Ensayos I. Lydia Davis

Ensayos I - Lydia  Davis


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tan impredecible y paradójica como los seres humanos apenas advierten que cuelgan “abortos espontáneos” de los espejos retrovisores, los cangrejos que cantan avergonzados y los Gigantes Verdes que se burlan, así como los amigos, la familia, la semántica, los trabajos, los árboles, la teleología y las cosas que vemos sobre la televisión, la responsabilidad, los animales, los sueños y las plantas: aquí hay un hijo, una madre, un estudiante, aquí el Pato Lucas, aquí una madreselva, un percebe.

      ¿Por qué detenerse en un percebe?

      ¿Qué plantas aparecen en Made to Seem, por ejemplo? Bueno, hay dos enebros, una palmera, frondas, una madreselva, pinos, pasto:

      La madre sueña

      que sus pensamientos

      tomaron caminos separados

      para volverse inocentes:

      de pino, pasto y viento.

      En este fragmento de “Spans” [Tramos], qué dulce es el lenguaje justo aquí (me detengo un instante para admirarlo): “tomaron caminos separados” con su sabor ligeramente anticuado; la sencillez de “volverse inocentes”; y el salto de línea que les da una ambigüedad burlona a los versos “sueña / que sus pensamientos”. Pero, por supuesto, no solo fascina el lenguaje, sino la idea contenida en esos versos: los pensamientos se alejan y así se vuelven inocentes, como si en la mente los pensamientos tendieran a agruparse y a confabular sin mucha inocencia. ¿Y, en cualquier caso, en qué se diferencian los pensamientos separados de los agrupados? Se suma, además, la seductora idea del sueño donde los pensamientos son personajes.

      Me lleva a recordar que el placer de leer la obra de Rae proviene de varias fuentes a la vez: el oído, el ojo y la mente. Bajo la lente con la que lo observa todo, la lente refractiva, el mundo insípido adquiere sabor. Mi manera de ver las cosas ha cambiado gracias a su mirada, y también veo con más claridad. O, para decirlo al revés, veo más claramente gracias a su mirada, y mi manera de ver también ha cambiado.

      Para continuar con la exploración de la vida vegetal:

      Aquí las hojas

      de los eucaliptos rebotan,

      redundantes pero sincopadas.

      (Atención al ritmo agradable y la aliteración en “rebotan, / redundantes”).

      Hay “campos de azucenas” y “una hoja quieta / fibrilando en la enredadera”; hay un jacarandá y (según dice el comienzo de “Turn of Events” [Sucesos imprevistos], un poema en prosa), “afuera estaba igual que antes, palmeras escuálidas y adelfas, de hojas largas, dedos ostensibles, sin señalar, pero cayendo en su lugar, plantas que alguien podría llamar exóticas si alguien las llamara, y los mismos pájaros y horas que, presuntamente, entran y salen del campo visual”.

      Cuánto expresa esa única palabra “presuntamente”: una palabra refinada y llena de discernimiento; crítica, de tacos altos en el pasto; tomada del vocabulario de la filosofía en duda, de la ciencia que pregunta si se trata de los mismos pájaros o de otros.

      “Ostensible”, “si alguien las llamara”. Muy a menudo se busca la ubicación, la secuencia, la lógica, los hechos comprobables, y se descubre que todo es temporal, condicional, o está fuera de secuencia, en contradicción y luego en contradicción de nuevo, de cara al “yo” que cuestiona: cosas a menudo calificadas, que a menudo confrontan fuerzas opuestas (de contradicción o calificación).

      Rae lee filosofía, lee psicología, lee ciencia, y lo que observa es el comportamiento cotidiano, ordinario, “nuestro”: trata de darle sentido a todo, o trata de verificar que no tiene sentido; busca respuestas, o al menos más preguntas.

      (Es modesta: reconoce lo que no ha leído y no sabe. Pero la suya no es falsa modestia. Y jamás dejaría que la amabilidad se interpusiera en el camino de la verdad. Si opina que algo de lo que escribo está mal, o no del todo bien, me lo dirá).

      Para retomar la pesquisa: coles. O, mejor dicho, coles (que, súbitamente, aparecen en cursivas, como una verdura poco conocida, nombrada en árabe, pongámosle, en un mercado marroquí):

      ¿Sacando agua sin fin de un laberinto de coles?

      Aparecen los enebros y las palmeras de nuevo, “un aluvión de hojas suaves / en forma de corazón” y el bambú. El bambú forma parte de una reflexión sobre la escritura que, como es habitual en sus poemas, deja al lector pensando durante más de un rato:

      Áspera extensión

      de bambú

      de los barrancos,

      escribo,

      como si esperara

      pliegues de encaje.

      Esto me lleva a pensar en otro momento del libro donde reflexiona específicamente, mientras escribe, sobre el acto de escribir, algo que no hace muy a menudo. De “The Known” [Lo conocido]:

      El ladrido de un perro pasa zumbando, inminente en la noche

      o en una calle de pronto anónima. Podrían descalificarme

      por escribir “de pronto”, o quizás “si se supiera

      la verdad”. Es del poema la tarea de encontrar

      un hogar para todos estos ruidos.

      Es una linda idea la de un hogar para los ruidos, y lo que la precede plantea varias preguntas más para la reflexión. O quizás se trate de preguntas en capas, una forma de componer que agrega complejidad (y por lo tanto riqueza) a su obra.

      Mientras recorro el libro, encuentro menos plantas de las que esperaba y más “ideas abstractas”. Entonces, llego a la conclusión de que las pocas plantas mencionadas muy específicamente dan la impresión de que son muchas y de que las múltiples abstracciones presentes no generan la impresión de que estamos frente a versos abstractos, sino, por arte de magia, de que aquí hay versos concretos, vivos y sensoriales.

      Sin embargo, aquí la vida vegetal no aparece como un elemento romántico: es aquello que logra sobrevivir o que se manipula en el paisaje urbano del sur de California. Una vez más, guarda relación con la sociedad: una enredadera en flor trepa, quizás por accidente, una estructura artificial horrible:

      Una madreselva,

      que arrojaran como un arma

      sobre un alambrado

      ¡Y qué belleza más extraña crea a partir de una situación ambivalente, que podría considerarse lúgubre (para las plantas y los animales)! Esa belleza no solo proviene de la peculiaridad de su mirada (la madreselva, el eucalipto), sino también de la peculiaridad de su escritura, que conjuga las características visuales con sonidos fuertes y agradables al oído: movimientos, sincronía, frondas.

      Rae recurre a cuanto vocabulario esté a la mano con el mismo aplomo. Usa expresiones del habla cotidiana:

      “Fíjate…”.

      Eso sí, luego precipita un remate que requiere cierta agilidad mental del lector para “entenderlo”:

      “Fíjate quién dejó pasar

      el momento fugaz”,

      va y se burla el Gigante Verde.

      Apela a los lenguajes de la estilística y la música: “redundante pero sincopado”. (Exige que “escuchemos” con nuestros ojos la síncopa de una hoja).

      Utiliza la jerga sin ningún problema, por ejemplo, la jerga de la industria nuclear estadounidense, las más simples de las palabras pero ya cargadas, antes de que las elija, de una agonía multicolor:

      … equipo protector…

      Luego las pone al servicio de una escena que presenta la imagen de un pasado mejor, una manera


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