Conversaciones con José Vicente Anaya. Daniel Terrones

Conversaciones con José Vicente Anaya - Daniel Terrones


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una tienda para turistas “Curios Store”, de las que suele haber muchas en la Avenida Revolución. Turistas no solo gringos, también franceses, ingleses, alemanes, que pasean por esa calle. Empecé a trabajar ahí cuando tenía 12, ya empezaba a hablar inglés y me sirvió mucho para tener el empleo. Nos pagaban los viernes y yo inmediatamente después me iba a lo que era la mejor librería de Tijuana, que se llamaba El Día, el dueño era de un refugiado de la Guerra Civil Española. Antes de establecerse en un edificio, para ganarse la vida en México se consiguió uno de esos vehículos que después se llamaron combis, pero que antes eran Dodge o Chevrolet, muy grandes, que se podían abrir por el costado, a través de una cortina. El español convirtió ese vehículo en una librería ambulante. Viajó por muchas partes del país. La gente empezó a conocer esa librería que era considerada muy especial. Tenía muchos libros de marxismo, de Cuba, publicaciones de la urss y de China, en general de muchas editoriales, pero con esa característica de publicaciones a la izquierda. El caso es que este hombre prosperó, hasta que pudo rentar un local grande. Actualmente existen dos librerías El Día en Tijuana, sigue siendo la mejor librería de ahí. La segunda de estas librerías, por cierto, la tiene uno de sus hijos, que es poeta. Ahí conocí a grandes autores como Cervantes, Jorge Manrique, Salvador Díaz Mirón, Pablo Neruda, al clásico cubano del siglo XIX José Martí, y no se diga las obras del siglo de oro español, Góngora y Quevedo. Mi adolescencia tuvo esa gran ventaja, de tener acceso a excelentes poetas. Sor Juana Inés de la Cruz entró entre mis primeros autores. Sigo pensando que ella es la más grande poeta de México y alrededores, ella es quien verdaderamente merecía el Premio Nobel de Literatura, ¡lástima que nació mucho antes de que ese premio! Yo tenía amistad con miembros de la Juventud Comunista, aunque nunca milité en el p.c., ellos me veían más bien como simpatizante. Yo estaba de acuerdo con ellos en muchas cosas… ¿Ya mencioné mi pasado religioso en la infancia?

      DT. No. Sabemos que fuiste monaguillo.

      JVA. Mi infancia la pasé en una práctica religiosa sincera, haciendo lecturas de literatura religiosa, como vidas de santos y conceptos católicos. De tal manera que como a los 10 años yo pensaba que iba a ser sacerdote. Discernía sobre si acaso iba a ser un sacerdote de los seminarios normales o de una orden que, en ese entonces, simpatizaba con la de los franciscanos. Cerca de donde vivía, en la colonia Altamira, había un templo de franciscanos. Ellos me daban la imagen de lo que era vivir en un monasterio. No caí en esa especie de exigencia de los partidos comunistas de que para estar “politizado” se tenía que ser ateo a fuerza, teniendo que aprender todas esas historias que hay contra la religión. Yo seguí siendo católico, aunque no “mocho”. Como antes lo dije, a mí me politizó la Teología de la Liberación. Creo en un dios abstracto, en una mentalidad universal, no en un simpático viejito barbón, porque no lo pienso con figura, no se puede representar. En la Teología de la Liberación aparecieron los jesuitas que en Chihuahua y otros lugares dejaron de oficiar ritos para involucrarse en la vida cotidiana de los problemas de las clases obreras y campesinas. Figuras como el obispo Méndez Arceo de Cuernavaca, el padre Camilo Torres que fue guerrillero en Colombia, el poeta sacerdote Ernesto Cardenal que participó activamente en la lucha contra el dictador Somoza en Nicaragua. Otro poeta que me parece importante, hablando de poesía religiosa, es el monje y sacerdote trapense Thomas Merton, quien en la práctica era Teólogo de la Liberación, aunque nunca se asumió como tal.

      DT. Personas cercanas a tu entorno o tus compañeros de la J.C. ¿Leían poesía también?

      JVA. Fíjate que no. Los que eran militantes de la Juventud Comunista más bien se burlaban de los poetas. Durante mi escuela secundaria ya había escrito mucha poesía, pero no se la enseñaba a nadie hasta que me topé con una compañera de mi grupo, llamada Shirley. Resultó que a los dos nos encantaba leer y escribir poesía, lo cual hacíamos casi en secreto, clandestinamente, pero comunicados entre nosotros.

      Cuando llegué a la unam inmediatamente me identifiqué con los revoltosos, los que teníamos en común asumirnos de izquierda y habíamos hecho lecturas en ese sentido. La Facultad de Ciencias Política y Sociales era pequeña, con un jardín al centro. Después de clases ahí nos sentábamos y un día se nos ocurrió leernos poemas. Éramos como unos 15 y entre ellos estaba Gloria Artiz nieta de catalanes refugiados por la Guerra Civil Española, Paco Ignacio Taibo II, René Cabrera Palomec. En ese tiempo tuve lecturas que siguieron dándose ya con más seriedad. Estando en primer semestre la universidad organizó un ciclo de conferencias llamado algo así como ¨El Curso de la Política Mundial¨. ¿Quién creen que vino? Pues Herbert Marcuse, Susan Sontang, Jean-Paul Sartre y Simone de Beavoir. De pronto en la propia facultad aparecieron libros de autores que ya leíamos y nos interesaban, que influyeron en el hecho de que nosotros tuviéramos mejores lecturas.

      DT. ¿Desde ese entonces ya leías en inglés?

      JVA. En Tijuana empecé a hablar y leer en inglés. Llegando a la Ciudad de México me atreví a traducir el poema “El Cuervo” de Edgar Allan Poe, imagínate, tenía como veinte años. La traducción se perdió entre mis papeles de aquel tiempo.

      DT. ¿Cuándo tuviste conocimiento de lo que estaban haciendo los beats?

      JVA. Ya percibía una cierta sensibilidad beat a través de la música del rock que escuchábamos mis amigos y yo en Tijuana. Porque las letras de las canciones de Bob Dylan, Donovan, Doors, Rollings y Beatles tenían cierta carga poética que después identifiqué con la poesía beat. Además, a lo largo del tiempo se supo que esos músicos tenían algún enlace directo con ese grupo de poetas. A veces también amistad personal. Jim Morrison era muy de platicar con Michael McClure. Y esta rockera Patti Smith era muy amiga de William Burroghs, incluso grabaron algo juntos, el disco de “Mr. Shark”, donde Burroghs graba una canción con su voz aguardentosa. En mi caso la sensibilidad beat se dio con estos cruces entre el rock y la poesía.

      DT. ¿Estaríamos hablando como entre 1966-67?

      JVA. Incluso de unos años antes. Los hippies de San Francisco publicaban un periódico, que se llamaba The Oracle (El Oráculo). Yo era lector de ese periódico, donde seguido aparecían poemas de los beats.

      DT. ¿El Oracle llegaba a Tijuana?

      JVA. Yo lo compraba en San Diego o en Los Ángeles. Llegué a la Facultad de Ciencias Políticas (UNAM) con mi morral llenó de Oracles, y cuando se los enseñé a mis compañeros estos pensaron “mmmmmh, este es un hippie retrasado del norte de México” (risas), porque inmediatamente me asociaron a este periódico. Aunque simpatizaba con el movimiento hippie, en ese momento era más cercano a la New Left (Nueva Izquierda), especialmente por esa formación politizada que había tenido, que era una de las características que esta corriente tenía en los Estados Unidos.

      DT. Estás en Tijuana en 1966, puedes leer el Oracle allá. Podríamos decir que éstas son parte de las señales que están llegando al norte de México del movimiento contracultural que está sucediendo en ese momento en la Bahía de San Francisco.

      JVA. San Francisco, Los Ángeles, San Diego, como corredor que literalmente lo es, y que era el camino hasta Tijuana, donde prácticamente llegaban todos estos cambios, estos movimientos contraculturales.

      DT. Entonces llegaste al DF con estas propuestas.

      JVA. Es el momento de las grandes liberaciones de las que ya hemos hablado, de esos sectores como los negros, los jóvenes, las mujeres, los indios, los chicanos que deciden ya no agruparse en partidos políticos, sino en agrupaciones con intereses afines, más cercanos, que se fundaban en proyectos contestatarios que buscaban un cambio.

      DT. Muy bien.

      JVA. A partir de que pasaban los años era un más decidido lector, al tiempo que empezaba la escritura. Escribí notas, algo relacionado con lo que pudiera llamarse ensayo, la reflexión. Escribí muchos fragmentos de reflexiones, algo así como un diario. Nunca pensé en un diario, pero sí en escribir momentos de reflexión. ¿De qué reflexionaba? Pues en la injusticia que existía en el mundo y en México, y ahí me echaba un discurso. Pero eso ahí quedaba guardado. He comentado que en la secundaria estaba en la Sociedad


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