Ética y hermenéutica. Mauricio Montoya Londoño

Ética y hermenéutica - Mauricio Montoya Londoño


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también son distintas. La filosofía de Rawls tiene una fuerte herencia analítica y kantiana, mientras Ricœur se circunscribe en una filosofía continental, hermenéutica y fenomenológica con una fuerte herencia aristotélica.

      Metodológicamente emplearemos la expresión poner-en-diálogo, la cual manifiesta la necesidad de establecer puentes entre perspectivas teóricas muy disímiles entre sí, que permitan plantear una comprensión posible sobre aspectos constitutivos del fenómeno moral. Nos apropiamos en esta parte de la característica metodológica de Taylor, en cuanto el objetivo consiste en llevar a cabo una articulación entre los puntos de vista de Rawls y Ricœur, y no la de producir una descripción lineal monográfica de ataque contra uno de los dos autores. Por eso, parece tan importante la invitación metodológica de Charles Taylor de llevar a cabo un ejercicio hermenéutico y fenomenológico de la razón práctica, que dialogue con diversas teorías y acepte a cada una de ellas como fuentes de la moralidad bajo la premisa de la articulación. De esta manera, si bien es demasiado presuntuoso afirmar que se llevará a cabo un ejercicio hermenéutico como el que realiza Charles Taylor en: Sources of The Self. The Making of The Modern Identity, o como lo lleva a cabo el mismo Ricœur en Soi-même comme un autre, es importante expresar que me encuentro influenciado por dos de sus premisas metodológicas. La primera premisa consiste en considerar que investigar en la razón práctica es interpretar cómo se articula una tradición o un problema teórico en particular; la segunda premisa, proyectar los ejercicios de interpretación como el camino que pretende llevar a cabo el reconocimiento de los conceptos y las ideas que estructuran determinadas fuentes morales.

      Por tal característica, este trabajo no tiene la intención de reflexionar sobre el conjunto general de las obras de Ricœur, de Rawls y de sus comentaristas, sino que se centra, en el desarrollo de una articulación posible, entre la intencionalidad ética de Ricœur y el constructivismo político de Rawls. El motivo de trabajar con el pensamiento del filósofo norteamericano radica en el propósito de su empresa de construir una concepción pública de la justicia partiendo de una concepción plural de la sociedad y de una democracia constitucional del Estado. La razón de trabajar a Ricœur obedece a que el filósofo francés cimienta su teoría a partir de una lectura hermenéutica y fenomenológica de la moral, la cual implica una recuperación antropológica y ontológica de la ética a través de una indagación por los elementos que constituyen la identidad moral. Además, porque el filósofo francés considera que es posible llevar a cabo una transición entre los elementos teleológicos de la ética hacia el horizonte normativo de la moral.

      Desde nuestro punto de vista, este se constituye en uno de los problemas teóricos más importantes, a propósito del fenómeno moral, puesto que tradicionalmente se defiende una de dos posiciones frente a la constitución de la razón práctica. O bien se asume una postura en defensa de las posiciones ontológicas y de valoración de la vida buena desde una concepción prudencial de la ética; o por el contrario, se apropia la defensa de los procesos de fundamentación de la norma y de la justicia. Nuestro interés por estudiar conjuntamente a Rawls y a Ricœur cobra una verdadera dimensión dentro de la intención investigativa de pensar una posición intermedia a propósito del fenómeno moral, que subsuma tanto los elementos teleológicos como los deontológicos de la razón práctica.

      Para nosotros, los dos filósofos son complementarios en la investigación moral, ambos son fuertes en sus posturas, pero cada uno privilegia un aspecto de la razón práctica que reclama la existencia del otro. La prioridad del juicio moral en situación y de la prudencia ética en Ricœur, se complementa con un constructivismo político rawlsiano, en el sentido en que el primero contribuye a los procesos de aplicación de las decisiones y los juicios morales, mientras el segundo contribuye a la creación de un marco institucional equitativo a partir del cual se toman decisiones políticas, jurídicas y morales. Esta investigación defiende un punto de vista según el cual, hoy no es posible pensar una sociedad sin la fuerza y la obligatoriedad del derecho público constitucional el cual defiende procedimientos de justicia. Desde nuestra perspectiva, el camino más expedito para salvarnos de la barbarie del mundo neoliberal, la reducción capitalista y su razón instrumental es la defensa real de los derechos políticos y morales de los individuos. Una sociedad que no está fundada sobre la primacía de los derechos y la inviolabilidad de la justicia no permite más que la realización de aquellos que ostentan el poder y la fuerza. Pero igualmente, no pensamos que sea sostenible más la construcción de una sociedad y de un sujeto moral sobre una concepción trascendental o neutral; tampoco creemos que la democracia se reduzca a sus aspectos procedimentales; los agentes son históricos, los trasfondos determinan nuestra visión del mundo, el ejercicio político demanda una concepción hermenéutica y fenomenológica de nuestra realidad.

      Nuestra intención argumentativa consiste en demostrar que hoy no tiene sentido realizar una defensa individual de sus teorías; los problemas morales a los que nos enfrentamos en la vida cotidiana demandan ejercicios de reflexión y articulación de los diversos horizontes que ellos representan. Una ética sin contexto, sin la pregunta por la vida realizada es una ética trascendental que desconoce al individuo concreto; pero una ética que no se formule el problema de la validez de las acciones desde una perspectiva ampliada del respeto a la norma, puede afirmar cursos de acción que para otros serán legítimamente injustos.

      Asimismo, señalamos que debido a la complejidad del mundo de la vida, ninguna teoría por sí sola tiene la capacidad de afrontar la multiplicidad del fenómeno moral; debido a las características propias de cada teoría ética, algunas de ellas responden a unas situaciones mejor que a otras, dependiendo de factores como el tipo de decisión qué se debe tomar, y por la manera como establecen en su interior una prioridad entre los aspectos teleológicos y deontológicos, entre otros. El argumento principal es que cuando tomamos decisiones debemos llevar a cabo un proceso de análisis que no puede dejar de lado los aspectos teleológicos de una ética tipo Ricœur-Aristóteles, cuando los casos reclaman una comprensión hermenéutica situada. No obstante, tampoco podemos menospreciar el papel ejercido por las éticas normativas como las de Rawls-Kant, cuando lo que está en juego son decisiones de carácter institucional. Por ejemplo, la experiencia enseña que un niño que jamás recibe una corrección de sus actos por parte de sus padres, se convertirá en un niño malcriado, o peor, en una persona que asume que sus actos no tienen consecuencias negativas y que el propósito de los demás seres en el mundo es satisfacer su voluntad. Pero, por otro lado, un niño que frecuentemente es castigado y reprochado por cualquier acción, se convertirá, muy probablemente, en una persona insegura, resentida, y de esta manera, se producirán graves secuelas en su proceso cognitivo y en el desarrollo de su identidad y personalidad. Por tanto, las preguntas ¿cuándo corregir?, ¿cómo corregir?, ¿en qué medida corregir?, parecen situarse mejor en una perspectiva de decisión prudencial tipo Aristóteles porque no existe ningún principio normativo que permita en forma a priori, o mediante un proceso deductivo, determinar qué tipo de curso de acción es el mejor. En su lugar, la φρόνησις demanda un ejercicio de deliberación y elección racional en torno al establecimiento del ὀρθὅς λόγος, que implica la dilucidación de un μεσοτες o “justo medio”, y en el que la meta consiste en un ἁμαρτάνειν “un dar en el blanco” cuando tomamos decisiones. Por tanto, las respuestas a las tres preguntas formuladas, necesariamente dependerán de su contexto, es decir, de las proposiciones que son tomadas de la experiencia, para emplear una explicación aristotélica.

      Asimismo, cuando una persona enfrenta situaciones en las que debe sopesar entre recibir un bien manifiesto e inmediato, como el dinero, o actuar en forma correcta a partir de máximas como la honestidad, el cumplimento de una promesa, de la ley, en el ejercicio de un cargo gubernamental, etc., la ética de Kant se presenta como un mejor marco de decisión a partir de una diferencia explícita, entre una acción por deber y una en contra del deber obtenida mediante un análisis con el imperativo categórico. Y así sucesivamente; es muy factible que se puedan establecer ejemplos en los que determinadas teorías morales se ajustan mejor a ciertos tipos de casos. Sin embargo, el problema estriba en aquellas situaciones en las que no es fácil determinar qué marco teórico es el más apropiado para llevar a cabo la mejor decisión posible, o donde simplemente esta, requiere un análisis entrecruzado de distintos factores provenientes a su vez de diversas teorías. Por ejemplo, si


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