Conversaciones con José Vicente Anaya. Daniel Terrones

Conversaciones con José Vicente Anaya - Daniel Terrones


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y el federal. En Villa Coronado fue candidato a la presidencia municipal por el partido opuesto al oficial, el candidato oficial era compadre de mi papá. Un día mi padre con su grupo político se dirigían a realizar un mitin en un rancho perteneciente al municipio, y en el camino venía su compadre con su comitiva quienes balacearon al grupo de mi papá. El día de las elecciones robaron los votos que apoyaban a mi padre y declararon ganador a su compadre. Mi mamá me comentó: “Cuando salimos de Villa Coronado, del único que tu papá no se despidió fue de su compadre que le hizo el chanchuyo”. Ahí empezó la actitud crítica y disidente de mi padre contra los gobiernos.

      DT. ¿Ah que se dedicaba tu papá cuando ya estaban en Tijuana?

      JVA. En ese tiempo trabajó en grandes construcciones de Tijuana, en cualquier lugar donde lo asignaran, pero sobre todo en sitios donde se necesitara trabajar la madera, es decir la carpintería. Trabajó en el Hipódromo de Tijuana, lo estaban renovando o ampliando. Y después en la plaza El Toreo de Tijuana. Hubo momentos en que mi padre no tenía trabajo y pasábamos momentos difíciles. A veces aceptaba trabajos menores como construir roperos, mesas, trasteros. Cuando mi papá carecía de trabajo, mi madre se empleaba en labores domésticas en casas de ricos. Cuando mi padre trabajaba en la casa haciendo algún mueble que le habían encargado, ahí se ponía hacer los cortes de madera, luego me hablaba para que yo le detuviera la madera mientras él serruchaba o cepillaba. El solo hecho de ver cómo trabajaba me hizo aprender. De niño yo me hacía muchos juguetes de madera, desde trompos hasta carritos con llantas para deslizarte desde un cerro. Hasta toldos les ponía y cosas por el estilo. Mi padre murió de un ataque cardíaco cuando yo tenía once años. Toda la vida dijo que yo iba ser el heredero de sus herramientas. Y era realmente una cantidad de herramientas considerable. Si las hubiera tasado económicamente hablando tenían un valor de miles de pesos, pero fue mi hermano Miguel quien finalmente se quedó con esas herramientas.

      DT. ¿Cuántos hermanos tuviste?

      JVA. Tres hermanas y un hermano, como ya lo había dicho.

      DT. ¿Y ellos a que se dedicaron?

      JVA. Mis hermanas y hermano llegaron adolescentes a Tijuana. Mi hermana María es la primogénita. Le sigue Socorro y luego Miguel y Ramona. Cuando llegamos a Tijuana ellos comienzan a trabajar, precisamente en los momentos en que mi padre tiene problemas de trabajo. Mis hermanas atendiendo una panadería en el centro de Tijuana. Mi hermano, quien tenía 13 años, se hizo una caja de bolero y al salir de la escuela se iba al parque municipal a bolear zapatos. Yo también aprendí a bolear, aprendí a trabajar desde niño. Mi hermana mayor, al salir de su trabajo empezó a estudiar para secretaria bilingüe, empleándose en esto posteriormente. María y Miguel hubieran sido capaces de estudiar una carrera universitaria, leían mucho. Miguel tomó un curso de Técnico en Radio y Televisión, por correspondencia, tuvo altas calificaciones y a esto se dedicó algún tiempo, ampliando su conocimiento y logrando componer todo tipo de aparatos domésticos, aún más complejos. Luego llegó a trabajar en esas fábricas gringas que hay en la frontera (maquiladoras). En una que hacían aparatos electrónicos estuvo en el área de control de calidad y en poco tiempo pudo mejorar sus conocimientos y su salario, prácticamente hacía el trabajo de un ingeniero en electrónica sin haber cursado esa carrera. Esta es la última etapa en que mi hermano tiene buen trabajo y se casa, tuvo un montón de hijas y un hijo, todos ahora tienen carreras universitarias. Mi hermana Socorro decidió no estudiar y fue obrera toda su vida. Ramona tiene la virtud y la paciencia para tejer, y de esta actividad ha hecho maravillas. Todos tuvimos la oportunidad de irnos a los Estados Unidos, pero solo mis hermanas fueron las que finalmente se nacionalizaron. Sus hijos nacieron allá. Mi madre vivió sus últimos años en la ciudad de Los Ángeles con mi hermana María. Yo he vivido largas temporadas en los Estados Unidos, en periodos de año y medio, o dos años, donde me dediqué al estudio y trabajo literario, incluso fui maestro de literatura en una universidad itinerante, The Scool of Artr and Scienses, que se estableció en las cercanías de Berkeley.

      DT. ¿Que se leía en tu casa?

      JVA. Ahí viene una buena historia que para mí fue muy provechosa. Cuando platiqué que mi padre estudió hasta la prepa en los Estados Unidos, es fácil deducir que al menos en la preparatoria tuvo clases de literatura inglesa y estadunidense. Creo que por eso mi padre fue un buen lector, al igual que mi abuelo Miguel, siempre gustaban de estar leyendo libros. Mi padre tenía libros de Dostoievski, que ya son palabras mayores, son excelentes lecturas. Tanto mi padre como mi abuelo nos contaban historias, no sólo las historias infantiles típicas, sino que también las que se inventaban. Aparte de que inventaban historias, personajes, sucesos raros, también solían narrar hechos de los personajes de la historia. Mi padre muchas veces me contó las hazañas de los apaches. En una de ellas los apaches están en un cerro, el ejército los rodeaba. Pero las flechas de los arcos comunes no llegaban hasta donde estaban los soldados. Entonces ellos empezaron a fabricar arcos más grandes, que estiraban con las piernas usando flechas largas que podían llegar muy lejos. Esa historia bien pudo ser una de las batallas del jefe Gerónimo o de Juh, que es uno de los apaches más valientes y aguerridos, quien prácticamente era chihuahuense. Estos relatos me dejaron un interés por esa etnia valiente, heroica, que defendía a sus pueblos. Ese interés lo conservo, he escrito mucho sobre ellos. Tengo traducidas las memorias del Gerónimo. Están inéditas, las tengo traducidas a mano, no he tenido tiempo para capturar este trabajo, no sé si lo llegaré a hacer. He escrito sobre varios grupos indígenas del norte de México, y como se sabe, también de los rarámuris (tarahumaras), que sigue siendo un grupo que respeto mucho en términos de su cultura. Y al respecto tengo un libro inédito que titulé Pueblos originarios (apaches, siux, rarámuris…). Se ha dicho mucho que la mejor educación de los padres no es que digan a los hijos lo que deben hacer, sino que los niños vean lo que hacen o no hacen los padres. Mi hermano y hermanas mayores veían a nuestro padre y abuelo leyendo libros. Toda la vida fueron lectores. Siendo yo el más chico, pues también los veía a ellos leer todos los días. En la casa había un librero lleno de libros que eran los que compraban y leían Miguel y María. Fue así que el Benjamín Vicente comenzó a hacer lo que hacían los mayores. Comencé a leer, tal vez antes de los ocho años.

      DT. Entonces tus hermanos leen poesía.

      JVA. Han leído de todo, historia, novelas, crónicas, cuentos y poesía. A los diez años escribí un poema de amor, rimado, para una niña de la que estaba enamorado. Cualquiera duda de que un niño de diez años pudiera escribir un texto con rima, por supuesto que yo no conocía el concepto y práctica de la rima, pero de seguro lo aprendí automáticamente por haber leído a muchos poetas románticos y modernistas Al escribir ese poema me sentí desconcertado. Pensé: “Ah, es posible que haya sido un poema de los que ya había leído, de Amado Nervo o de algún poeta, que estaba ahí. A de ser que lo aprendí de memoria y sin darme cuenta lo reproduje”. Entonces me puse como tarea leer todos los libros de poesía que había en el librero de la casa. Terminé aceptando que era yo, mi otro yo, que es el yo poeta, el que había hecho ese texto. Concluí aceptándome como poeta siendo niño. Ya después empecé a escribir muchos otros textos. Otro más amoroso para la misma niña y otros patrióticos también, desde niño quiero mucho a México, aunque no lo parezca. Soy mexicano norteño.

      DT. ¿Por qué la poesía fue la que te marcó y no la novela o el cuento? Ya vez que muchos escritores desde muy jóvenes fueron receptores al poema, pero luego al crecer cambian a géneros narrativos.

      JVA. Tal vez por esas primeras lecturas. Leer tantos poetas como esos que se abren a tu sensibilidad, a tu modo sensible de ver, de leer el mundo. La misma idea de enamorarme. No todo el mundo se enamora por primera vez siendo niño.

      DT. Claro, eso es muy importante.

      JVA. Si, mi vocación poética nació de esas lecturas, seguramente me influyó primero esa sensibilidad de esos poetas. Mi adolescencia la viví trabajando por las mañanas, hasta poco más del mediodía, para luego acudir a la secundaria nocturna que era para trabajadores y después a una preparatoria semejante. Al terminar mi jornada de trabajo en autobús me dirigía a la escuela, que estaba como a una hora de distancia. Llegaba a comerme una


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