. Mariela Tulián

Zoncoipacha - Mariela Tulián


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defender la comunidad con tesón e inteligencia así como otras voces que —tanto en la época colonial como republicana— buscaron dominar, invisibilizar y negar la presencia indígena.

      Podemos leer Zoncoipacha como dividida en dos grandes períodos históricos: el colonial y el republicano. Pero creo que otro modo de abordar la lectura de este libro es reparando en diferentes tipos de lenguajes que permiten trazar puentes entre lo que podrían parecer, a priori, dos irreconciliables etapas históricas. Uno es el lenguaje jurídico al que la autora acude para describir el juicio contra la corona española que llevan adelante Francisco Tulián y su hermano Leandro para defender el territorio. Es el juicio que la Comunidad originaria del Pueblo de Indios de «San Jacinto» inicia contra la Corona Española en el año 1804. El extenso expediente de este juicio, hallado por la propia comunidad Tulián en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba, permite reconstruir el contexto de las estancias y los pueblos de indios de la zona, en qué leyes se basaron para el reclamo territorial y el largo proceso judicial que abarca mensuras y deslindes, testimonios de los habitantes de aquella época y alegatos de diferentes actores sociales que defendían sus intereses, individuales y colectivos.

      Pero éste no es el único juicio del que la autora nos habla. Ya desde la época republicana, un conjunto importantísimo de leyes internacionales, nacionales y provinciales nos van dando la pauta no solo de cómo se pensaba la «cuestión indígena» en todo América y Argentina desde inicios de siglo XIX hasta hoy, sino también de cómo los pueblos y organizaciones indígenas fueron los gestores y coconstructores de estas mismas herramientas legales y jurídicas para visibilizar sus luchas, hacer escuchar sus demandas y lograr victorias que fueron sentando precedentes y trazando huellas. En este sentido, todas las normativas, leyes y fallos judiciales que se citan aquí nos permiten entender que este conjunto de herramientas legales y de procesos judiciales que atañen e involucran a los pueblos indígenas no son solo producto de políticas estatales, gubernamentales y de organismos internacionales, sino también el resultado de largas luchas de éstos a lo largo y ancho de nuestro continente. En esta dirección, el puente que podemos trazar entre lo que puede parecer muy distante —un juicio de época colonial y el conjunto de casos de tiempos más recientes— radica en la búsqueda de la justicia; entendida no solo como un proceso institucional e institucionalizado sino también como la búsqueda de una justicia social que abarque el reconocimiento a la presencia de los pueblos indígenas por parte de la sociedad toda y el reconocimiento de la deuda histórica que, sobre todo, los estados nacionales mantienen con éstos.

      El otro lenguaje al que recurre la autora es el que se nutre de las memorias colectivas y orales, los relatos de las familias, de los abuelos y abuelas y de los miembros actuales de las comunidades comechingonas y sanavironas que antes y ahora continúan transmitiendo todo aquello que los documentos, archivos y mapas a veces no dicen, tergiversan u ocultan. Las memorias colectivas hacen sentido en el hoy al ser no solo un cúmulo de recuerdos y transmisiones sino marcos interpretativos que todos los grupos sociales re-actualizan permanentemente; no solo para interpretar lo que ocurre sino también para definir estrategias de lucha y resistencia, y fortalecer sus sentidos de pertenencia. Así es como ese lenguaje de las memorias se entrelaza al discurso del hoy, a este libro de Mariela y la comunidad Tulián que nos recuerda que «la resistencia indígena, se basa en pocas palabras, en la lucha por seguir existiendo».

      Desde hace un tiempo a esta parte, con algunos colegas de la Universidad Nacional de Córdoba, encaramos un proyecto de mapeo colaborativo y re-construcción territorial en conjunto con las comunidades comechingonas y sanavironas en San Marcos Sierras. Enmarcados en ese proyecto, venimos conociendo y recorriendo diversos sitios, caminos y hogares que además de la relevancia arqueológica, histórica y patrimonial que detentan, son también percibidos, recordados y experimentados como lugares afectivos y espirituales. Este trabajo, aun en ciernes, se verá enormemente enriquecido con la lectura de Zoncoipacha. En primer lugar, porque nos enseña cómo piensan el territorio, cómo lo perciben y habitan, dimensiones que están íntimamente relacionadas a porqué y cómo lo defendieron antes y ahora. Pero, además, el ejercicio de un trabajo colaborativo como el que iniciamos nos invita a un desafío aún más ambicioso: aquel de aportar a la construcción de un nuevo contrato social que nos permita revisar qué anhelamos para nuestra patria y cómo vamos a llevar adelante el proyecto de un mundo donde quepan muchos mundos.

      Carolina Álvarez Ávila

      Antropóloga (IDACOR/CONICET- Museo de Antropología/FFyH, UNC) Docente en la Universidad Nacional de Córdoba

      Tercer prólogo

      Conocí a Mariela Tulián algunos años después de venir investigando, desde la antropología y la geografía, los procesos reivindicativos de algunas comunidades indígenas comechingón de la Provincia de Córdoba. En esa ocasión, ella y un grupo de originarios de diversos sectores de la Argentina se reunieron en el marco de una visita que un importante cardenal de la Iglesia Católica del Vaticano había hecho con motivo de un «diálogo» en San Marcos Sierras. Mientras el cardenal ofrecía una conversación vinculada a cuestiones filosóficas y metafísicas que, a priori, poco parecían vincularse con el lugar, Mariela y sus compañeros apuntalaron a la necesaria reparación histórica de la Iglesia con los Pueblos indígenas. Estas reivindicaciones ponían en tensión la concepción de territorio, de historia, de cultura, civilización, de memoria y de espiritualidad, entre muchas otras.

      Como si fuera poco, estos enunciados cristalizados en conceptos verbalizados y escritos se hacían cuerpo en diferentes facetas y prácticas cotidianas de la autora. Ese día por ejemplo, asistimos a la orilla del río San Marcos allá debajo de las Sierras de Cuniputo. En un sitio sagrado, al lado de unos morteros ancestrales, Mariela y un abuelo mapuche guiaron una inmemorable ceremonia cuyo efecto apaciguó hasta los animales más energéticos de la zona. El lugar era parte de una serie de sitios espirituales conectados que testimonian una importante presencia indígena en el territorio y cuya entidad es no solo perceptible por nuestro sentido (europeo) de la vista sino por la conexión sensorial. Animales, monte, espíritus y humanos participan, circulan y dan vida a lo que Mariela y sus abuelos llaman el territorio. Un sistema vivo, cuerpo híbrido en movimiento, masculino y femenino, cuyo encuentro con él (y ella al mismo tiempo) se puede entender desde la vivencia, la vinculación, la apertura a la interacción en disposición abierta y plena a las sensorialidades que ofrece nuestro sentir como seres corpóreos. Estas dimensiones son también las que relata Mariela en la historia del Pueblo Tulián desde el Taypichin, sin embargo son también las que nos demuestra ella y sus hermanos y hermanas Tulián a partir de su uso territorial actual.

      Mis visitas al Taypichin, al territorio histórico Tulián, me llevaron entonces, necesariamente, no solo a intelectualizar la narrativa histórica y territorial, sino a sentirlo y por ello a vivenciarlo. Más «vivo» que nunca, y lejos de todos esos procesos de resistencia –que irá contando Mariela en los primeros capítulos– y su comunidad nos ofrecieron, caminando, encontrando sitios, hierbas, piedras, morteros, conanas y un sin fin de elementos, su interacción plena, como por ejemplo en la actual recolección de la algarroba y en sus múltiples usos e infusiones. Lejos entonces el territorio de ser un objeto, pasivo de ser apropiado y delimitado por el hombre-blanco-occidental, que con sus figuras geométricas (puntos, líneas, polígonos) y su metafísica (estática y estable) ejerce soberanía, el territorio puede pensarse como un sistema vivo. Estas concepciones inscriptas en los modos de vida indígena, que Mariela relata a lo largo de su obra, son las que nos invitan a los académicos a revisar las propuestas teórico filosóficas y morales con las que pensamos el territorio. En ese sentido, nos damos cuenta que la idea de territorio como tierra (propiedad, mercancía) o terreno (como un área o polígono) están más próximas a un ideal de control espacial que de la apertura y conexión a la vida. Y (no tan) casualidades mediante, inscripta en la demora reglamentaria de la tan añorada ley 26.160, cuya aprobación en la Provincia de Córdoba todavía es puro misterio.

      El libro de Mariela ofrece innumerables aportes teórico/epistemológicos y políticos. En primer lugar, relata y recopila testimonios orales que describen una heterogeneidad de perspectivas y acontecimientos vinculados con la presencia indígena en San Marcos. En segundo lugar, articula los relatos con un


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