Ensayos I. Lydia Davis
cambios al original. Pero una de las pocas cosas que hice fue dividir el párrafo único de Flaubert en muchos párrafos cortos: a veces lo hago para que la lectura sea más pausada y el ojo se detenga entre oración y oración, y así cada oración reverbere y tenga su propio impacto.
Pero ¿en qué se diferencian mis cuentos de una traducción directa de las cartas de Flaubert? Bueno, en principio, no tomo la carta completa, sino un fragmento; además, presento el material como un cuento, no como una carta; y transformo y reescribo, en mayor o menor medida, lo que extraigo. Jamás afirmaría que esos cuentos son de mi autoría y de nadie más: son “cuentos tomados de Flaubert”, en otras palabras, que primero se formaron en su mente a partir de la materia de su vida.
No lo había pensado, pero tal vez haya cierto paralelismo entre mis cuentos tomados de Flaubert (ya tengo trece, más una diatriba) y los Cuentos basados en el teatro de Shakespeare de Charles y Mary Lamb, escritos en 1807. Puede que conozcan ese libro como no, pero formó parte de las lecturas escolares durante más de cien años, y todavía se lo considera un clásico. Los hermanos Charles y Mary Lamb adaptaban todas las obras de Shakespeare y mezclaban sus palabras con las de Shakespeare para que les resultara más fácil de entender a los estudiantes, y también a los adultos en realidad. Lo que los autores decían sobre su libro podría aplicarse a mis adaptaciones de las anécdotas de Flaubert:
Se utilizan sus palabras siempre que es posible incorporarlas; y en todo lo que se ha agregado para darles la forma regular de una historia conectada, se ha tenido cuidado diligente para seleccionar las palabras que pudieran interrumpir menos el efecto de la hermosa lengua inglesa [léase, en el caso de Flaubert, “lengua francesa”] en la que escribió: se han evitado en la medida de lo posible las palabras introducidas en nuestro idioma desde su época.
Las historias escritas por los Lamb no reemplazaron las obras de teatro de Shakespeare, pero sin duda fueron de ayuda a la hora de leerlas o verlas representadas. Mis cuentos tomados de Flaubert no son del todo míos y no reemplazan la correspondencia del autor: cuando las anécdotas aparecen en las cartas, su sentido cambia ya sea mucho, ya sea poco, lo cual ofrece pruebas, una vez más, de lo importante que es el contexto.
2012
1 [Todas las notas pertenecen a la traductora].
Todas las palabras que están en bastardillas aparecen en castellano y en bastardillas en el original.
2 En la traducción aquí propuesta, adaptada a la frecuencia de uso de las letras de nuestro alfabeto, han quedado excluidas la “w” y la “x”, presentes en los poemas alfabéticos de Lehman:
1. Anna believed. / Couldn’t / delay. / Every / Friday / grew heroic / infidelity just / knowing love / might never / otherwise present / queenly resplendent / satisfaction trapped / under / Vronsky’s / wild x-rated / young zap.
2. Afraid. Betrayed. / Can’t / divorce. / Envy follows / grim heroine, / inks judgment, / kills lust. / Mercy nowhere. / Opulent pink / quintessence radiates / suicide trip– / unique vacation– / worst Xmas, / yesterday’s zero.
3 Aquí la parodia de Adair:
“Sybil,” said I, “thing of loathing–Sybil, fury in bird’s clothing! / By God’s radiant kingdom soothing all man’s purgatorial pain, / Inform this soul laid low with sorrow if upon a distant morrow / It shall find that symbol for–oh for its too long unjoin’d chain– / Find that pictographic symbol, missing from its unjoin’d chain.” / Quoth that Black Bird, “Not Again.” […] / And my Black Bird, still not quitting, still is sitting, still is sitting / On that pallid bust–still flitting through my dolorous domain; / But it cannot stop from gazing for it truly finds amazing / That, by artful paraphrasing, I such rhyming can sustain– / Notwithstanding my lost symbol I such rhyming still sustain– / Though I shan’t try it again!
Por cierto, la también ingeniosa versión en castellano, donde no se utiliza la letra “a”, estuvo a cargo de cinco traductores (Arbués, Burrel, Parayre, Salceda y Vega) y se llama El secuestro. Allí, los traductores presentan versiones sin “a” de poemas famosos en castellano, incluido el siguiente de Lorca:
VERDE QUE TE QUIERO VERDE. Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verde helecho. / El velero en el confín / y el corcel en el sendero. / Vestido el perfil de noche / cubre su porche de sueños, / verde cuerpo, pelo verde, / con ojos de fríos reflejos. // Verde que te quiero verde. / Con luz del nocturno espejo, / los seres lo ven de lejos / su rostro no puede verlos. / Verde que te quiero verde. / Enormes flores de frío, / vienen con el pez de humo / que sigue el orto en el cielo. / Con los brotes de su tronco / el olivo pule el viento, / y el monte, zorro furioso / yergue sus picos violentos. / Pero ¿y si viene? ¿Y por dónde? / Sigue de pie en su otero / verde cuerpo, pelo verde, / con sueños de inmenso cielo. FEDERICO.
UNA NOTA SOBRE LA PALABRA “GUBERNATORIAL”
“Gubernatorial” [“gubernativo”]: aunque nunca la he usado en un relato, y probablemente nunca lo haga, esta palabra siempre me ha divertido y fascinado debido a su extraña divergencia del sustantivo, “governor” [“gobernador”]. ¿Por qué el sustantivo y el adjetivo se desarrollaron en diferentes direcciones? En realidad, el adjetivo está más cerca del origen de ambos, que eran los términos latinos gubernator, “gobernador”, y gubernare, “conducir”. El significado original y principal de “gobernar” era “conducir”. De hecho, hay una palabra marítima en francés, gouvernail, que refiere a la “limera” o a la “pala” del timón, es decir, a lo que se necesita para conducir un barco. El gubernator del latín evolucionó hasta convertirse en gouverneur en francés antiguo y en “gobernador” en español, que mantiene la “b” original: el gobernador es quien conduce el metafórico barco del Estado. (A su vez, el latín también dio lugar al “gobernador” del español, que conserva la b, y al “governatore” del italiano).
Pero, por supuesto, todo se complica, como siempre sucede en la historia de la lengua: la palabra inglesa “gubernator”, que significa “gobernante”, también estaba en uso desde 1520, aunque era poco común, al igual que “gubernatrix”, con la cual se designaba a la mujer gobernante. Desapareció “gubernator” y permaneció “governor”. No sé por qué el adjetivo no evolucionó igual que el sustantivo. ¿Por qué no se convirtió en “governatorial” o “governorial”? ¿Simplemente porque no se usaba con tanta frecuencia?
Siempre me ha gustado pronunciar “gubernatorial” como si su sonido más bien crudo, que tiene dos oclusivas sonoras, ocultara a su primo más elegante, más delicado y más sedoso, “govern”. En inglés, “gubernatorial” se acerca más al español y “governor”, al italiano. Durante la presidencia de Jimmy Carter, exgobernador de Georgia, en Estados Unidos se habló mucho de su asociación con el maní (conocido, en el habla coloquial, como “goober”) y su cultivo; por lo tanto, “goober-natorial”, tal como se aplicaba a la oficina del gobernador del estado de los maníes, era doblemente apropiado.
2011
ARTES VISUALES:
JOAN MITCHELL
Les Bluets (1973, 280,7 × 579,8 cm).
JOAN MITCHELL Y LES BLUETS, 1973
Según la biografía que Deirdre Bair escribió sobre Samuel Beckett, el dramaturgo veía en Joan Mitchell, al menos cuando recién se conocieron, una versión más joven de su gran amigo Bram van Velde. A sus ojos, Mitchell expresaba la misma búsqueda incesante del vacío que él hallaba en la obra de Van Velde. Era lacónica al hablar, y así como Beckett no podía ni quería discutir sus textos, ella se negaba a explicar o justificar sus obras. Además, Mitchell bebía en cantidades ingentes, igual que él. Y durante un tiempo, según el ensayo de Klaus Kertess, Joan Mitchell, fueron amigos íntimos.
Sin