Conversaciones para la nueva Constitución. Ricardo Lagos E.
origen de esta nueva Constitución.
Ricardo Lagos: Una semana después del “estallido social” del 18 de octubre de 2019.
Javier Martínez: Claro, después de ese 18 de octubre muy explosivo, en el que se sucedieron distintas manifestaciones con incidentes y hechos de violencia muy serios, ante los cuales el presidente llegó a señalar que “estamos en guerra”.
Ricardo Lagos: Ahí entonces vino una reacción masiva del pueblo de Chile.
Javier Martínez: Ante la violencia de unas minorías o la “guerra” del presidente, una enorme cantidad de personas salió a la calle el 25 de octubre de 2019 para decir que era ella la que mandaba y que la soberanía era suya. Ese fue un momento de democracia profunda. Nada de guerra. “Nosotros, el pueblo”, como dice el reámbulo de la Constitución de los Estados Unidos, nos hacemos cargo de nuestro país.
Ricardo Lagos: Y la gente salió masivamente a las calles, un millón doscientas mil personas solo en Santiago, a las que se suman todas las que salieron en todo el país, configurando esa presencia de, como tú dices, “nosotros, el pueblo”.
Javier Martínez: Nosotros nos haremos cargo, “aquí estamos”, no estamos en guerra con nadie, ni solucionaremos los problemas por la vía violenta. Y eso es lo que da origen al acuerdo que se toma después en el Congreso, porque el presidente de la República —avisado por la intendente de Santiago de entonces— toma en cuenta la magnitud de la manifestación popular, civil, de la calle, y pone en suspenso la acusación de la guerra y les dice a los políticos de su coalición “busquen una solución”, haciendo posible el acuerdo de noviembre.
Ricardo Lagos: Y luego, coincidentemente, debido al confinamiento obligatorio por el coronavirus, el plebiscito se realiza justo un año después, el 25 de octubre de 2020.
Javier Martínez: Creo que es importante destacar este punto. Porque la historia anecdótica suele registrar los hechos más espectaculares como el inicio de una época, glorificando los acontecimientos bélicos y las batallas. Por ejemplo, la Revolución Francesa se conmemora el día en que sucede la toma de la prisión de la Bastilla y no la fecha de los Estados Generales o de la Convención, que es cuando se origina la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que aprueba la Asamblea y que da origen a la democracia moderna francesa. Bueno, aquí se podría decir que pasó algo parecido, el 18 de octubre se recuerda por la espectacularidad de los incendios.
Ricardo Lagos: Por los daños, la violencia y la simultaneidad de los eventos…
Javier Martínez: La “primera línea”, los piedrazos y los abusos policiales. Pero lo central y más trascendente para la historia de esta nueva etapa del país no fue ni será el tema policial, o el orden público; la batalla “entre delincuentes y fuerzas del orden” o “entre piqueteros y valientes soldados”, sino la enorme demostración popular espontánea del 25 de octubre y el proceso al que dio origen luego, con el amplio acuerdo político de noviembre.
Ricardo Lagos: Es importante entender que noviembre es un momento en que la mayoría de las fuerzas políticas participan.
Javier Martínez: Recuperan, por un momento, la representación.
Ricardo Lagos: Yo sé que nunca se logra la unanimidad. En el plebiscito del 88 también hubo un segmento que al comienzo se restó, que no quería inscribirse en los registros electorales para poder votar y decirle No a Pinochet, y acusaba que “inscripción es traición” porque significaba jugar en la cancha de Pinochet. Pero, por otra parte, nosotros pensamos que si este era el único espacio en el que él jugaría, aunque fuese armado a su medida no nos podíamos restar porque solo ahí lo podríamos derrotar. Lo que sucede ahora es similar, porque hubo un segmento pequeño del mundo político que por distintos motivos dijo no, yo no firmo esto, y tenía sus razones.
Javier Martínez: Siempre habrá quienes busquen seguir representando a los “piqueteros” o a “las fuerzas del orden”, pensando que solo se trataba de eso.
Ricardo Lagos: Lo concreto es que se firmó y que luego tuvimos la elección en la que hubo que decir si nos parecía el itinerario institucional que se estableció en ese acuerdo de noviembre. En otras palabras, en el plebiscito se le plantearon dos preguntas a la ciudadanía. La primera es si aprobaba o no la redacción de una nueva Constitución y, si la aprobaba, ¿cómo quieres que se haga?, ¿la quieres hecha por una Convención compuesta la mitad por el Parlamento y la otra mitad elegida por el pueblo, o por una Asamblea enteramente elegida por el pueblo para tal efecto? Y ganó esto último por casi el 80%. Con ese resultado, nos abocamos a las próximas elecciones para la definición de quienes formarán parte de la Asamblea Constituyente (que sucede en conjunto con otras elecciones como la elección, por primera vez, de gobernadores regionales y las elecciones municipales).
La búsqueda de acuerdo respecto a las reglas de su funcionamiento ha ocupado un tiempo considerable en las Asambleas Constituyentes que han tenido lugar en la historia reciente. En el caso de nuestro país, buena parte de este asunto ha quedado resuelto en el acuerdo que da origen a esta Convención Constitucional.
Una hoja en blanco
Javier Martínez: El punto de partida de la discusión sobre la nueva Constitución es el hecho de que es irreversible la necesidad de cambiarla, más allá de la cuestión formal. Se llegó a un acuerdo de las fuerzas políticas porque la enorme mayoría de la población votó que sí quería cambiar la Constitución y estableció la forma de cómo hacerlo. Sin embargo, hay aparentemente una resistencia de muchos, no solamente de los que no firmaron sino que también de los que firmaron, pero que a las pocas horas estaban diciendo “sí, firmamos el acuerdo, pero nosotros vamos a votar Rechazo, y si no resulta el Rechazo vamos a lograr una mayoría de un tercio para vetar cualquier acuerdo en la Convención y si no resulta eso, vamos a tratar de que quede en blanco y que la ciudadanía después en un plebiscito de salida rechace el trabajo de la Convención”. Y con eso, como dijo un connotado político de la derecha, “volvería la Constitución del 80 en gloria y majestad”. Hay una conducta de negación de la realidad, un sueño al regreso de cuando estaban cómodos.
Ricardo Lagos: Una ceguera ante los cambios.
Javier Martínez: Y miedo también, que se racionaliza como “incertidumbre”. A lo que voy es a lo siguiente: toda esta resistencia de los que firmaron con la esperanza de trancar el proceso a través de la idea de “una incerteza jurídica”, argumentan que los inversionistas necesitan de la certeza jurídica que les otorga la Constitución actual, profetizando la entrada a un mundo de total incertidumbre y caos. Desde luego, todos quienes vivimos en sociedad (no solo los inversionistas) necesitamos certeza jurídica. Pero el primer punto que creo fundamental que se pregunten es si la actual Carta Magna, tal y como está, entrega alguna certeza solo porque “legalmente” existe, aunque en la práctica no tiene ninguna legitimidad social ni política. ¿Es imaginable que la Constitución actual vuelva a regir en gloria y majestad o esto ya no tiene vuelta atrás? Estas son las primeras interrogantes que se tendrían que pensar para proponer algo racional.
Ricardo Lagos: Yo creo que la respuesta a esta pregunta es histórica. La Constitución que nos rige no se ha mantenido en el tiempo por el tema de la certeza o la incerteza jurídica y su crisis proviene de la carencia de legitimidad de su origen, en donde su principal autor, Jaime Guzmán, estableció antes de redactar la primera línea que lo que él quería era “una Constitución que sea pétrea, que sea muy difícil cambiar y, lo más importante, una Constitución que, si el día de mañana llegan a un triunfar nuestros adversarios políticos, impida que ellos lleven adelante sus ideas porque se los prohibirá”. Eso es lo grave, porque no es democrático que una Constitución le impida a un segmento de la población llevar adelante sus ideas. Y de esto algo sé porque lo sufrí como presidente de Chile.
Javier Martínez: Por experiencia propia.
Ricardo Lagos: ¡Efectivamente!