Mi camino: El camino de las nubes blancas. Osho
le ha sucedido a muchos. El reino nunca podrá ser completado. El mundo es infinito, tu reino seguramente seguirá siendo parcial. Con un reino parcial, ¿cómo puedes ser un rey absoluto? Tu reino seguramente estará limitado, y con un reino limitado, ¿cómo puedes ser el emperador? Es imposible. Sin embargo, tú puedes ser el emperador. Tan solo provoca el efecto.
Swami Ram, uno de los místicos del siglo XX, viajó a América. Se llamaba a sí mismo Badshah Ram —Emperador Ram— ¡y era un pordiosero! Alguien le dijo: “Eres sólo un pordiosero, sin embargo, sigues llamándote a ti mismo el emperador”.
Entonces Ram dijo: “No mires mis pertenencias, mírame a mí”.
Y tenía razón, porque si miras las pertenencias, entonces todo el mundo es un pordiosero, incluso un emperador. Puede ser un pordiosero mayor, eso es todo. Cuando Ram dijo, “¡Mírame!”, en ese momento Ram era el emperador. Si observabas bien, el emperador estaba ahí.
Provoca el efecto, conviértete en el emperador, sé un mago a partir de este preciso momento porque no hay necesidad de esperar. Uno debe esperar en caso de que el reino llegue primero. Si la causa ha de ser provocada primero, entonces uno debe esperar, esperar, esperar y posponer. No hay necesidad de esperar a provocar el efecto. Puedes ser el emperador a partir de este preciso momento.
Cuando digo: “¡Sé! Sólo sé el emperador y observa”, el reino le sigue. Yo lo he sabido por experiencia propia. No te estoy hablando de una teoría o de una doctrina. Sé feliz y en la cúspide de la felicidad, verás que el mundo está feliz contigo.
Hay un viejo proverbio que dice: “Solloza y sollozarás solo; ríe y el mundo reirá contigo”. Incluso los árboles, las rocas, la arena, las nubes... si puedes provocar el efecto y ser extático, todos bailarán contigo. Entonces toda la existencia se convertirá en un baile, en una celebración. Pero depende de ti, si puedes provocar el efecto. Y te digo que tú puedes provocarlo. Es la cosa más fácil posible. Parece algo difícil porque aún no lo has intentado. ¡Inténtalo!
ESCUCHAMOS LO QUE DICES, PERO NOSOTROS EN OCCIDENTE CONSERVAMOS LA INFORMACIÓN EN NUESTRA CABEZA. ¿CÓMO PODEMOS SALIR DE NUESTRA CABEZA? ¿QUÉ MÉTODOS PODEMOS USAR Y ACASO LA FUERZA DE VOLUNTAD PUEDE AYUDARNOS?
No, la fuerza de voluntad no te ayudará. La fuerza de voluntad no es ningún poder porque la voluntad depende del ego —un diminuto fenómeno que no puede crear poder—. Si no tienes voluntad, entonces eres poderoso porque entonces eres uno con el todo.
En el fondo, la fuerza de voluntad es una especie de impotencia. Al ocultar el hecho de que somos impotentes, creamos la voluntad. Creamos lo opuesto para engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Las personas que se sienten estúpidas, intentan mostrar que son sabias. Constantemente están conscientes de que son estúpidas, así que hacen todo lo posible por parecer sabias. Las personas que son feas o que se sienten feas, siempre tratan de embellecerse, incluso una belleza pintada, sólo un rostro, una máscara. Las personas que son débiles siempre tratan de parecer fuertes. Se crea lo opuesto; esa es la única manera de ocultar la realidad interior. Un Hitler es una criatura débil, por eso es que crea tanta fuerza de voluntad a su alrededor, sólo para ocultar el hecho. Una persona que es realmente fuerte, no será consciente de que lo es. La fortaleza fluirá, estará ahí, pero ni siquiera estará consciente de ella.
Lao Tsé dice: “Un hombre de verdadera virtud nunca sabe que es virtuoso. Un hombre que es realmente íntegro nunca está consciente de que es íntegro. Pero un hombre que está consciente de que es íntegro, tiene la inmoralidad escondida en lo más profundo”. Un hombre que piensa que es bondadoso, santo y sabio, es un pecador, ¡y lo sabe! Y sólo para ocultar el hecho, crea lo opuesto.
La fuerza de voluntad no es en realidad un poder sino una debilidad. Un hombre realmente poderoso, carece de voluntad propia, el todo es su voluntad. Flota como una nube blanca, es uno con la existencia y está a tono con ella. Tu fuerza de voluntad siempre creará conflicto. Te apartará, te convertirá en una isla y, entonces, la batalla comenzará.
Una persona que carece de voluntad será degollada de manera natural. Y recuerda que no puedes salir de tu cabeza. Puedes cortarla —y eso es más fácil—. Salir de ella es casi imposible porque, incluso este concepto de salir forma parte de ella. La cabeza es un lío, es un caos. Piensas y también piensas en estar en contra del pensamiento. El pensamiento que está en contra del pensar también es pensar. No te mueves fuera de él. Puedes condenar tus pensamientos pero, de nuevo, esta condenación es un pensamiento. Nada se ha logrado, te estás moviendo en un círculo vicioso. Puedes seguir en movimiento pero no saldrás del círculo.
¿Qué se debe hacer entonces? ¿Cómo salir de la cabeza? Sólo una cosa es posible: no provoques ninguna batalla en tu interior y no hagas el esfuerzo por salir porque, con cada esfuerzo, te derrotarás a ti mismo. ¿Qué se puede hacer entonces? Simplemente observa. Mantente dentro y observa. No intentes salir, mantente dentro y observa.
Si eres capaz de observar, en esos momentos de vigilia no habrá una cabeza. De pronto, estarás más allá de ella. No fuera, más allá. De pronto, estarás suspendido más allá de ti mismo.
Existe una historia Zen, muy absurda, como lo son todas las historias Zen. Pero deben ser absurdas porque la vida es así; retratan la vida como es.
Un maestro Zen solía preguntarles a sus discípulos: “Hace tiempo coloqué un ganso dentro de una botella. Ahora el ganso ha crecido y el cuello de la botella es demasiado pequeño para que pueda salir de ella. La botella es muy preciada y no quiero romperla, así que ahora hay un problema. Si el ganso no puede salir, morirá. Puedo romper la botella y el ganso saldrá, pero no quiero romper la botella —la botella es muy preciada—. Tampoco quiero matar al ganso. ¿Qué haríais vosotros?”
¡Este es el problema! El ganso está en la cabeza y el cuello es demasiado angosto. Puedes romper la cabeza, pero es muy preciada. O puedes dejar morir al ganso, sin embargo eso tampoco se puede permitir, porque tú eres el ganso.
El viejo maestro Zen siguió preguntando, golpeando y diciendo a sus discípulos: “¡Encontrad una manera... porque ya no hay tiempo!”
Sólo una vez permitió una respuesta, cuando uno de los discípulos dijo: “¡El ganso está fuera!”
Se intentó dar muchas respuestas, pero él siempre golpeaba a la persona y decía que no. Alguien sugirió hacer algo con la botella, pero nuevamente el maestro decía: “La botella se romperá o algo saldrá mal y eso no se puede permitir”.
O alguien decía: “Si la botella es tan preciada, entonces dejemos morir al ganso”.
Esas eran las únicas dos maneras; no había otra. Y el maestro no les daría otra pista.
Pero ante este discípulo, hizo una reverencia tocando sus pies y dijo: “Él tiene razón, ¡el ganso está afuera! Nunca ha estado adentro”.
¡Estáis afuera! Nunca habéis estado adentro. La sensación de estar dentro es sólo un falso concepto.
Así que no existe un verdadero problema sobre cómo sacaros de vuestra cabeza. Simplemente observad. Cuando observas, ¿qué sucede? Tan sólo cerrad vuestros ojos y observas los pensamientos. ¿Qué sucede? Los pensamientos están ahí, adentro, pero vosotros no estáis adentro. El observador siempre está más allá. El observador siempre se encuentra de pie en la colina. Todo gira y gira y el observador está más allá.
El observador nunca puede estar dentro, nunca puede ser el que está dentro, siempre está afuera. Observar quiere decir estar afuera. Podéis llamarlo testimonio, conciencia, atención o cualquier otra cosa, pero el secreto es ¡observar! Siempre que penséis que la cabeza es demasiado, simplemente sentaos bajo un árbol y observad, mas no intentéis salir. ¿Quién saldrá? Nadie ha estado adentro. Todo el esfuerzo es inútil porque si nunca habéis estado adentro, entonces ¿cómo podéis salir? Podéis seguirlo intentando y estar involucrados, podéis enfureceros pero nunca estaréis afuera.
Una