La pirámide visual: evolución de un instrumento conceptual. Carlos Alberto Cardona
los métodos y las prácticas que los investigadores del programa, consciente o inconscientemente, se comprometen a proteger de todas las instancias falseadoras que puedan encontrarse en el camino.
Como unidad mínima de evaluación, un programa de investigación comporta una extensa duración en el tiempo. Los programas de investigación más exitosos pueden llegar a contabilizarse en siglos de duración.
Lakatos llama “heurística negativa” a la decisión metodológica, entre quienes adscriben el programa de investigación, de no modificar el núcleo firme. Todas estas movidas se recogen bajo el término de cinturón protector.
Las siguientes palabras de Lakatos sintetizan la propuesta:
Uno de los rasgos cruciales del falsacionismo sofisticado es que reemplaza el concepto de teoría como el concepto básico de la lógica del descubrimiento, por el concepto de serie de teorías. Lo que es evaluado como científico o pseudocientífico, es una serie de teorías y no una teoría dada. Así que los miembros de tales series de teorías están conectados por una sorprendente continuidad, que los agrupa en programas de investigación. Esta continuidad —reminiscente de la “ciencia normal” de Kuhn— cumple un rol central en la historia de la ciencia; los problemas principales de la lógica del descubrimiento solo pueden ser satisfactoriamente discutidos en el marco de una metodología de programas de investigación (1978, pp. 46-47).
Cuando evaluamos un programa de investigación, no concluimos de él que es verdadero o falso. De hecho, la evaluación debe incorporar algún tipo de determinación temporal, toda vez que la comparación demanda aspectos históricos. En la práctica científica, guardamos la esperanza de que, en la dinámica de una pugna entre programas de investigación rivales, los nuevos programas tengan un mayor contenido empírico que sus predecesores. Lakatos prefiere dictámenes como “programa de investigación progresivo”, “programa de investigación estancado”, “programa de investigación superado por otro rival”.
El programa de investigación se dice progresivo cuando: 1) los movimientos adelantados en el cinturón protector permiten prever hechos nuevos que no podrían advertirse con programas alternativos, y 2) estas anticipaciones hallan contrastaciones prima facie satisfactorias. El programa se dice regresivo o estancado si no logra producir hechos nuevos.
Un programa de investigación es progresivo si su crecimiento teórico anticipa su crecimiento empírico, predice hechos nuevos antes de que ellos salgan a la luz (la predicción antecede la demanda de explicación). Un programa es regresivo (o se encuentra estancado) si su crecimiento teórico marcha a la saga del crecimiento empírico (si la demanda de explicación es dominante) (Lakatos, 1978, p. 112).
Por su parte, el programa se dice superado por otro rival, si este segundo anticipa hechos nuevos que encuentran contrastaciones prima facie satisfactorias y logra incorporar, en su seno, todas las victorias del programa superado.
Cito en extenso la valoración que Lakatos hizo de ciertas fases del programa de investigación de la mecánica newtoniana, para exponerla como ejemplo del tipo de evaluación que se espera en el marco de la metodología que propone. El texto de Lakatos nos sirve como referencia para marcar las expectativas del tipo de reconstrucción racional que ofrecemos en este libro:
Si nosotros analizamos este caso [el caso de cierta fase de la mecánica de Newton exhibida como ejemplo], resulta que cada paso sucesivo en este ejercicio predice algún hecho nuevo; cada paso representa un incremento en el contenido empírico: el ejemplo constituye un cambio teórico consistentemente progresivo.[6] Además, cada predicción quedó finalmente verificada […]. Mientras el “progreso teórico” (en el sentido aquí descrito) puede ser verificado inmediatamente, el “progreso empírico” no puede serlo, así que en un programa de investigación podemos vernos frustrados por una larga serie de “refutaciones” antes de que alguna ingeniosa y afortunada hipótesis auxiliar de contenido empírico superior convierta una cadena de defectos en una asombrosa historia de éxitos, o bien al revisar algunos “hechos” falsos o al agregar nuevas hipótesis auxiliares. Podemos entonces exigir que cada fase de un programa de investigación incremente el contenido de manera consistente; que cada fase constituya un cambio teórico consistentemente progresivo. Lo que necesitamos adicional a esto es que retrospectivamente se aprecie que el incremento de contenido fue corroborado: el programa como un todo también debe exhibir un cambio empírico intermitentemente progresivo. Nosotros no demandamos que cada fase produzca inmediatamente un nuevo hecho observado. Nuestro término “intermitentemente” da suficiente espacio racional para la adhesión dogmática a un programa en una etapa de “refutaciones” prima facie (1978, pp. 48-49).
Los enfoques mencionados difieren no solo en sus orientaciones filosóficas más básicas, sino también en la forma en la que encaran la historia de la ciencia. Así, los anarquistas se valen de la historia de la ciencia como laboratorio para mostrar que los hombres de ciencia de carne y hueso han sabido sortear con éxito sus dificultades al ignorar, deliberadamente, las prescripciones o recomendaciones de quienes pretenden que el espíritu científico sea la encarnación de una suerte de racionalidad pura. Ellos encuentran, en la historia de la ciencia, el laboratorio básico para refutar a quienes creen que el progreso de la ciencia exhibe el despliegue del espíritu absoluto. En ese orden de ideas, la historia de la ciencia falsea continuamente las expectativas de racionalidad impuestas por los enfoques que podríamos llamar “dogmáticos”.
A su vez, los elitistas construyen la historia de la ciencia de los vencedores. La historia de la ciencia ofrece un laboratorio que permite sacar a la luz las relaciones de poder que en determinados períodos posibilitan explicar por qué cierta perspectiva llegó a erigirse como paradigmática.
Los enfoques inductivistas suelen practicar cierto desprecio por la historia de la ciencia. Para ellos, la lógica de la justificación debe ser la preocupación central de la filosofía y esta puede ignorar por completo los aspectos contingentes que suelen atribuir a la lógica del descubrimiento.7 Esta última tiene que ser la preocupación de psicólogos, sociólogos o antropólogos. Aun así, si el inductivista se acerca a la historia de la ciencia, lo hará para contemplar cómo se avanza en la búsqueda de la verdad (las verificaciones positivas serán su mayor atractivo); si es el falsacionista quien quiere acercarse a la historia de la ciencia, lo hará para mostrar cómo es que hemos abandonado teorías refutadas (las refutaciones logradas en experimentos cruciales serán su mayor atractivo).
Lakatos, a diferencia de inductivistas y falsacionistas-popperianos, sostiene que la historia de la ciencia es un laboratorio crucial para poner en evidencia (o sacar a la luz) preceptos de la metodología de la investigación científica, preceptos que podríamos tener por razonables. Si bien la actividad científica no encarna la racionalidad pura que orienta las reflexiones de inductivistas o popperianos, no tenemos por qué esperar que las elecciones de teorías estén determinadas por relaciones de poder o por una suerte de foro democrático en el que todos tengan el mismo derecho para sostener, sin normas de control, lo que quieran. Podemos acercarnos a la historia para mostrar que los hombres de ciencia de carne y hueso que han trabajado en el marco de programas de investigación, han favorecido ciertas aproximaciones por encima de otras, en virtud de criterios que podemos tener por razonables, y que nada o muy poco tienen que ver con favorecimientos elitistas o con instancias de imperativos absolutos o racionales. Nótese que usamos aquí el adjetivo “razonable”, que suena menos fuerte que el adjetivo “racional”.
Queremos subrayar que la evaluación que hacemos está atada a las circunstancias y al devenir en el futuro del programa de investigación. Mostramos, en la reconstrucción racional que llevamos a cabo, que las decisiones tomadas por los investigadores fueron las más razonables, si se evalúan o se tiene en cuenta los alcances futuros de tales decisiones. Defendemos que, de no tomar esas decisiones, habría sido, quizá, más difícil llegar al resultado que después llegamos a apreciar. Así, entonces, en el marco de la razonabilidad que defendemos para el programa que nos ocupa, tales decisiones son importantes, porque facilitaron el tránsito hacia formas más complejas del programa de investigación.
En una