Encuentros decisivos. Roberto Badenas

Encuentros decisivos - Roberto Badenas


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es en efecto el dueño provisional del mundo, en el sentido de que todos los seres humanos, al sucumbir de una forma u otra a su voluntad, nos ponemos, sin darnos cuenta, bajo su dominio. Jesús viene para instaurar el reino de Dios, es decir, para intentar conseguir que el bien reine de nuevo en este mundo y en cada uno de nosotros. Sabe que ganarnos para Dios, apelando a la libre decisión de cada uno, llamando a la puerta de cada corazón, le llevará mucho tiempo, y finalmente no podrá conseguirnos a todos. ¿Y si obligase a todos a amar, acabando de una vez con la tragedia humana? ¿No quiere Dios la salvación de todos? 21

      Jesús ve la artera trampa y responde de nuevo como un hombre de fe:

      —Yo solo adoro a Dios y solo le sirvo a él.

      La tercera gran tentación de Jesús es la tentación que encontramos todos cuando nos decimos:

      Las tres tentaciones intentan obtener que Jesús se aparte de la voluntad divina, dejando de lado su condición humana, y utilice su divinidad en beneficio propio.

      Al cargarse al hombro la mochila para abandonar el desierto, camino hacia otras luchas, Jesús ya ha decidido que será maestro, y que va a dedicarse a enseñar a los mortales, uno a uno, el difícil arte de sobrevivir en un mundo sitiado.

      Sabe que, para llevar a cabo su plan, tendrá que afrontar nuevos peligros.

      Lo que todavía ignora es que ya le están esperando sus primeros seguidores.

      1 . En el mundo bíblico los desiertos son lugares propicios para encuentros transcendentes. Grandes líderes espirituales, como Moisés y Elías, pasaron en el desierto algunos de los periodos más decisivos de su vida. Siguiendo su ejemplo, a lo largo de la historia miles de hombres y mujeres han renunciado al mundo buscando en la vida apartada la iluminación espiritual o la comunicación con el cielo.

      2 . Jesús solía retirarse a lugares desiertos para orar, a veces incluso de noche (Mateo 14: 23; Marcos 6: 46; Lucas 6: 12, 9: 28).

      3 . Véase Roberto Badenas, Encuentros, Madrid: Editorial Safeliz, 2000, págs. 13-27.

      4 . Marcos 1: 11; Mateo 3: 17; Lucas 3: 22.

      5 . Marcos 3: 20-21; 6: 4; Juan 7: 5.

      6 . Lucas 4: 24; Mateo 13: 47.

      7 . Giovanni Papini, Historia de Cristo, Madrid: ABC, 2004, pág. 47.

      8 . Véase por ejemplo, el caso del profeta Elías (1 Reyes 19: 4).

      9 . Estos cuarenta días de soledad en el desierto recuerdan otras cuarentenas bíblicas, vividas siempre como periodos de prueba: el éxodo de cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto, que lo llevó de la esclavitud de Egipto a la tierra prometida; los cuarenta días que esperó Moisés en el Sinaí antes de recibir la revelación de la ley divina (Éxodo 34: 28); o los cuarenta días que estuvo refugiado Elías en el desierto hasta encontrar la fuerza que le permitiría afrontar la ira de la reina Jezabel (1 Reyes 19: 8).

      10 . Fiódor Dostoyevski, en su parábola titulada «El gran Inquisidor» reconoce que «solo llega a dominar la libertad humana aquel que tranquiliza su conciencia» (Los hermanos Karamazov, Madrid: Cátedra, 2006, pág. 410).

      11 . Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, Buenos Aires: ACES, 1971, pág. 91.

      12 . El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto se encuentra en los Evangelios de Mateo (4: 1-11), Marcos (1: 12-13) y Lucas (1: 1-13); pero solo Mateo y Lucas dan detalles sobre las tentaciones. Lucas varía el orden de las dos últimas. Aquí seguimos el orden de Mateo debido a que este fue discípulo directo de Jesús, y su relato las presenta en un orden claramente progresivo (cf. E. G. White, El Deseado, págs. 100-105).

      13 . Sobre el sentido del ayuno bíblico, que no implica siempre ni necesariamente el no probar bocado o el no beber, véase Isaías 58: 5-11.

      14 . Sobre la encarnación de Jesús ver Filipenses 2: 5-8.

      15 . —Vaya, una cartera caída en el asiento del metro. Y con bastantes billetes. Esta gente rica tiene dinero de sobras y tú, pobre desgraciado, matándote al servicio de estos explotadores por un jornal de miseria. Nadie te ve. Llévate el dinero que contiene, que para el dueño quizá no sea mucho. Además, le está bien empleado por negligente. Con la falta que te hace a ti este dinero en este momento… ¿Quién sabe si no es Dios mismo quien te ha puesto esa billetera ahí, tan a mano, en respuesta a tus oraciones?

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