Cuánto pesa una cabeza humana. Alfonso Armada
que imaginan que en los bares
se escribe un guion a su medida
ramas brotando obscenamente
como una selva
que va a recobrar la ciudad
pero eso es literatura
la muerte se ha puesto a segar
con la productividad
de un exterminador
y yo me acuerdo de mi padre
mientras escribo a tientas
tratando de averiguar
lo que no sé.
Escribe Emilio Clot
el instructor de gimnasia de mi padre:
«Cada espíritu tiene que estar constantemente alerta, observando, y la serenidad, presencia de ánimo, rapidez de juicio, determinación y dominio de sí vencen frecuentemente a la fuerza y pericia automáticas».
Una estrategia contra el virus
insidioso
contra los vaivenes del ánimo.
Palabras
líneas cortas
segadas
en busca de sentido
como si la muerte
o la vida
lo tuvieran.
«Sólo más allá de los castaños está el mundo»,
dice Paul Celan.
Ojalá cantara bajito,
como los grillos.
Como él.
Como él has de dragar cada palabra
antes de pasar página
si no quieres que a medianoche
nada tenga sentido.
No todas las frases están hechas.
Día 2, lunes 16
La lluvia ha sido como un viático
cerró la noche
una tormenta de efectos especiales:
nos cosió a los alféizares
pozo horizontal de la realidad
un espejo minucioso
como un microscopio electrónico
para dibujar en silencio:
con patitas de insectos
trazamos nuestro retrato.
¿Éramos así?
Tengo la suerte
del mirador:
una calle en punto de fuga
que me nace bajo pies de uranio enriquecido:
dos hileras de árboles
podados por jardineros ciegos,
y la vía muerta de un tren imaginario
que no va a ninguna parte.
¿Qué buscábamos con tanta ansia?
Con el canto de la lengua
¿ha de ennegrecerse la escritura?
«De las siete y cuarto a las nueve menos cuarto he estado cortando piezas en una larga tira de metal, en la prensa grande, junto con Roberto: 677 piezas. He marcado una hora y diez minutos. Las he rasgado al principio por falta de aceite. He tenido dificultad en cortar la tira. He ganado 1,85 francos.
[…]
De las cuatro a las cinco y cuarto: en el horno.
Trabajo agotador. No sólo hace un calor insoportable, sino que las llamas llegan a lamer las manos y los brazos. Es necesario dominar los reflejos, pues de lo contrario estás expuesto a sufrir quemaduras. Durante la primera tarde que paso en el horno, hacia las cinco, el dolor que me ha causado una quemadura, el agotamiento y las jaquecas me hacen perder el dominio de los movimientos. No acierto a bajar la puerta del horno. Un calderero se adelanta a ayudarme y me la baja. ¡Qué agradecimiento se experimenta en semejantes momentos!».
SIMONE WEIL (1934)
(Recogido en Sobre Simone Weil. El compromiso con los desdichados, de Franciso Fernández Buey).
Día 3, martes 17
En plena debacle
pasa el perro paseando a su ama
el orden de los factores
los incendios de Australia
un resplandor
la luz es una clepsidra llena de coronavirus
la monarquía se pone en modo bancarrota moral
y nosotros nos asomamos a la noche
para aplaudir a sombras como las nuestras
a los médicos
a los enfermeros
a los enterradores
a los que nos salvan de nosotros mismos.
Como si eso fuera posible.
Salvarse.
En «Shibbólet»
(espiga, contraseña),
Paul Celan habla
de la «flauta doble de la noche»
y de la «oscura
aurora gemela
en Viena y Madrid»,
como si hubiera resucitado
o yo hubiera soñado la temeridad
de tirarme también al río
a los estanques
al mar de la Costa de la Muerte:
para sujetarle por los hombros
un instante antes de.
Gracias a la lluvia
y a los parques tomados por la policía
crecerá la hierba como nunca
y brotará brutal la primavera
sin que la desfloren los poetas
gastados como una mascarilla.
«Se esparcen los pasos
(sàn bù)
cuando se sale a pasear
y se esparce el corazón
(sàn xin)
cuando uno se distrae
o se divierte.
Se esparce el corazón.
Al viento»,
anota Berna Wang
en Cosas que me explica mi madre.
¿Qué nos explicamos a nosotros?
El geógrafo Massimo Livi Bacci,
que parece vivir en tiempos de Tucídides
recuerda en el periódico