Repensar la antropología mexicana del siglo XXI. Pablo Castro Domingo

Repensar la antropología mexicana del siglo XXI - Pablo Castro Domingo


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de la multidimensionalidad del fenóme no del conocimiento. Partimos del reconocimiento de la oscuridad oculta en el corazón de una noción esclarecedora de las cosas. Partimos de una amenaza que procede del conocimiento y que nos lleva a buscar una relación civilizada entre nosotros y nuestro conocimiento. Partimos de una crisis propia del conocimiento contemporáneo y que sin duda es inseparable de la crisis de nuestro siglo (Morin, 2010:24).

      Crisis, oscuridad, amenaza, son motores de la construcción del conocimiento. La ciencia implica entonces movimiento y duda.

      Para Morin, mientras más conocemos, más crece nuestra ignorancia ya que cada fenómeno social nuevo que abordamos, va abriendo nuevas perspectivas y plantea nuevos problemas (Morin, 2010). Un ejemplo de ello sería la cuestión de género. Mientras que a principios del siglo XX se le consideraba una cuestión biológica que debía abordarse exclusivamente por la medicina —con lo cual se “cerraba” su exploración— al paso del tiempo el mismo fenómeno se complejiza al comprenderlo mucho más allá de lo meramente biológico. Se abren entonces nuevas aristas sociales, psicológicas, políticas, entre otras, que nos enfrenta al hecho de que en realidad sabemos poco de dicho fenómeno y nos falta mucho por conocer. Lo mismo sucede en general con todos los fenómenos sociales que atiende la antro pología.

      Lo anterior implica que la ciencia conlleva la idea del inacabamiento, tanto del objeto de conocimiento, como del conocimiento mismo.

      Por ello cuando nos plantearnos la tarea de revisar el quehacer de la antropología mexicana en las últimas dos décadas, nos enfrentamos obviamente a una dimensión inalcanzable. Y como suele suceder, tuvimos que hacer un corte mucho más restringido, centrándonos en algunas de las investigaciones del Departamento de Antropología de la UAM-I e incorporando puntualmente a otros investigadores básicamente del INAH. No hay una explicación demasiado elaborada sobre esta selección. Cuando mucho hay una razón práctica: este libro se propuso desde la docencia. Cuando en 2017 impartí el curso de Antropología Mexicana en la Maestría de Posgrado en Ciencias Antropológicas de la UAM-I, pude constatar que, si bien hay una reflexión histórica sobre nuestra disciplina que nos permite revisarla hasta finales del siglo XX, poco se ha actualizado en las últimas décadas. Esto tiene que ver en parte por la fragmentación institucional, el crecimiento del gremio, y, de manera muy relevante, por los procesos cada vez más individualizados y en solitario en la generación de conocimiento. El curso antes mencionado fue una oportunidad de invitar a colegas a que expusiera qué están haciendo hoy, y qué problemas enfrentan en el proceso de hacer investigación antropológica. ¿Qué mejor manera de conocer lo que se hace en antropología que a través de los que lo están haciendo? Consideré entonces que esas interesantísimas participaciones podrían constituirse en textos que apoyaran el quehacer docente. De pronto estas clases impartidas por mis colegas se convirtieron en un momento de autoreflexión ya que al mismo tiempo que permitía a estudiantes conocer lo que hacen sus profesores —más allá del salón de clase—, le posibilitó al docente sistematizar su práctica de investigación y observarla “desde afuera”. Pero obviamente el número de participaciones fue limitado y era necesario ampliar las temáticas. De allí que consideré invitar a otros profesores y estudiantes de posgrado para generar un libro con algunas de las temáticas que en la actualidad se desarrollan y que reflejan las condiciones sociales, económicas y políticas del México contemporáneo. Para que éste no fuera nuevamente un conocimiento fragmentado y aislado, decidimos reunirnos para comentar y discutir cada texto, buscando, por un lado, consolidar ciertos ejes organizadores de las reflexiones, y por otro, aportar ideas puntuales con el fin de enriquecer los trabajos.

      Aunado a ello, en el 2020 se cumplen 45 años de la formación del Departamento de Antropología de la UAM-I, lo cual impulsó este proyecto, pues en una coyuntura como esa resulta aún más importante hacer un alto en el camino para mirarnos como Departamento y como gremio.

      Esta selección si bien —como señalamos arriba— no es exhaustiva, podemos considerar que es una buena muestra de lo que se está haciendo en la antropología mexicana del siglo XXI, que tiene una producción basta, original y novedosa, aunque, como gran parte del conocimiento latinoamericano, es poco visible para las academias anglófonas. Arrojar luz sobre el escenario de la producción de conocimiento latinoamericano se ha convertido en una suerte de misión para autores como Rossana Guber (2018) o Esteban Krotz (1993), entre otros. Esperamos que con este texto podamos abonar a dicha tarea.

      Ahora bien, desde este pequeño —pero importante— universo reflexivo, trazamos una suerte de mapa en tres dimensiones: la primera en referencia a las prácticas antropológicas: qué se está haciendo dónde y cómo; la segunda en torno a cómo se están trabajando los temas considerados como “clásicos” de la antropología en las nuevas condiciones sociales imperantes y frente a viejos y nuevos paradigmas teóricos y metodológicos; y el tercero a partir de las nuevas temáticas a las que se enfrentan los antropólogos en México.

      Evidentemente ésta es una organización formal y necesaria para articular el libro, pero no se puede pensar como una división tajante ya que los temas se trastocan y en todos los casos las aproximaciones son originales y estructuradas no sólo a partir de propuestas teóricas novedosas, sino que implican —en la mayoría de los casos— etnografías basadas en trabajo de campo directo, con información vigente, en donde las fronteras o intersticios entre disciplinas y temáticas emergentes requieren de nuevas construcciones conceptuales generando una suerte de espacio ambiguo entre territorios del conocimiento.

      Así, en la primera sección agrupamos cuatro trabajos. Un primer aspecto sustantivo para la disciplina se refiere a quiénes son los antropólogos mexicanos y dónde se encuentran. Luis Reygadas inicia el libro con un panorama amplio de quiénes somos y dónde estamos, partiendo de preguntas como ¿qué sabemos de los nuevos antropólogos mexicanos? ¿Qué características tienen las nuevas generaciones de profesionistas en este campo? ¿Cuántos son? ¿En qué trabajan? ¿Cuáles son sus condiciones laborales? Con ello nos presenta una suerte de radiografía del gremio y las transformaciones sufridas en los últimos años, tanto en las temáticas que se abordan, en los perfiles socioeconómicos de los que se forman como antropólogos, en las condiciones laborales, así como la diversidad de programas y ofertas educativas.

      Seguimos con un capítulo sobre trabajo de campo que yo suscribo, pensándolo como el método del quehacer antropológico por excelencia. El interés de este capítulo es explorar cómo hacemos trabajo de campo hoy en el contexto mexicano, país pluricultural, inserto en procesos de globalización, y dentro del marco del capitalismo neo-liberal. Desde ese marco histórico específico, me interesa llamar la atención sobre algunos aspectos concretos que considero relevantes y desde allí, reflexionar sobre las implicaciones que tiene ello en el conocimiento que estamos produciendo: ¿qué tan viable es continuar con las clásicas premisas de la antropología del siglo XX en un mundo que se ha modificado en todas sus dimensiones? Para intentar responder a esa pregunta me centré en tres aspectos que considero fundamentales: la condición del trabajo de campo, la posición del investigador vs. la posición del sujeto de investigación y la construcción del dato y su interpretación.

      Continuando con la reflexión metodológica, pero en un trabajo de frontera se encuentra el texto de José Carlos Aguado que explora —a través de una larga trayectoria de campo— la relación entre psicoanálisis y antropología. En ese capítulo se proponen algunas elaboraciones teórico-metodológicas con sus consecuencias prácticas tanto para la investigación como para el desarrollo comunitario, en la perspectiva de una antropología de campo.

      Se desarrolla una propuesta original a partir de la experiencia en investigación antropológica, en el desarrollo comunitario y en la práctica psicoanalítica. Los ejes conceptuales se centran en la relación entre autonomía, responsabilidad y cambio social. Estas categorías están presentes tanto en el proceso de producción de conocimiento como en los procesos de cambio social. Al final se discuten las implicaciones de esta propuesta para la investigación antropológica y se resume una investigación etnográfica desarrollada con la metodología propuesta en un grupo otomí migrante de la Ciudad de México.

      La primera sección se cierra con el trabajo de Maya Lorena Pérez Ruiz, quien nos presenta una interesante revisión histórica


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