El fin del imperio cognitivo. Boaventura de Sousa Santos
y cánticos es una forma de trascender el cuerpo sin abandonarlo nunca, de trascender diferencias a favor de una armonía necesaria para una tarea práctica al alcance de la mano (que puede ser el propio canto o algo que va más allá de él), de crear fuerza material a partir de la fuerza simbólica40.
Por las informaciones que me constan, uno de los proyectos más notables sobre la descolonización del conocimiento y el uso de la historia oral como herramienta de resistencia contra la dominación capitalista y colonial es el Taller de Historia Oral Andina (THOA), fundado en Bolivia en 1983 por iniciativa de Silvia Rivera Cusicanqui. Desde sus inicios, el objetivo del THOA es construir la historia genuina y concreta de los pueblos indígenas de la región andina, una historia contada por ellos, que refleja sus visiones del mundo y modos de vida, sus puntos de vista sobre las luchas que llevaron a cabo a lo largo de los siglos, sus héroes, sus ansias respecto a la justicia, la dignidad y la autodeterminación. El recurso creativo a las metodologías de la historia oral, la implicación activa de las comunidades, las decenas de publicaciones y los debates que promovieron, todo esto permitió que el proyecto THOA no solo llevara a cabo una crítica consistente de las epistemologías del Norte, sino también que constituyera una fuente de conocimiento militante al servicio de muchas organizaciones indígenas que disfrutaron de él para reforzar sus propias luchas contra el capitalismo y el colonialismo41. La búsqueda de un tipo diferente de conocimiento, un conocimiento artesanal característico de los pueblos y los campesinos indígenas, dio lugar a una epistemología nueva y compleja en la que el texto oral se asociaba al texto escrito y en la que el conocimiento característico de los pueblos indígenas se complementaba gracias al conocimiento de los científicos sociales que se mostraban solidarios con ellos42. Lo que vuelve este proyecto y el trabajo de Rivera Cusicanqui verdaderamente extraordinarios es la articulación entre esos diferentes tipos de conocimiento como opción epistemológica adoptada de un modo consistente.
Las ecologías de saberes que se originan en las luchas incluyen muchas veces conocimientos orales y escritos, que pueden ser historias, documentos, canciones o manifiestos. La performatividad se reviste de varias formas. Una de ellas es la memorización y la recitación. Ninguna de ellas es una simple reproducción de conocimientos escritos u orales; se trata, por el contrario, de conocimientos de un tercer tipo: el performativo. En determinados contextos, los conocimientos performativos son crucialmente formativos en la educación de la comunidad, incluso cuando hacen un llamamiento a la lucha. Ese es el caso de la revitalización religiosa del islam a través de la lectura y la recitación intensivas del Corán. En su estudio sobre el revivalismo religioso en Indonesia en la década de 1990, Anne Gade refiere el papel social de la memorización del Corán: «En las tradiciones islámicas, la memorización del Corán es un deber religioso especial de los musulmanes que tienen una responsabilidad ante la comunidad como ‘guardianes’ de la revelación» (2004: 62). En cuanto a la recitación, Gade escribe: «Los concursos de recitación del Corán representan en el sudoeste asiático expresiones del movimiento global del ‘despertar islámico’, un fenómeno que en Indonesia realza el desarrollo entusiástico de las artes coránicas, la lectura y la memorización» (2004: 216). Según la autora, «quien memoriza el Corán recibe el reconocimiento de ser su ‘guardián’ (hafiz), conocido por su persona social específica que resulta de la capacidad de recitar el Corán sin la ayuda de un texto […] Los que memorizan el Corán negocian afectivamente las expectativas relativas al papel y las responsabilidades sociales de quien ‘trae’ el Corán en la memoria para el bien de la comunidad» (2004: 60).
La memorización y la recitación son procesos de hibridación entre lo escrito y lo oral y están bien presentes en luchas de fuerte dimensión religiosa. En esos casos, la posibilidad referida antes de composición en performance no está presente, por lo menos de manera explícita, puesto que la oralidad pretende reproducir y reforzar la estabilidad y la permanencia del texto escrito. Sin embargo, hay que distinguir la memorización y la recitación de textos escritos de la memorización y la recitación de narraciones orales. Los textos escritos son objeto de canonización con más facilidad. Al discutir las conclusiones de su análisis de mitos del norte de Ghana, Goody destaca que los «enunciados normalizados», como define el equivalente a los textos religiosos en las culturas orales, varían significativamente incluso cuando se dice que estamos oyendo «una versión única de una recitación larga» (2000: 125). «En diferentes tiempos y espacios la recitación se alteró no solo en detalles sin importancia, sino también en términos de características (estructurales) importantes» (2000: 126)43.
En general, tanto los textos orales como los escritos intervienen en las luchas de modos flexibles y creativos. De hecho, las luchas se definen muchas veces por el grado de flexibilidad y creatividad que permiten en la movilización e interpretación de los textos. Ese grado puede tener que ver con la naturaleza del texto o con el respectivo estatuto para el grupo que lo convoca para la lucha; por ejemplo, hay textos fundadores que seleccionan grupos y luchas, y textos seleccionados por grupos y luchas; textos propios y textos que han sido apropiados, importados, tomados prestados o adaptados a través de la traducción intercultural e interpolítica; textos ocultos y secretos y textos divulgados o manifiestos; textos para consumo interno y textos para consumo público, para seducir aliados o para alejar enemigos; textos francos, que lo dicen todo, y textos que esconden otros textos; textos hegemónicos, especialmente religiosos, como la Biblia o el Corán, que se los apropian grupos subalternos a fin de usarlos para objetivos contrahegemónicos. Cuanto más enardecida es la lucha, más intenso es el debate relativo a la interpretación de textos, tanto escritos como orales. En determinados contextos y en ciertos momentos, la lucha puede incluso limitarse a un conflicto de interpretaciones. Es cierto que, teniendo en cuenta la interpretación creativa de quienquiera que lo proponga, el texto oral es, generalmente, más flexible que el escrito, pero ambos permiten usos flexibles y creativos a través de diferentes tipos de mecanismos. De hecho, la controversia sobre cuál de los dos tipos de textos es más manipulable y, por tanto, menos fiable, es muy antigua. En la Antigüedad clásica, el tema era objeto de encendidas disputas, puesto que algunos confiaban más en el texto oral y otros lo hacían más en el texto escrito (Cooper, 2007)44.
Para las epistemologías del Sur, la valoración del conocimiento, la cultura y la tradición orales no tiene nada que ver con cualquier tentación romántica de idealizar el pasado. Simplemente, es el resultado del papel de la oralidad y la cultura oral en las luchas sociales, un papel muchas veces infravalorado por la cultura escrita que prevalece en nuestro tiempo y que frecuentemente controla los protocolos normativos que legalizan el ejercicio de la dominación capitalista, colonialista y patriarcal. Así pues, deberíamos hacer caso a Goody cuando advierte de lo siguiente: «Tenemos que tener cuidado para no concebir las culturas orales como una versión más satisfactoria de nuestra civilización corrompida, y, por otro lado, para no ver esa civilización, la cultura de las ciudades, una cultura escrita, como cura para todas las barbaries» (1987: 293). En el mismo sentido, en Tristes trópicos, Lévi-Strauss afirma que la escritura es una invención extraña cuya relación con la civilización está lejos de ser lineal. Por ejemplo, durante el periodo neolítico, la humanidad dio pasos de gigante sin la ayuda de la escritura. Según este autor, «el único fenómeno que ella ha acompañado fielmente es la formación de las ciudades y los imperios, es decir, la integración de un número considerable de individuos en un sistema político, y su jerarquización en castas y en clases». De Egipto a China, cuando surgió la escritura, «parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación». Y concluye: «Si mi hipótesis es exacta, hay que admitir que la función primaria de la comunicación escrita es la de facilitar la esclavitud. El empleo de la escritura con fines desinteresados para obtener de ella satisfacciones intelectuales y estéticas es un resultado secundario, y más aún cuando no se reduce a un medio para reforzar, justificar o disimular el otro» (1973: 298-299).
La relación entre el texto escrito y el texto oral tiene un significado muy especial para las epistemologías del Sur, porque en el periodo del colonialismo histórico el texto escrito se usó muchas veces para silenciar el texto oral de los pueblos colonizados y estos, a su vez, recurrieron con frecuencia al texto oral para resistir a la dominación colonial. Como ya he dicho antes, el propio texto escrito, destinado a funcionar, sobre todo en un contexto colonial, como la transcripción