Bajo el drago. Horst Uden
suelo y les alcanzó, sin decir palabra, las espadas. Después dio media vuelta, orgulloso, para emprender el camino de su casa e informar a su padre.
Solo esperaban este momento los mercenarios. Apenas les volvió la espalda el guanche, le clavaron sus espadas entre las paletillas. Con un grito sordo se desplomó a tierra.
Poco tiempo permaneció oculta la muerte de su hijo al príncipe Guantacara. Un castigo ejemplar exigió por el cobarde asesinato.
Y tuvo la satisfacción de que se le hiciese justicia. Don Juan Méndez mandó detener a los criminales y, en presencia del príncipe y de los valientes guerreros de Teno, fueron ahorcados en el monte de Taco. Desde ese día la gente del pueblo denomina a ese elevado monte la Montaña de la Horca.
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