La consulta previa: daño inmaterial y reparación. Diana Carolina Rivera Drago

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de aquellas que ellos cuentan y develan sobre sí mismos.

      Sobre el origen del término arhuaco no existe aún plena claridad entre los estudiosos. Algunos indican que fue una expresión utilizada por los colonizadores españoles para designar y distinguir varios grupos indígenas del Caribe que compartían la particularidad de ser pacíficos, de modo que en épocas de la Conquista y la Colonia se habrían llamado arhuacos algunos grupos étnicos de Colombia, las Antillas, las Guayanas y la Serranía del Perijá, entre otros13. Debe aclararse que ésta es la teoría a la que muchos de ellos adhieren ya que en su opinión la comunidad arhuaca existe desde el inicio de los tiempos, se ha ubicado siempre en la Sierra Nevada de Santa Marta y ha sido siempre una comunidad pacífica14; sin embargo, entre ellos y en su lengua se denominan iku, que en español significa ‘gente’15.

      Para otros, fue Nicolás de la Rosa en su obra Floresta de la Santa Iglesia de la ciudad de Santa Marta, quien por primera vez llamó aurohuacos a los habitantes de la Sierra Nevada, de donde se formó el nombre que se utiliza actualmente de arhuacos16. Otros más indican que este nombre es desconocido entre los indígenas y que incluso en algunos pueblos se considera ultrajante17, lo cual no es preciso, ya que si bien en su lengua se denominan iku, cuando usan la lengua castellana también se reconocen a sí mismos como arhuacos. Teniendo en cuenta que iku es la denominación tradicional entre la tribu, durante el texto se han usado y se usarán las dos denominaciones de manera indistinta.

      Por otra parte, la teoría más acogida es aquella según la cual al llegar los conquistadores al territorio que hoy corresponde a la Costa Caribe del Estado colombiano encontraron allí a los indígenas tayronas o taironas18, de quienes los arhuacos serían descendientes directos19. En ese momento, los tayronas habitaban la ciudad por ellos fundada en el año 800 y que perduró hasta el 1600, hoy conocida como Ciudad Perdida, y estaban estructurados en una sociedad organizada en unidades políticas de varias dimensiones que ejercían control sobre distintos territorios en el macizo montañoso de la Sierra Nevada de Santa Marta, desde el mar Caribe hasta las cumbres nevadas del Gonavindua (hoy pico Simón Bolívar) y del Aloglue (hoy pico Cristóbal Colón)20.

      Actualmente, el mismo gobierno del pueblo arhuaco ha acogido la teoría según la cual serían descendientes de los tayrona, y así lo indican en documentos importantes tales como el proyecto de Plan Salvaguarda para el pueblo Arhuaco y el Programa de Garantías de los Derechos Fundamentales de los Pueblos Indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta21.

      Se ha indicado también que en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el siglo XV, los asentamientos indígenas con homogeneidad cultural eran conocidos por los españoles como ‘provincias’, y que de esta época data la primera referencia histórica del nombre Aruaco, ya que existía la provincia de los Aruaco en la vertiente meridional de la Sierra junto con otras como la Tayrona, la Betoma, la Carbón, la Macongama, Valledupar, entre otras22.

      El primer contacto con los conquistadores españoles se dio en 1498 con la llegada de Fernando González de Oviedo, quien, en principio, llegaba con el fin de instaurar relaciones comerciales con los dirigentes indígenas de la región. Para ese entonces los rasgos característicos de los indígenas serranos eran bastante claros: se trataba de individuos (hombres y mujeres) vestidos con mantas de algodón, collares de piedras semipreciosas y accesorios de oro, plumas y pieles de jaguar; vivían en casas de piedra y manufacturaban cerámicas, tejidos de algodón, orfebrería, talla de madera y piedras y fabricaban arcos y flechas envenenadas; su actividad económica era principalmente la agricultura de maíz, yuca, batata, fríjol, ñame, ahuyama, ají, aguacate, frutas y algodón; y, por otra parte, de forma secundaria, comerciaban estos productos con otros grupos indígenas. Eran guerreros, protegían a los ancianos, el divorcio estaba permitido, eran muy religiosos y espirituales y practicaban la adivinación; como diversión jugaban al tiro al blanco con flechas y hacían pruebas de fuerza; desde sus inicios mascaban hoja de coca y consumían chicha23. Debe aclararse, sin embargo, que el conocimiento actual sobre los famosos taironas o tayronas que encontraron los europeos a su llegada es todavía muy deficiente tanto en materia arqueológica como etnohistórica.

      A partir del siglo XVII todos los habitantes de la Sierra que sobrevivieron al holocausto de la conquista empezaron a ser conocidos como arhuacos y se diferenciaban por ser pacíficos o ‘mansos’, por estar cubiertos con mantas de algodón y no desnudos, por ser indios de montaña al encontrarse en las partes altas, y, por ser fácilmente reducibles a la vida ‘civilizada’ en encomiendas o pueblos indígenas24 en los que se aprovechaba su fuerza de trabajo y se les adoctrinaba y catequizaba. Sólo en el siglo XIX el término arhuaco se desglosó y aparecieron las cuatro tribus diferentes de la Sierra que hoy se conocen, gracias a las primeras exploraciones de estos territorios por parte de viajeros e investigadores con intereses antropológicos, quienes notaron, por ejemplo, que había cuatro lenguas diferentes, costumbres completamente distintas e incluso disimilitudes en el fenotipo25.

      Algunos años después, en 1525, Rodrigo de Bastidas fundó la ciudad de Santa Marta, y a partir de ese momento la presencia de los españoles se hizo mucho más fuerte, se dio inicio a la colonización en esta parte del continente y empezó lentamente la huida de los indígenas hacia las montañas, lo cual les exigió adaptarse a la altura, reemplazar el maíz por plátano, cebolla y caña de azúcar, que se dan en climas más frescos, e introducir el ganado bovino y caballar traído por los europeos26.

      Durante el periodo comprendido entre 1525 y 1599, las relaciones entre los pueblos indígenas de la zona y los colonos españoles fueron inestables, entre intensos periodos de guerra en que los españoles buscaban dominar a los indígenas y periodos de calma tensa en que aquellos se veían forzados a establecer relaciones pacíficas con las distintas comunidades27. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la Iglesia católica, desde el principio, consideró que tenía pleno dominio sobre los infieles y también sobre sus bienes y sus territorios; de manera que el papa, como “representante de Dios creador del mundo”, les entregó a los reyes de Castilla y Aragón el pleno dominio de las tierras que fueran conquistadas en el Nuevo Mundo y ellos tenían plena autoridad y jurisdicción sobre ellas28.

      Entre 1599 y 1600, Juan Guiral Velón, en aquel entonces gobernador y capitán general de Santa Marta y Río de la Hacha, salió de la capital y a la cabeza de un ejército emprendió una intensa campaña militar para someter a las poblaciones indígenas de los territorios aledaños. Después de algunos meses de guerra, Guiral Velón logró la victoria pese a la enorme resistencia que los pueblos indígenas le opusieron. Las poblaciones indígenas de dicha zona carecían de unión política y esto llevó a que no tuvieran un mando centralizado eficaz para enfrentar los ataques de los españoles. Los caminos y ciudadelas construidos después de siglos de arduo trabajo fueron consumidos por la vegetación selvática y todo el esplendor que había alcanzado esta cultura quedó en el pasado29.

      De este modo, una vez victorioso, el gobernador ordenó una condena contra los indios para castigarlos por haber cometido los delitos de “traición y alevosía”, los cuales eran considerados crímenes de “lesa majestad”30. Al respecto, existe en el Archivo de Indias una copia de la sentencia de condena en este caso particular, “que mandaba ajusticiar, después de terribles torturas, a los líderes e indios principales de los pueblos de Jeriboca, Bonda, Masinga, Durama, Origua, Dibocaca, Daona, Masaca, Chengue y los demás aliados”, de la siguiente manera:

      Primeramente: A Cuchacique, principal de dicho pueblo de Jeriboca y principal movedor de dicho alzamiento, lo condeno a que sea arrastrado a la cola de dos potros cerreros, y hecho cuatro cuartos, y puestos por los caminos, y la cabeza puesta en una jaula


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