Ética y hermenéutica. Mauricio Montoya Londoño

Ética y hermenéutica - Mauricio Montoya Londoño


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alguna de una decisión difícil de tomar. Lo que está en juego es la pérdida de un ser querido; empero, si la enfermedad se encuentra en un estado avanzado y no hay cura posible, quizás la mejor decisión implique ahorrarle meses de sufrimiento y permitir su partida.

      Analicemos los posibles cursos de decisión tomado como punto de partida las dos teorías antes mencionadas. Desde una lectura rigorista de la ética de Kant (1998: 24), a partir de aquel pasaje en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, en el que se establece que conservar la vida cada cual, a pesar de las adversidades y una vida sin consuelo, se constituye en el primer ejemplo de una acción por deber, la decisión sería entonces la de ordenar el procedimiento médico. Sin embargo, si no se hace una lectura rigorista, sino una lectura ampliada de la misma ética kantiana y se valoran los principios de la dignidad humana y del respeto por la persona, con el mismo marco teórico podríamos proponer un curso de acción completamente diferente al anterior. Incluso este caso particular ameritaría que nos formuláramos, además, otro tipo de consideraciones a partir de planteamientos como los de Aristóteles y J. S. Mill. El primero porque lo que está en juego es la εὐδαιμονίᾳ, la vida buena de una persona amada; el segundo, porque la búsqueda de la felicidad implica también la disminución del dolor y del sufrimiento humano{6}. Pero, incluso, sería necesario introducir también la pregunta fría del consecuencialismo y del pragmatismo, en el sentido en que es necesario cuestionarse por el costo humano y financiero para toda la familia, si la persona enferma por ejemplo, tiene una expectativa de vida de seis a ocho meses bajo un estado de sufrimiento constante.

      En estos casos límite, pero en general, incluso en aquellos casos que a primera vista se presentan con mayor facilidad de resolución en la determinación del marco teórico, y del subsiguiente mejor curso posible, lo que llevamos a cabo es un ejercicio de comprensión hermenéutica trasladado del plano del lenguaje a los cursos de acción. Es decir, nuestro argumento consiste en que en el plano fenomenológico de la decisión moral existe un proceso que no puede reducirse simplemente a una teoría lógica o descriptiva de la elección racional o a un proceso monológico deductivo. Las decisiones morales reclaman ejercicios de interpretación, y sin querer decir que son todos los que aquí nombramos, esta tesis defiende que un ejercicio de comprensión hermenéutica debe incluir al menos los siguientes factores:

      Primero, aceptamos con Charles Taylor que no existe una única forma de construcción de la identidad moral; nuestra biografía de la razón práctica está atravesada por diversas fuentes y cada una se constituye en una manera posible de interpretar la realidad. Esto implica, a su vez, reconocer la existencia de un sinnúmero de visiones omnicomprensivas, y por consiguiente, aceptar la invitación de Rawls de concebir las sociedades contemporáneas desde la imagen de un pluralismo razonable. En segundo lugar, se advierte con Aristóteles que las opiniones de los hombres, junto con los principios y las proposiciones derivadas de la experiencia forman parte constitutiva de nuestras decisiones cotidianas. También con Aristóteles valoramos profundamente el ejercicio de tomar decisiones que implican un proceso teleológico a partir de la pregunta por la εὐδαιμονίᾳ y la vida buena (τὸ εὖ ζῆν); con la φρόνησις aprendemos que nuestras decisiones reclaman una proporcionalidad en la decisión y un sentido de lo justo, que en muchas ocasiones, se encuentra mejor explicitado a través de la figura del μεσοτες. De igual manera, que nuestra dilucidación del mejor curso de acción tiene que incluir la pregunta por el “deseo razonado”, con el objeto de no caer en el extremo de la escisión de nuestra mente y nuestro cuerpo, pero tampoco en el extremo de la sinrazón y el emotivismo.

      En tercer lugar, estamos de acuerdo con Paul Ricœur, en que la pregunta ética contemporánea tiene que incluir una variación hermenéutica del cuestionamiento por el reconocimiento planteado originalmente por Hegel. No es posible concebir una perspectiva ética que sacrifique la pregunta por la identidad y los procesos históricos y sociales que nos han determinado como seres en el mundo. El camino marcado por la proposición: “Llamemos: «intencionalidad ética» la intencionalidad de la «vida buena» con y para el otro en las instituciones justas”{7}; nos invita a un largo recorrido donde la estima de sí, el respeto de sí, y la alteridad son sus elementos constitutivos esenciales. La estima de sí como el procesos reflexivo de valoración del propio agente moral y de su historia autobiográfica; el respeto de sí como la introducción de la norma y la valoración del otro y de mí mismo bajo la perspectiva lévinasiana del respeto por el otro sin rostro; y por último la alteridad entendida como el resultado de la estructura de vivir-juntos y del reconocimiento recíproco.

      En cuarto lugar, aunque no defendemos el fenómeno de la validez como el único o el principal aspecto dentro de la estructura de la razón práctica, sí asumimos que los procesos de argumentación ética quedan altamente incompletos -si no introducen los aspectos deontológicos de la responsabilidad, del respeto al deber y de la aspiración a la justicia, que encontramos en una perspectiva detrascendentalizada{8} de la filosofía de Kant, Habermas y Rawls-. Sobre todo porque desde la segunda y la tercera formulación del imperativo categórico, y sus consecuencias en la filosofía política de Kant, Habermas y Rawls, recuerdan el propósito de la no instrumentalización de la persona, de la valoración profunda de la dignidad humana, de la consideración del otro siempre con un fin en sí mismo nunca medio, el cual instaura relaciones de corrección normativa desde la perspectiva de la equidad. En quinto lugar, decimos con Rawls que las sociedades contemporáneas deben erigirse desde el principio de la inviolabilidad de la justicia y que la defensa de los derechos humanos, políticos, morales y jurídicos no deben estar sujetos a regateos de ninguna índole; ni siquiera un bien presupuesto debe conducir a la idea de sacrificio de una persona, de una minoría con la excusa de un bien obtenido para una mayoría. Aceptamos también con Rawls que no existe ninguna contradicción, sino una complementariedad entre las ideas de la racionalidad y la razonabilidad; el primer concepto recuerda que todos tenemos un proyecto de vida, un plan racional de vida, que somos individuos autointeresados; el segundo recuerda que como personas morales tenemos la capacidad de suscribir relaciones de justicia desde una perspectiva pública de la equidad y la imparcialidad.

      Y en sexto lugar, entendemos con Rawls y Ricœur que nuestro interés por la justicia, reclama la existencia de un conjunto de instituciones políticas, morales, sociales, económicas, jurídicas e históricas que ejercen la función de distribuir bienes, derechos y deberes, a partir del complejo resultado de un ejercicio público de la razón, en el marco de un régimen democrático. Que la instauración de procedimientos de justicia reclama ejercicios de argumentación práctica, que en el caso de Rawls invita a reconocer los límites de nuestros juicios, y que en caso de Ricœur convoca a tomar decisiones institucionales desde la premisa de un juicio en situación.

      Por último, en esta introducción no queda más que presentar una aclaración de carácter metodológico. Esta disertación ha sido escrita desde el presupuesto necesario, pero dentro de márgenes de la razonabilidad, de la revisión de las fuentes primarias. En ese sentido, todas las referencias sobre Rawls obedecen a un análisis de sus textos en inglés. En el caso de Ricœur, en un altísimo porcentaje, las obras referenciadas tienen como origen el idioma francés; sin embargo, se reconoce un apoyo de las traducciones respectivas en español, bien sea en el sentido de realizar lecturas previas o paralelas. Asimismo, sobre Aristóteles también existió un importante esfuerzo por volver sobre un análisis de los conceptos en la fuente original en griego antiguo, al tiempo que se llevó a cabo -como apoyo al ejercicio de interpretación- una lectura paralela de tres traducciones de amplio reconocimiento, como son los trabajos de Gómez Robledo, Araujo & Marías y Pallí Bonet. De igual forma, quisiera reconocer que esta revisión conceptual en Aristóteles, en una importante medida, también fue posible gracias a las explicaciones que realizó el profesor Fabio Ramírez S.J., en su seminario de Doctorado sobre Aristóteles en la Universidad Javeriana; no obstante, el ejercicio de reconstrucción conceptual, y la lectura paralela que se presenta es responsabilidad del autor de esta tesis. Por otro lado, sobre el pensamiento de Kant, las fuentes se referencian en español, porque el autor de la presente disertación tiene limitaciones específicas con el alemán. Por último, para diferenciar las traducciones del autor de la tesis, de aquellas tomadas de otros textos, los pasajes tomados de traducciones irán con su respectiva referencia en español; en su lugar, las traducciones realizadas


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