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sobre los cuales pocas veces se reflexiona, dejándolos como una evidencia ideológica más. Tal es el caso de la memoria que forma parte central de nuestro trabajo, ya que de muchas maneras los antropólogos sociales trabajamos con la memoria del otro como materia prima para la construcción del dato empírico. Pero la memoria no es sólo materia prima, es parte del proceso identitario y base de la propia cultura. De allí que sea un concepto base que requiere de ser revisado y delimita do. Ro cío Ruiz Lagier explora la memoria como un elemento fundamen tal para las ciencias sociales y particularmente para la antropología, mos trándonos el proceso donde se pasó de reflexionar sobre la memoria en la antropología, a hacer antropología de la memoria.
José Antonio Melville nos acerca al tema del poder a partir de una idea sugerente: la importancia de ver “hacia arriba”. Acostumbrados a mirar a los grupos alternos de la sociedad, “hacia abajo”, poco se ha analizado la construcción de los grupos hegemónicos, quedándonos con la mitad de la historia, o cuando menos con una versión parcial de una realidad que requiere del entendimiento de todas las posiciones para un mejor entendimiento de los sistemas sociopolíticos. Dos conceptos resultan clave en su análisis sobre el poder: el de demo-cracia y el de las élites económicas, políticas o sociales.
Cerramos el libro con un tema de vital importancia en el México contemporáneo: la violencia. Margarita Zárate lo pone en escena a partir de un caso emblemático que ha llenado de horror y preocupación a los habitantes del país: el caso de Veracruz. Si bien no es, desgraciadamente, el único caso emblemático, si se constituye como un escenario particularmente importante para reflexionar sobre su significado en el quehacer antropológico y en la construcción de la vida social misma. La autora busca identificar y circunscribir algunas manifestaciones de violencia que encierran una amenazan fundamental: su normalización. Para ello se hace indispensable desmenuzar los distintos tipos de violencia o violencias no sólo a partir de una reflexión conceptual, sino a partir del acercamiento a través de testimonios de conciudadanos expresados en los diversos medios, en la bi bliografía y en las propias observaciones.
La antropología mexicana termina el siglo XX e inicia el XXI en medio de grandes transformaciones sociales y cuestionamientos propios. Dos procesos considero que la han modificado: la diversidad en sus objetos de estudio y la capacidad teórica y reflexiva que ha gene-rado en las últimas décadas. Los trabajos aquí presentados dan muestra de ello.
BIBLIOGRAFÍA
Guber, Rosana (coordinadora general) (2018) Trabajo de campo en América Latina, Buenos Aires, SB Editorial, Serie Antropología Sociocultural.
Krotz, Esteban (1993) “La producción de las antropologías en el Sur: características, perspectivas, interrogantes”, en Alteridades, vol. 3, núm. 6, México, Departamento de Antropología de la Univer sidad Autónoma Metropolitana, pp. 5-11.
Malinowski, Bronislaw (1976) Los argonautas del Pacífico Occidental, Barcelona, Península.
Morin, Edgar (2010) El método, vol. 3, El conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra.
Nota
* Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Departamento de Antropología.
¿Quiénes son los nuevos antropólogos mexicanos?
Luis Reygadas*
¿Qué sabemos de los nuevos antropólogos1 mexicanos? ¿Qué características tienen las nuevas generaciones de profesionistas en este campo? ¿Cuántos son? ¿En qué trabajan? ¿Cuáles son sus condiciones laborales? Sabemos muy poco acerca de ellas y ellos. Tenemos más información sobre los antropólogos que se formaron hace más de medio siglo, porque eran muy pocos y algunos de ellos son muy conocidos. En los 18 años transcurridos entre 1950 y 1967 sólo se titularon en México 42 antropólogos, 29 de ellos de licenciatura y 13 de maestría, todos en la Ciudad de México.2 Basta mencionar los nom bres de algunos para darse una idea de quiénes eran: Ángel Palerm, Ricardo Pozas Arciniega, Rodolfo Stavenhagen, Guillermo Bonfil, Margarita Nolasco, Mercedes Olivera, Andrés Medina, Salomón Nahmad, Enrique Valencia, Luz María Martínez Montiel y Roger Bartra. En contraste, una lista de los antropólogos graduados en México entre 2000 y 2017 tendría que incluir a alrededor de seis mil personas, formadas en más de 50 programas de licenciatura, maestría o doctorado que operan en 19 entidades federativas.3
Indagar sobre las nuevas generaciones de antropólogos es una ventana para observar las transformaciones recientes de la antropología mexicana. Este capítulo intenta aportar al conocimiento de esos miles de nuevos antropólogos y antropólogas, mediante información referente a los programas en que estudiaron, el tipo de trabajo que realizan, las condiciones laborales que enfrentan y los ingresos que perciben. Para ello se apoya en datos provenientes del Catálogo histórico de tesis en antropología social realizadas en México (Red MIFA, 2018, de aquí en adelante el Catálogo) y de la Encuesta sobre la práctica profesional y las condiciones de trabajo de los antropólogos en México (CIEPA-CEAS, 2016, de aquí en adelante la Encuesta). Esa información sugiere que en la actualidad el gremio antropológico en México es numeroso y muy diverso, que las condiciones laborales y salariales de las nuevas generaciones están marcadas por la desigualdad y la precarización.
La precariedad laboral y la inseguridad en el empleo no es algo exclusivo de la antropología, es un problema que afecta a la mayoría de los profesionistas jóvenes de México y de muchos otros países (Mora y De Oliveira, 2012 y 2014; De Oliveira, 2009). Es una situación que tiene que ver con cambios demográficos, con la masificación de la educación superior y con la devaluación de las credenciales educativas, así como con políticas neoliberales de flexibilización del mercado de tra bajo, lo mismo que con políticas públicas de educación, ciencia y tec nología que han implicado el estancamiento en la creación de puestos de trabajo estables con buenas condiciones de trabajo, además de la estratificación de los trabajadores académicos por la segmentación que generan el Sistema Nacional de Investigadores y los sistemas de estímulos vinculados con la productividad individual (Krotz, 2011). Además de estos aspectos generales, comunes a muchas profesiones, hay particularidades en el ejercicio de la profesión antropológica en México, en especial su consolidación y expansión en las últimas cinco décadas. Hace 50 años apenas había unas cuantas decenas de antropólogos en México. De ser una ocupación inusual, practicada por unas cuantas personas, muchas de ellas de clase media o alta, que estudia ban en dos o tres instituciones en la Ciudad de México, se convirtió en un gremio integrado por miles de profesionistas, con orígenes so ciales diversos, con decenas de programas de formación en diversas partes del país. La antropología en México experimenta una crisis de éxito: atrajo a miles de estudiantes, pero no se crearon suficientes pues tos de trabajo para las nuevas generaciones de egresados. A esto hay que agregar la tendencia hacia la “academización” de la formación antropológica (Sariego, 2007), que privilegia la enseñanza de aspectos conceptuales e históricos de la disciplina, que son útiles en la docencia y la investigación, en detrimento del aprendizaje de dimensiones prácticas y metodológicas que pueden ser valiosas para la resolución de problemas y la aplicación de la antropología en diversos campos laborales.
AHORA SOMOS MILES: FORMACIÓN DE ANTROPÓLOGOS EN MÉXICO EN EL SIGLO XXI
Lo primero que destaca de la antropología mexicana contemporánea es el tamaño que ha alcanzado el gremio. Si hace algunas décadas soló había unas cuantas decenas de antropólogos en el país, en la actualidad es una profesión practicada por miles de personas. En este siglo el crecimiento es impresionante.4 El cuadro 1 presenta información sobre los 5,827 antropólogos que se graduaron en México entre 2000 y 2017.
CUADRO 1
ANTROPÓLOGOS