Ensayos I. Lydia Davis
en el café, y tendrán el debido reconocimiento: se debatirá su obra y se los citará, sus libros se enseñarán en clase, se llevarán al escenario y a la gran pantalla, se les pondrá música a sus textos y formarán parte de antologías. Quizás, ahora, Lucia Berlin empiece a recibir la atención que merece.
Para cerrar, podría citar casi cualquier pasaje de cualquiera de sus historias, ya sea para reflexionar, ya sea para disfrutar, pero aquí dejo uno de mis favoritos:
¿Qué es el matrimonio, a fin de cuentas? Nunca lo he sabido muy bien. Y ahora es la muerte lo que no entiendo.
2016
UNA LECTURA EN DETALLE DE DOS LIBROS DE RAE ARMANTROUT
I. Precedence (1985)
Empiezo leyendo en detalle uno de los poemas del libro:
HOME FEDERAL
Un mercader nos sondea
con su efecto cortina
de chintz.
•
Ja, me extrañaste,
dice un muerto.
•
Allí se ve el balcón
estilo colonial del banco
que nadie
ha pisado.
“Home Federal” [Hogar Federal] es un poema compacto y claro, con tres estrofas que tal vez estén conectadas, o tal vez no, por el banco o la entidad de ahorro y préstamo a la que se alude en el título: un banco nos sondea, si bien entre su decoración particular no se suelen hallar cortinas de chintz y un gerente de banco como mercader no es de lo más común; puede que el muerto se alegre de estar ya lejos de las tentaciones de los mercaderes y los gerentes de banco; y el balcón sin duda se refiere al balcón del mismo banco o de la entidad de ahorro y préstamos, pero también recuerda a los muchos otros balcones inaccesibles y a las ventanas ciegas y puertas falsas de la arquitectura cívica estadounidense (federal), espacios de valor simbólico y también funcional.
El poema comienza con una cortina de chintz en una ventana y se cierra con un balcón sin pisar, y crea así la ilusión de un espacio parecido al hogar, pero al que es imposible acceder. Hay tres personajes en el poema: un mercader, un muerto y “nadie”. Es decir, aparecen tres etapas de la existencia: la vida (aunque sea la de un mercader), la muerte y la ausencia.
Es posible arriesgar que el título, “Home Federal”, forma parte del nombre del banco o la entidad de ahorro y préstamo, Home Federal Bank y Home Federal Savings & Loan. Pero trunco y aislado en su posición como título, también se lo puede atribuir a otros contextos, que es lo que suele suceder con las palabras de Rae Armantrout, extraídas de su contexto más habitual, sometidas a escrutinio. Dejo aquí varias asociaciones, sin dejar de observar que el tono de cada poeta determina una serie de relaciones, que Armantrout jamás compartiría las asociaciones de Robert Frost a partir de la palabra “hogar”. “Hogar” podría referir al hogar de la frase “hogar, dulce hogar”, mientras que “federal” parece funcionar como adjetivo que califica a “hogar”, de modo que al leer “hogar federal”, pensamos en un hogar del país federal. Ninguna de estas imágenes está fuera de lugar en la obra de Armantrout, que abreva de Estados Unidos como una fuente y toma de allí todo lo que tiene para ofrecer: la infancia estadounidense, la familia estadounidense, los días festivos estadounidenses, el paisaje estadounidense, la ciudad estadounidense, la cultura estadounidense, la televisión estadounidense y la lengua estadounidense.
Pero “hogar” también ha adquirido un matiz muy irónico, en particular para quienes ya conocemos los temas y el tono de Armantrout; aparenta ser un concepto de lo más sencillo, pero se aplica a un conjunto muy problemático de ideales y emociones. Precisamente de allí proviene el poder de su obra, al menos en parte: presenta ideas problemáticas sin tratar de explicarlas ni de sacar conclusiones, y así las mantiene vivas.
La palabra “hogar” aparece con el mismo impacto e ironía en la primera línea de “Double”, el primer poema de Precedence: “Así que estas son las colinas del hogar”. Y aquí la breve locución “así que” es la que determina la forma en que leemos “hogar”. Sin ella, la ironía desaparecería y el verso inauguraría otro tipo de libro, con otro tono, uno que diría cuánto calla Armantrout, que el mundo es una cosa clara y fácil de explicar ante la cual todos reaccionamos de manera similar y correcta: “Estas son las colinas del hogar”.
De hecho, “así” es una excelente palabra para abrir un libro tan impregnado como este por los tres sentidos de “así” que vemos en esa línea: el “así” expositivo, que significa “de tal manera”: “así vivimos nuestras vidas”, “así son el paisaje y la cultura”; el “así” climático y un poco crítico: “así que este es el chico del que tanto me hablaste”, “así que aquí es donde creciste”, “así que estas son las colinas del hogar”; y “así” como “entonces”: “y así encontramos lo que buscábamos”.
La palabra “efecto”, que sigue a la mención del mercader, lejos de los contextos más frecuentes tiene el mismo poder para evocar asociaciones que la palabra “hogar”: imaginamos a todos los mercaderes, agentes, gerentes (trabajadores de cierta jerarquía en la fuerza laboral estadounidense), que persiguen un “efecto” especial, así como gran parte de la actividad comercial estadounidense depende tanto de la respuesta al “efecto” como de la respuesta a una necesidad real.
En el caso de la frase “cortina de chintz”, el uso es un poco diferente: aquí Armantrout no crea de cero el tono irónico, como con las palabras “hogar”, “federal” y “efecto”, sino que se apoya en nuestra capacidad para identificar las cortinas de chintz como un símbolo trillado de la sencillez y además las pone en manos de un ingenioso gerente de banco (o algún otro mercader). Pero en realidad este objeto está fuera de lugar en sus manos (él y los de su tipo están lejos del ama de casa pechugona asociada con las cortinas de chintz en el cliché), entonces se vuelve ridículo gracias a la dislocación, como sucede con muchos de los personajes de Armantrout.
La palabra “mercader”, con sus resonancias algo arcaicas (“gremio de los mercaderes”, El mercader de Venecia), se emplea aquí con sorna, dado que se atribuye a un ingenioso gerente de banco del siglo XX el título de miembro de la Liga Hanseática, se lo identifica mediante su función más genérica, se lo convierte también en cierta medida en una figura histórica absurda, y así para los lectores el hombre de la ventana y la palabra “mercader” se dan vida mutuamente.
Unas cuantas incongruencias más abren un espacio que rodea la palabra o la imagen, o la dislocan para que la veamos desde un ángulo diferente:
–“sondea”, una palabra tomada del vocabulario de la medicina que implica sutileza y maestría. Este mercader ligeramente ridículo tiene manos de médico. De pronto, pensamos en todas las habilidades desperdiciadas, inútiles en el mundo del comercio estadounidense.
–y “Ja, me extrañaste”, una expresión infantil, con un eco de crueldad y rivalidad, pero dicha por “un muerto” (una descripción que también podría sonar infantil). Por suerte, los niños y los muertos pueden escapar de las tentaciones de este banquero hogareño y hanseático: los primeros por falta de sofisticación y los segundos porque ya no están y no consumen.
¿Por qué “Allí se ve el”? ¿Por qué esa construcción, en el último verso: “Allí se ve el balcón / estilo colonial del banco”? Toda frase en la obra de Armantrout se ubica con extrema deliberación, con miras a su “efecto”, así como, en las manos de la poeta, incluso las palabras más prosaicas o ante todo ellas, como “allí” y “así que”, se convierten en portadoras de una asombrosa carga de sentido. Es posible leer “Allí se ve el” de dos maneras, según dónde pongamos el acento: la poeta nos muestra varias características particulares de la ciudad (allí se ve el revestimiento de piedra, allí la biblioteca y allí el letrero rojo de Woolworth, y allí se ve