La ciudad se vuelve pregunta. Alejandra Lazo

La ciudad se vuelve pregunta - Alejandra Lazo


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se conoce como población pobre o muy pobre) localizada en la periferia sur de la ciudad de Santiago, bastante alejado del centro de la ciudad. Representa un caso emblemático de las erradicaciones realizadas en la época de la dictadura militar y el objetivo de estudiarlo fue develar el contexto e historia de formación de esta población, así como las prácticas de movilidad cotidianas de sus habitantes centradas en lo local, recursos que son importantes para estas familias.

      El segundo territorio estudiado fue la Unidad Vecinal Portales, conjunto de casas y edificios construidos por el Estado en la década de los cincuenta para la clase media trabajadora del país. Fue un proyecto emplazado en el pericentro de la ciudad y se constituyó en emblemático del ideal modernizador del Estado. Este lugar es un hito de la arquitectura chilena, siendo un proyecto concebido para el encuentro entre sus habitantes. Resultó interesante observar que existían residentes que privilegiaban la escala de la proximidad para sus prácticas cotidianas. La centralidad y la buena accesibilidad con la que contaba este territorio hicieron de la Unidad Vecinal Portales un espacio único en la ciudad.

      El tercer territorio fue la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Este lugar conformado por una clase acomodada se levantó en los albores de los años ochenta en la periferia rural de la ciudad, por un grupo de familias descontentas con la vida urbana. Se seleccionó este territorio pues interesaba estudiar las movilidades cotidianas de las familias que vivían ahí, quienes compartían una vida de barrio y comunidad muy intensa. Por encontrarse en un sector periférico, interesaba comprender las estrategias puestas en marcha por los habitantes y sus familias para combinar la vida en la Comunidad y la movilidad cotidiana muy basada en el uso del automóvil privado.

      Fuente: Elaboración propia

      La selección de estos territorios no buscó compararlos entre sí, sino dar cuenta de la diversidad de comportamientos y experiencias de habitar la casa, el barrio y la ciudad.

      A partir de una mirada antropológica al territorio, que consideró observaciones directas y visitas reiteradas, así como conversaciones y entrevistas con los diferentes habitantes, es que fue posible acercarse a la relación entre el individuo y su territorio. Esta mirada, se aplicó en tres niveles: la casa, el barrio (o la proximidad) y la ciudad. En cada uno de estos niveles se indagó en las prácticas, estrategias y experiencias de los habitantes con su territorio.

      Así mismo, se establecieron dimensiones que ayudaron a agrupar y analizar la información recolectada. Para ello, se identificaron diez dimensiones que no serían estudiadas de manera aislada, sino en su interacción (con cuatro configuraciones identificadas), dando cuenta de la variedad de vínculos que existían con el territorio y entre habitantes de un mismo grupo social. Se pudo observar personas que, si bien valoraban su casa y se sentían muy arraigadas a ella, replegándose en la vivienda, rechazaban el barrio por considerarlo inseguro y hostil. Mientras otros tenían prácticas barriales muy intensas, situación que no se contradecía con una movilidad cotidiana igualmente importante más allá de esta escala.

      Tabla dimensiones y configuraciones

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      A partir de los relatos e historias presentadas en las siguientes páginas, se describe cómo la proximidad se ha convertido en un elemento central de la movilidad de los habitantes de la ciudad. Aparecen “visiones alternativas donde la relevancia del territorio como referente geográfico de sentido resulta central”, lo cual implica que la puesta en marcha de una movilidad generalizada, “no es suficiente evidencia para pensar que la movilidad construye un necesario desarraigo del territorio local y significativo” (Jouffe y Campos 2009, 2).

      La lectura del territorio de proximidad como soporte y sus dimensiones (anclajes o vínculos prácticos y afectivos) permite comprender la movilidad desde una perspectiva más amplia. Es decir, la manera como se da la relación entre habitante y territorio, mostrando no una relación opuesta, sino más bien una dialéctica –y muchas veces también una relación dialógica– entre anclaje en la proximidad y movilidad cotidiana.

      Las combinaciones que aparecen en cada territorio son muy variadas, y la movilidad y el anclaje, son los extremos entre los cuales existe un continuo. Así, este libro se acerca a la experiencia de la proximidad de los habitantes, al comprender cómo se utilizan los recursos del territorio de proximidad en pos de una movilidad cotidiana, las estrategias puestas en marcha, la capacidad de reacción y las competencias de los habitantes para moverse.

      Darle valor a la territorialidad de los habitantes, a la relación afectiva y/o instrumental que tejen con los territorios que practican, deja al descubierto que es el propio habitante quien construye, organiza e integra los territorios a su medida. Las movilidades y las no movilidades, así como sus significados, es aquello que se quiere develar en este libro.

      CAPÍTULO II:

      TRES TERRITORIOS EMBLEMÁTICOS DE LA CIUDAD DE SANTIAGO DE CHILE

      La Unidad Vecinal Portales:

      El proyecto de ciudad moderna

      Una de las características del paisaje urbano y residencial de la ciudad de Santiago son los diferentes y variados conjuntos de viviendas que se han construido a lo largo del siglo XX. Dentro de las diferentes soluciones destaca lo ocurrido entre 1950 y 1970, período que marca un hito en lo referente a las transformaciones experimentadas por la ciudad. En 1948 se aprobó la Ley Pereira, que posibilitó la colaboración entre el sector público y el privado para la construcción de viviendas económicas y que originaron una serie de proyectos en Santiago, y en todo Chile, para innovar en la manera de habitar la ciudad.

      En la década del cincuenta se introdujo un nuevo paradigma en la forma de hacer ciudad, asociado al compromiso que el Estado adquiere con la vivienda. Este cambio se asocia a las transformaciones sociales, políticas, económicas e institucionales que vivía el país y que marcaron la evolución de los ideales urbanos y arquitectónicos de ese período. Las nuevas ideas acerca de la forma de hacer ciudad vienen de la influencia del movimiento moderno y de la Carta de Atenas, y se manifestaron en los primeros asentamientos de habitación popular de los años treinta y cuarenta (Hidalgo, 1999).

      Entre 1950 y 1960, impulsados por el Estado, se construyeron también una serie de proyectos habitacionales siguiendo la idea de la vivienda colectiva moderna. La ideología del movimiento moderno reflejó en la ciudad un nuevo modelo urbano. El Estado de Bienestar trajo como resultado un nuevo modelo de ciudad, que se vio plasmado en el equipamiento público, en las nuevas formas de habitabilidad y en el acceso a la vivienda (Pool, 2008). El proceso antes descrito se concreta por medio del Ministerio de Obras Públicas (MOP) y la Corporación de Vivienda (Corvi), y a través de instituciones mixtas como Empart y Cormu3.

      Las manifestaciones más relevantes de todo este proceso se ven reflejadas en la década del setenta con la construcción de grandes conjuntos habitacionales pensados para el habitante moderno. Algunos de estos proyectos impulsados por el sector público fueron las tan emblemáticas Villa Frei, la Unidad Vecinal Portales y Providencia. Estas construcciones albergaron la idea de un Estado benefactor, paternalista, muy preocupado por los problemas sociales de la época.

      En específico, Villa Portales fue concebido como una obra de gran envergadura y valor. Primero, por tratarse de un proyecto de vivienda innovador; segundo, por sus habitantes; y tercero, por la huella que dejó en la arquitectura de la ciudad. Villa Portales fue un proyecto de vivienda particular y sólo puede entenderse bajo el rol que tomó el Estado en esas décadas, como agente planificador y creador de ciudad. Bajo este contexto se crearon mecanismos encargados de proveer servicios a sus afiliados, entre ellos, el de vivienda.

      Los habitantes que llegaron a Villa Portales eran de clase media. Tuvieron acceso a una vivienda de calidad y albergaban un proyecto de movilidad social. Quienes llegaron a habitar La Villa eran un grupo homogéneo, con gran capital


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