El río Magdalena y el canal del dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena. Álvaro Rojano Osorio
href="#ub9f2419e-a9d2-4a09-81e6-660016ed5976">El corte de madera y extracción del aceite del bálsamo
El ocaso de la navegación a vapor y del tren
“Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta que el río padre de la Magdalena, uno de los grandes del mundo, era sólo una ilusión de la memoria. El capitán Samaritano les explicó cómo la deforestación irracional había acabado con el río en cincuenta años: las calderas de los buques habían devorado la selva enmarañada de árboles colosales […].”
Gabriel García Márquez (1985)
El amor en los tiempos del cólera
Dedicatoria:
A mis hermanos César, Carlos y Gilberto.
A la familia Rojano Barrios, mis ancestros calamarenses.
PRÓLOGO
El Río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena es la obra que escudriña la historiología de parte del Caribe colombiano en la que su autor, Álvaro Rojano Osorio, nos pone a navegar en las aguas del Gran Río de La Magdalena y a transitar por los otrora caminos de herradura, abiertos por nuestros ancestros indígenas y bien aprovechados por el colonialismo español que, como muestra del mayor atraso, se los legó a la República.
En esta obra está patente el buen uso que el autor hace del punto de vista histórico, por el que penetra en lo más profundo de los sucesos ocurridos en el pasado para traerlos al presente con sus errores y enseñanzas. Es una tarea que demanda dedicación, sublimidad y ecuanimidad; además, en el contexto historiológico se presenta la ineludible necesidad de la documentación y de los testimonios, es decir, las fuentes y a buena hora que ello se observa en esta obra en la que se palpa una dedicación absoluta por mostrarle al lector, al estudioso, al investigador, la realidad sin hipérbole del pasado de los pueblos que se desparraman a lo largo del Gran Río de La Magdalena y de aquellos que aún siguen estacionados en las tierras de los que fueron los departamentos del Magdalena y Bolívar Grande.
En El Río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena encontramos, con lujo de detalles, la historia de la dinámica y decadencia de algunos de esos pueblos cuya génesis partió bajo el impulso de hombres osados que llegaron hasta estas tierras para dejar sus ejecutorias como una impronta imperecedera dado que, aunque físicamente ya no están, lo que ellos iniciaron e hicieron fue como el ariete que abrió la gran puerta del desarrollo tecnológico en las áreas del transporte férreo y comercial cuyo socaire se implementó y articuló toda una actividad diversificada en el comercio, la agricultura, la navegación y la política. Este viaje a la retrospección que nos hace Álvaro Rojano Osorio es una muestra de cuán grande es nuestro pasado regional, que no se sabe por qué algunos historiadores andinos siguen subvalorando.
Rojano Osorio es investigador acucioso, amén de que reseña de modo puntual todo aquel acontecer que enriqueció la historia del Caribe colombiano trayéndonos los nombres de los personajes que fueron objetos, sujetos y actores de la historia, que en buena hora nos ofrece esta obra. Los hechos y situaciones narrados en esta importante obra, el estilo, la exactitud de la información y todo lo que comprende el vivencial de los pueblos que gravitaron en la órbita de Cartagena de Indias desde los remotos días de la Colonia y luego, por los primeros años de la República, se enmarcan en el contexto de lo que en su obra “Filosofía de la Historia para la formación de la Humanidad” nos dice el alemán Herder en cuanto a que la filosofía de la historia es “El conjunto de principios que se establecen o suponen para explicar u ordenar cierta clase de hechos…”, y Álvaro Rojano Osorio ha dedicado buena parte de su tiempo para explicar y ordenar cierta clase de hechos, hechos que son de valor intrínseco en nuestra historia caribeña.
El río Magdalena, apareado con el monstruo metálico que fue el ferrocarril, o el tren, se convirtió en la sangre de esta región de Colombia, que por aquel entonces estaba en los últimos peldaños de la atención del Estado-Nación, pero aun ello, conforme nos lo dice el autor, las ciudades y los pueblos de este Caribe inmarcesible no renunciaron a la construcción de su destino que, a pesar de la desidia estatal, lo lograron dentro del marco de las posibilidades tecnológicas que la época ofrecía.
No es fácil retrotraer los nombres, fechas de sus nacimientos, orígenes de las personas que como piñones impulsaron la gran máquina del progreso en aquel entonces entonces e hicieron de las tierras bañadas por el Gran Río de La Magdalena el escenario ideal para poner en práctica lo que dimanaba de sus mentes creadoras y lo lograron. Bajo sus impulsos, llegaron los ferrocarriles de la región, abrieron sus puertas grandes centros comerciales que comprendían almacenes, misceláneas, tiendas y cinematógrafos; los ásperos caminos reales heredados de la Colonia dieron paso a amplios caminos y una que otra carretera, y todo eso nos lo cuenta el autor en esta importante obra, que no es aventurado señalarla hacia el futuro como obra de consulta de quienes lo necesiten o quieran inquirir la historia del río y los pueblos que comprenden su hoya en el Caribe colombiano.
Riohacha, Colombia.
LÁZARO DIAGO JULIO
Miembro de la Academia de Historia de La Guajira
CAPÍTULO UNO
La Barranca de Mateo Rodríguez
Río Magdalena. Fotografía de Álvaro Rojano.
En agosto de 1650 fue inaugurado el Canal del Dique, que comunicó a Cartagena con el río Magdalena y con el interior del Nuevo Reino. El 20 de agosto de ese año, entre las cuatro y cinco de la tarde, el río Magdalena “entró con gran golpe de agua y corrió con gran violencia”, dando paso al nacimiento de lo que hoy conocemos como el Canal del Dique (Alvarado, Ávila y Rangel, 2011). El canal se construyó en solo cuatro meses con fondos del activo gobernador de Cartagena, don Pedro Zapata de Mendoza, y unió entre sí las ciénagas de la zona, a muy bajo costo, pues se utilizó en gran parte mano de obra esclava (Del Castillo, 1981).
Era un cauce que quedaba al servicio de los administradores españoles, del transporte de los bienes importados para el consumo de la clase dominante colonial en el interior (Palacios-Safford, 2002). Cartagena necesitaba conectarse con el río ya que, puede decirse, la suerte de la parte occidental de la Nueva Granada, tanto como la región oriental de los altiplanos, estaba ligada a esta arteria (Colmenares, 1975).
La boca del Canal en el río Magdalena fue construida en un lugar que era conocido como “Malambillo”, allende a “Malambito”; que entonces era asentamiento indígena al norte de Calamar. En ese lugar edificaron tres bodegas que eran utilizadas para almacenar la mercadería y hospedar a los pasajeros que iban o venían de Cartagena. Lugar al que le dieron el nombre de San Pedro de Barajas o