Mexicano de corazón. Francisco Ugarte Corcuera
CON LOS NOVIOS
8. EL IPADE Y LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
NACE EL IPADE
UNA UNIVERSIDAD «PANAMERICANA»
EN EL IPADE, CONSAGRACIÓN DEL ALTAR
UNA TERTULIA INOLVIDABLE CON LOS EMPRESARIOS
AMPLIA LABOR DE FORMACIÓN
CON LOS HOMBRES DEL CAMPO: «¡TODOS SOMOS IGUALES!»
CON LAS MUJERES, HABLANDO EN «MEXICANO»
EUCARISTÍA: «¡NO ME LO DEJÉIS SOLO!»
CUIDADO DE LAS COSAS PEQUEÑAS
HABLAR BIEN DE LOS DEMÁS
VINIERON DE GUATEMALA Y VENEZUELA
BROMAS A DON PEDRO
UNA TERTULIA IMPREVISTA
SINCERIDAD Y FIDELIDAD
EL «ASALTO» DE LOS COLOMBIANOS
UN DETALLE CON DON ÁLVARO
LAS PREVISIONES DE DON PEDRO
LA LLEGADA, EL DÍA 9
MUCHAS TERTULIAS, MUCHA GENTE Y UNA AUTÉNTICA CATEQUESIS
CON LAS MÁS JÓVENES
LOS DETALLES DEL PADRE
CUMPLEAÑOS DE DON JAVIER
UN POETA Y UN REVOLUCIONARIO
VISITA DE PERSONALIDADES ECLESIÁSTICAS
TERTULIA Y CONFIDENCIA CON SACERDOTES
«ASÍ QUISIERA MORIR…»
DÍAS MUY FELICES
«CHAPALA»
«GRACIAS»
«TENGO EL CORAZÓN CONTENTO»
«CUANDO QUIERE UN MEXICANO»
«AMAR CON EL ALMA ENCENDIDA»
«LA VIDA SIGUE IGUAL»
«MONTEFALCO»
«EL PASTOR»
«MARÍA ELENA»
«MORENITA MÍA»
12. LA DESPEDIDA: 22 Y 23 DE JUNIO
EL LUNES 22, UN DÍA ESPECIALMENTE INTENSO
SU TESTAMENTO A LOS ESTADOUNIDENSES
A LA VILLA A CANTARLE A LA VIRGEN
«MÉXICO ES MUCHO MÉXICO»
UN RECUERDO GRABADO EN UNA BANDEJA
EL PAÑUELO CON LÁGRIMAS
MARTES 23 DE JUNIO, ÚLTIMO DÍA
ADIÓS CON EL CORAZÓN
«LO HABÉIS HECHO MUY BIEN»
PRÓLOGO
SE CUMPLEN AHORA CINCUENTA AÑOS de la novena que hizo san Josemaría en la Villa de Guadalupe. En más de una ocasión, repitió que decidió ir a México porque se había sentido llamado por la Santísima Virgen para rezar allí por el mundo, por la Iglesia y por el Opus Dei. Cuando le preguntaban por el motivo de su viaje, comentaba: «He venido a ver a la Virgen y, de paso, a tantas almas encantadoras como las vuestras. Ahora estoy aprendiendo a quererla más, porque no he venido a México a enseñar nada: he venido a mejorar en las virtudes, y he aprendido a amar más a la Virgen».
San Josemaría nunca tuvo reparo en emprender las aventuras que el Señor le fue pidiendo; desde muy joven, deseó dedicarse por entero a seguir la voluntad de Dios. Su viaje a México fue una manifestación más de su prontitud para responder al querer divino.
Este libro narra con detalle esa aventura mexicana. El autor ha recogido recuerdos que marcaron ese tiempo junto al fundador del Opus Dei. Como afirma en la Presentación, ha querido destacar especialmente los sucesos de la vida ordinaria, el aspecto humano de la personalidad de san Josemaría. En efecto, era admirable como tenía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo: muy sobrenatural y muy humano, en unidad de vida. Los innumerables detalles que se cuentan en este libro son una buena muestra.
Al mismo tiempo, estas páginas reflejan también el amor filial de san Josemaría a Santa María. Se recogen algunos de los momentos de su oración delante de la Guadalupana, que ponen de relieve la confianza y el cariño con que acudía a la Virgen. Su modo de rezar era sencillo, sin ostentación, lleno de espontaneidad. A Ella se dirigía con el corazón encendido, pidiéndole que le hiciera ver qué más podía hacer para agradarla, para ser mejor hijo. «Yo no sé qué más puedo hacer —decía—. Si puedo algo más, ¡dilo, dilo!, y lo cumpliré con tu ayuda. Si un hijo pequeño le pidiera esto a su madre, es seguro que no habría madre que no se conmoviera». Este modo de hablar con la Virgen, con la sencillez e insistencia propia de los niños, era también objeto de sus enseñanzas a lo largo de su vida y, concretamente, en su estancia en tierras mexicanas. «Si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño —había escrito en el Prólogo a Santo Rosario—. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños».
Durante los casi cuarenta días que estuvo en México, san Josemaría se reunió con más de veinte mil personas: estudiantes, gente del campo, empresarios, familias… Los que estuvieron presentes recuerdan que sus palabras invitaban a amar apasionadamente al Señor. Insistía en que los defectos o las debilidades no son obstáculo para ese amor, si nos llevan a acudir con confianza a Jesús y a su Madre.
Este viaje a México dejó una profunda huella en el alma de san Josemaría. Y aunque no volvería a pisar esa tierra, procuraba ir y volver con la imaginación. «Muchas veces —afirmó— me escapo con el deseo a la Villa de Guadalupe, me pongo delante de aquella Virgen morena, a decirle que la quiero tanto, tanto como sus mexicanos. Yo fui a México a aprender y me enseñasteis a amar más a Jesús en la Sagrada Eucaristía, a la Virgen, y hasta a hacer la caridad». Precisamente, Mons. Francisco Ugarte, con este libro, nos lleva a peregrinar con el deseo ante la Guadalupana y a revivir esos días junto al fundador del Opus Dei.
San Josemaría tuvo la seguridad de que sus oraciones delante de la Virgen de Guadalupe habían sido acogidas. Él mismo repetiría