Ciencistorias. Alexis Hidrobo

Ciencistorias - Alexis Hidrobo


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la radiación de un reactor nuclear, otros que viven a 100 grados centígrados y alta presión o, por el contrario, a muy bajas temperaturas; también existen algunos que viven en medios con altísimo contenido en sal, y otros cuyo “hogar” presenta una elevada acidez, denominados acidófilos o “amantes del ácido”.

      Según los últimos avances científicos y gracias a los nuevos telescopios como el Gran Telescopio Canarias y el Very Large Telescope (ubicado en Chile), además del lanzamiento de las sondas Cassini, Huygens, y, recientemente, las sondas francesa Corot y la estadounidense Kepler (enviada en 2009), se ha logrado delimitar una zona, todavía dentro de nuestra galaxia, desde 400 años luz hasta los sorprendentes 6 000 años luz (por Kepler). Tomando en cuenta los datos finales hasta cuando Kepler se desactivó en 2018, solo en esta pequeña región del universo existen 2600 planetas candidatos a girar en torno a una estrella; de estos, se espera que al menos unos 10 sean rocosos y con tamaño similar a la Tierra, y orbiten estrellas parecidas a nuestro Sol. Quizá alguno de ellos tenga lo necesario para la vida, se encuentre en la zona de Ricitos de Oro y, si ha tenido el tiempo adecuado, incluso contenga vida similar a la de nuestros extremófilos o nuestras bacterias. Ya veremos qué nos dice el futuro…

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      A pesar de la isla de tranquilidad que representa nuestra Tierra en el sistema solar, el universo es un lugar muy agitado, incluso violento. Mediante las observaciones realizadas por los telescopios de última generación, hemos descubierto que el universo no es el lugar apacible que creíamos conocer. El cosmos es, en realidad, una magnífica máquina de creación de los más terribles y salvajes eventos jamás encontrados; es Monsters Inc. hecho realidad.

      En el centro de muchas galaxias, incluida la nuestra, existen verdaderos titanes encargados de crear el caos y la violencia, son los agujeros negros supermasivos. A 27 000 años luz de la Tierra se encuentra un agujero negro con una masa cuatro millones de veces mayor que nuestro Sol. Este monstruo es capaz de engullir estrellas sin esfuerzo y, como si se tratara de un juego de tenis galáctico, puede sacar de órbita a otras estrellas arrojándolas a gran velocidad. La temperatura que alcanza el material en torno al agujero es monumental: ¡cientos de millones de grados! Un verdadero monstruo.

      Las enanas blancas son una especie de cadáver estelar que se generan una vez que una estrella, de entre dos a ocho veces la masa de nuestro Sol, agota su combustible nuclear. Hasta hace poco tiempo se creía que estas carecían de actividad; sin embargo, parece que algunas de ellas podrían girar a gran velocidad y crear monumentales campos magnéticos millones de veces más intensos que los terrestres. En el caso de que la enana blanca sea miembro de un sistema binario, la enorme actividad de giro sería abastecida por el material de su compañera estelar. Como resultado, la enana blanca también se convierte en una emisora de rayos X, lo que la hace detectable mediante nuestros radiotelescopios. A 322 años luz de nuestro planeta, investigadores japoneses detectaron una “enana vampiro” que se nutre de su víctima salpicando el entorno espacial con monumentales cantidades de rayos X. Si uno de estos macabros vampiros estuviera cerca de nuestro Sol, todo dejaría de existir como lo conocemos y no duraríamos para contarlo.

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      En la constelación de Cáncer, a unos 3 500 millones de años luz de distancia, existe una galaxia en cuyo centro ocurre la más dramática de las danzas. Un agujero negro supermasivo, el de mayor masa conocida, con 18 000 millones de masas solares, tiene girando a su alrededor otro agujero negro con “solo” 100 millones de masas solares. Esta colosal pareja presenta la peculiaridad de emitir pulsos de energía de manera casi periódica, lo que demuestra que el agujero pequeño orbita al mayor aproximadamente cada 12 años. Estas emisiones son tan monumentales que se superponen a la actividad normal de la propia galaxia. No se conoce a ciencia cierta el destino final de este baile celestial, pero quizá corresponda a la fusión de los dos agujeros para formar uno de masa mayor, ¡un supermonstruo!

      Si eres fanático de los cómics, cómo no recordar a aquella forma de vida suprema, agente de destrucción y responsable del armagedón en buena parte del universo. Me refiero al supervillano Doomsday, responsable de la muerte de Superman, en el ya mítico título de 1992, La muerte de Superman. Sin duda es un buen monstruo, al tener la capacidad para derrotar al máximo superhéroe de todos los tiempos. No obstante, el Doomsday del universo real es supremamente más poderoso y letal. Se trata de un inusual evento que tiene que ver con la muerte de estrellas de entre 8 y 10 veces la masa de nuestro Sol. Cuando estas estrellas gigantes terminan con el hidrógeno que las alimenta, y después de explotar como supernovas, el tirón gravitacional hacia el centro es tan potente que combina los electrones atómicos con los protones en el núcleo y genera lo que se conoce como una estrella de neutrones. En este especial evento, la estrella de neutrones es ultradensa, de tal manera que una cucharadita de su materia pesaría 100 millones de toneladas; además, como resultado de su fabulosa velocidad de giro, se produce un campo magnético enorme. Este portento de la naturaleza se llama magnetar, y su campo magnético es mil veces más fuerte que el de las estrellas de neutrones ordinarias, y 10 000 millones de veces mayor que el campo magnético de la Tierra. Los magnetares son los imanes más potentes del universo, y expulsan en un breve periodo enormes cantidades de energía en forma de rayos X y gamma.

      A pesar de que pueden generarse al otro extremo de la galaxia, las explosiones de los magnetares emiten energía detectable desde la Tierra. En 2005 la NASA captó una explosión que tuvo la efímera duración de 250 segundos, pero que produjo la misma cantidad de energía que generaría nuestro Sol en 10 000 millones de años. En la opinión de los astrónomos, si una explosión magnetar se produjera a solo unos 10 años luz de la Tierra, que corresponde a la distancia que nos separa de algunas de las estrellas más cercanas, la vida en nuestro planeta peligraría seriamente, debido al efecto conjunto en la destrucción de la capa de ozono, de la atmósfera y la alteración en el clima global.

      Hasta el momento estos son algunos portentos del cosmos que hemos descubierto con la tecnología que poseemos. El futuro, con mejores y nuevos telescopios y el añadido de las sondas espaciales, nos sorprenderá con nuevas maravillas que mejorarán la comprensión acerca de nuestro hermoso universo. Todo es cuestión de tiempo.

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      Desde la primera vez que una persona apuntó con un telescopio hacia el cielo nocturno han pasado ya 400 años. Tal portento lo realizó Galileo Galilei. A partir de ese instante, nuestra forma de ver y entender el universo cambió para siempre. Galileo descubrió que la superficie


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