Repensar la antropología mexicana del siglo XXI. Pablo Castro Domingo
y Duhau, 2008)”. Esta obra reflexiona sobre los desafíos actuales de la antropología mexicana citando las contribuciones de Francisco Cruces (español), George Devereux (francés), Myriam Jimeno (colombiana), José Bengoa (chileno), Rosana Guber (Argentina), Gayatri Spivak y de otras nacionalidades.
La internacionalización de la antropología mexicana se acrecienta, asimismo, en redes de colaboración con científicos sociales de muchos países latinoamericanos. Tales intercambios reconfiguran antiguos objetos predilectos de los antropólogos. Las cuestiones étnicas e interétnicas deben incluir ahora oleadas migratorias lejanas; en Tijuana y otras ciudades de la frontera mexicano-estadounidense, ade más de cruzarse indígenas y regiones de México, llegan centroamericanos, chinos, haitianos y africanos. Los capitales transnacionales remodelan los modos locales (o estadounidenses) de organizar el trabajo. Laura R. Valladares recorre las mutaciones en las disputas entre etnias y Estado nación al rehacerse en tiempos de neoliberalismo globalizado e intercultural, al nutrirse las resistencias latinoamericanas con enfoques descoloniales originados en Asia y desplegados en Estados Unidos. Es iluminador su recuento de los feminismos indígenas, territoriales y conscientes de su horizonte transnacional, donde se experimentan novedosas alianzas: “no se trata de un movimiento separatista, sino de una apuesta donde los distintos feminismos se articulan” con “voces mestizas e indígenas, activistas y académicas, luchadoras sociales y defensoras de los derechos humanos”.
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En esta perspectiva emerge un asunto que la antropología dejó tradicionalmente en manos de la sociología política: ¿cómo ser ciudadano? Si bien lo tratan algunos antropólogos dedicados a procesos electorales, poco comprendemos de la desafección ciudadana como proceso sociocultural y comunicacional. Suele vérsela como debilitamiento de las formas democráticas de representación, pero es mucho más que eso desde que la videopolítica llevó las disputas de las plazas a las pantallas y ahora porque los algoritmos sustraen y reorganizan nuestros datos y opiniones. Los partidos, sindicatos y movimientos sociales, entre ellos los étnicos, son reducidos y reubicados en una constelación de poderes que espían nuestra intimidad y nos reemplazan en la toma de decisiones.
Los indígenas, a la vez que subsisten en comunidades rurales, des de mediados del siglo XX se vuelven trabajadores urbanos que reformu lan los modos de habitar las ciudades y generan ciudadanías plurales. La universalidad de derechos, afirmada por la doctrina liberal, se desdobla en estrategias de sobrevivencia y acciones políticas diferenciadas, combinaciones nuevas de recursos educativos y de salud. Adriana Aguayo documenta cuánto contribuyen estas comunidades étnicas urbanas a crear ciudadanías menos formales que la noción abstracta de raíz europea. Surgen ciudadanías sustantivas, con énfasis en derechos de lengua y solidaridad, menos radicados en cada in dividuo que en maneras colectivas de producción y apropiación. Forman parte del proceso de ampliación contemporánea de los derechos sociopolíticos a los culturales, étnicos y ecológicos. Los indígenas, a semejanza de los migrantes, reivindican la ciudadanía como algo que puede negociarse ante más de un Estado, no sólo en relación con su territorio de origen.
Los vínculos entre ciudadanos y Estados disminuyen su protagonismo cuando la resistencia toma como referencia, más bien, acciones solidarias de la sociedad civil. El análisis de Ana Paula Castro Garcés y Pablo Castro Domingo sobre la 72 Hogar Refugio para Personas Migrantes, en Tabasco, muestra que necesidades básicas de centroamericanos que cruzan México —hospedaje, comida, atención médica y asesoría jurídica— no son ofrecidas por los servicios de migración sino por esta institución franciscana y por Médicos sin Fronteras. El hecho de que una organización católica incluya en sus beneficiarios a migrantes de la comunidad LGBTTTI evidencia desplazamientos aun en instituciones tradicionales.
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La multiplicación de actores, que se mueven de sus lugares convencionales, ha llevado, desde el periodo de auge del posmodernismo, a aceptar la fragmentación de lo social como una tendencia inexorable. Sin duda, la caída de grandes relatos unificadores —cristianismo, liberalismo, marxismo— y, al mismo tiempo, la interrelación de conjuntos poblacionales y culturales de difícil convivencia indujo a cancelar las preguntas por la totalidad social. Una visión de la antropología como estudio sólo de lo local o de etnias o regiones separadas parecía favorecida por esta focalización en lo particular y lo micro.
Sin embargo, la interdependencia entre culturas acentuada por las migraciones y los intercambios globalizados (de mercancías físicas, mediáticas y virtuales), así como la concentración empresarial mundializada de bienes y servicios, pone en el centro la cuestión de la totalidad —o las totalizaciones— que abarcan nuestras vidas en sociedades distantes. La desglobalización o repliegue de tantas naciones en la segunda década del siglo XXI (Brexit, Trump, etcétera) no quita fuerza a las guerras comerciales y socioculturales que nos siguen exigiendo interactuar. Las crecientes caravanas de migrantes de países latinoamericanos, de las que se ocupa este libro, o de África y Asia a Europa, la exasperación de la xenofobia y las indignaciones contra los monopolizadores globales de datos evidencian que las preguntas por cómo nos totalizamos siguen importando.
¿Por qué la antropología, que tanto contribuyó a pensar vastos conjuntos poblacionales (en México la formación multiétnica de la nación) y a analizar críticamente los colonialismos, no va a poder renovar sus instrumentos para dilucidar cómo convivimos actualmente en grandes escalas? Debemos preguntarnos, entonces, si nuestro objeto principal de estudio debe ser la cultura, o culturas aisladas, es decir la diversidad, o más bien la interculturalidad.
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Varios artículos del libro se hacen cargo de implicaciones de esta redefinición de la tarea antropológica. ¿Hay lugares distintivos de esta disciplina? ¿El barrio, el pueblo, el salón de baile, la iglesia, el tianguis o el centro comercial? ¿Son los sitios donde habitamos u otros los “productores de un sentido común, con formas de expresión y un lenguaje específico que atraviesa los sujetos que los habitan”? pregunta Angela Giglia. Necesitamos pensar como lugares también las plataformas (Google Maps, Waze) que guían nuestra movilidad urbana e invitan a subir fotos de sitios o comentarios útiles para otros habitantes o transeúntes. Los espacios inmateriales o los discursos sobre los que están físicamente en el mapa se hallan en el núcleo de los desafíos; “la etnografía del lugar empieza hoy frente a la pantalla del teléfono”, dice Giglia.
En el interjuego entre lugares tradicionales que siguen importando como configuradores de lo social, las plataformas y la indagación de totalizaciones —un orden metropolitano, una geopolítica de la interculturalidad, la dispersa constelación de datos en los algoritmos— se están decidiendo los sentidos que hoy debemos explorar en las ciencias sociales. Seguimos necesitando estudios monográficos de casos que parecen únicos y también los intercambios con lo que no está a la vista o nos exige otras experiencias de la presencia, la distancia y lo que no parece claro dónde está ni cómo se decide.
Entre los méritos de este libro encontramos el que sus autores reelaboren lo que vieron como descubrimientos en sus investigaciones, o de equipos en los que participaron y tesis que dirigieron, o sea reabrir las vitrinas construidas por la antropología en el siglo XX. El conocimiento de objetos, personas y clasificaciones con los que la disciplina mostró su fecundidad para contribuir a desarrollar la nación se extiende hoy a otras interacciones conflictivas de una sociedad que se descompone, se rehace con dificultad, parece a veces cerrarse a la comprensión de sus dramas y estimula, por eso, a ensayar nuevas entradas.
BIBLIOGRAFÍA
Borges, Jorge Luis (1998) Prólogos con un prólogo de prólogos, Madrid, Alianza Editorial.
Clifford, James (1999) Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa.
Nota
* Profesor-investigador distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores.